"Lo que más me gusta de Colombia es su gente": Jon Lee Anderson
Antes de viajar a cubrir el conflicto de República Centroafricana, Cromos entrevistó a uno de los cronistas más reconocidos de Estados Unidos.
El Espectador
La música de un cantante para acompañar un trago.
La de Jim Morrison.
Una postal de su niñez.
Aprendiendo a columpiar a los dos años, con la ayuda de mi hermana Tina, en Seúl.
Una mujer en su vida.
Mi mujer, Erica.
Un escritor de ficción.
Graham Greene.
Su primer encuentro con el periodismo.
El obituario de Winston Churchill.
Su grosería favorita en inglés.
Bloody Hell!
Su grosería favorita en español
¡Coño!
Si pudiera revivir a alguien, ¿a quién reviviría?
A Abraham Lincoln.
Un lugar en Estados Unidos.
The High Sierras, en California.
Una película.
Apocalypse Now.
Una historia que lo haya conmovido.
La tragedia de Armero.
Si tuviera que elegir una de las muchas entrevistas que ha realizado, ¿cuál elegiría?
Con el ex general boliviano Mario Vargas Salinas, quien me reveló dónde estaba enterrado el Che Guevara.
Una crónica suya.
Tierra de pandillas.
Una revista para coleccionar.
Etiqueta Negra.
Un héroe de su niñez
Carl Akeley, maestro taxidermista.
Una heroína de su niñez.
Mi madre, sin duda.
Un maestro en el periodismo.
Sharon DeLano, mi primera editora en el New Yorker.
¿The Beatles o The Rolling Stones?
Stones.
¿Qué es lo que más le gusta de Colombia?
Su gente.
¿Qué no puede faltar en su maletín?
Botas, por si las moscas.
Nombre una diferencia entre latinoamericanos y estadounidenses.
¿Puedo nombrar dos? Viveza criolla y rumba.
¿Qué hace en su tiempo libre?
Caminar con mis perros.
Dos palabras para definir a Hugo Chávez.
«Hábil» y «campechano».
¿Qué le duele de su país?
Su ignorancia.
¿Qué sabor tiene en la boca después de trabajar 35 años en periodismo?
Un sabor agridulce.
¿En qué Jon Lee Anderson es muy latinoamericano?
En las entrañas.
¿En qué Jon Lee Anderson es muy estadounidense?
En el pellejo.
¿Cómo le gustaría que lo recuerden?
Como alguien justo.
¿Qué es lo más loco que ha hecho ejerciendo el periodismo?
La vez que compré una pistola Glock en Irak para tener cómo suicidarme si alguna vez estaba a punto de ser secuestrado por islamistas. No quería terminar degollado como cordero en video. Mi plan era matar los que pudiera y finalmente pegarme un tiro. No tuve la ocasión de hacerlo, felizmente.
Un deporte para ver en televisión.
Sumo.
¿Qué es lo que menos le gusta de Colombia?
Su conservadurismo.
¿Qué colecciona?
Colecciono cosas de historia natural: huesos, piedras y animales disecados. En mi sala tengo una cebra disecada del siglo XIX.
¿Cuál es el viaje que más recuerda?
A Balama, un caserío liberiano bien metido en la selva, cuando tenía 13 años. Allá bailé por primera vez en mi vida ahí y me dieron un nombre en su idioma, Bpelle Saqui, que significa «el chico que llegó por sorpresa».
¿Qué fue peor: la guerra de Afganistán o la de Irak?
La de Irak, por injusta.
Un recuerdo de su encuentro con Fidel Castro.
Su mirada inmisericorde, aguda.
La música de un cantante para acompañar un trago.
La de Jim Morrison.
Una postal de su niñez.
Aprendiendo a columpiar a los dos años, con la ayuda de mi hermana Tina, en Seúl.
Una mujer en su vida.
Mi mujer, Erica.
Un escritor de ficción.
Graham Greene.
Su primer encuentro con el periodismo.
El obituario de Winston Churchill.
Su grosería favorita en inglés.
Bloody Hell!
Su grosería favorita en español
¡Coño!
Si pudiera revivir a alguien, ¿a quién reviviría?
A Abraham Lincoln.
Un lugar en Estados Unidos.
The High Sierras, en California.
Una película.
Apocalypse Now.
Una historia que lo haya conmovido.
La tragedia de Armero.
Si tuviera que elegir una de las muchas entrevistas que ha realizado, ¿cuál elegiría?
Con el ex general boliviano Mario Vargas Salinas, quien me reveló dónde estaba enterrado el Che Guevara.
Una crónica suya.
Tierra de pandillas.
Una revista para coleccionar.
Etiqueta Negra.
Un héroe de su niñez
Carl Akeley, maestro taxidermista.
Una heroína de su niñez.
Mi madre, sin duda.
Un maestro en el periodismo.
Sharon DeLano, mi primera editora en el New Yorker.
¿The Beatles o The Rolling Stones?
Stones.
¿Qué es lo que más le gusta de Colombia?
Su gente.
¿Qué no puede faltar en su maletín?
Botas, por si las moscas.
Nombre una diferencia entre latinoamericanos y estadounidenses.
¿Puedo nombrar dos? Viveza criolla y rumba.
¿Qué hace en su tiempo libre?
Caminar con mis perros.
Dos palabras para definir a Hugo Chávez.
«Hábil» y «campechano».
¿Qué le duele de su país?
Su ignorancia.
¿Qué sabor tiene en la boca después de trabajar 35 años en periodismo?
Un sabor agridulce.
¿En qué Jon Lee Anderson es muy latinoamericano?
En las entrañas.
¿En qué Jon Lee Anderson es muy estadounidense?
En el pellejo.
¿Cómo le gustaría que lo recuerden?
Como alguien justo.
¿Qué es lo más loco que ha hecho ejerciendo el periodismo?
La vez que compré una pistola Glock en Irak para tener cómo suicidarme si alguna vez estaba a punto de ser secuestrado por islamistas. No quería terminar degollado como cordero en video. Mi plan era matar los que pudiera y finalmente pegarme un tiro. No tuve la ocasión de hacerlo, felizmente.
Un deporte para ver en televisión.
Sumo.
¿Qué es lo que menos le gusta de Colombia?
Su conservadurismo.
¿Qué colecciona?
Colecciono cosas de historia natural: huesos, piedras y animales disecados. En mi sala tengo una cebra disecada del siglo XIX.
¿Cuál es el viaje que más recuerda?
A Balama, un caserío liberiano bien metido en la selva, cuando tenía 13 años. Allá bailé por primera vez en mi vida ahí y me dieron un nombre en su idioma, Bpelle Saqui, que significa «el chico que llegó por sorpresa».
¿Qué fue peor: la guerra de Afganistán o la de Irak?
La de Irak, por injusta.
Un recuerdo de su encuentro con Fidel Castro.
Su mirada inmisericorde, aguda.