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Los Beatles y la ciencia

El físico uruguayo Ernesto Blanco habla de cómo la música de la mítica banda de Liverpool ha despertado el interés de investigadores de diversas ramas del conocimiento.

Steven Navarrete Cardona
05 de abril de 2015 - 02:00 a. m.
De izquierda a derecha: Ringo Starr, John Lennon y Paul McCartney, junto a George Harrison. La banda se separó en 1970.  / EFE
De izquierda a derecha: Ringo Starr, John Lennon y Paul McCartney, junto a George Harrison. La banda se separó en 1970. / EFE
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“En la noche en que Donald C. Johanson y sus colaboradores encontraron en El Hadar, Triángulo de Afar, Etiopía, uno de los fósiles más completos que se conocen de homínidos prehistóricos, en su campamento no paraba de sonar Lucy in the sky with diamonds, de los Beatles. Así fue como el equipo decidió nombrar simplemente ‘Lucy’ a la chica prehistórica que desenterraron y que por muchos científicos es considerada la abuela de la humanidad”, anota emocionado en diálogo con El Espectador el físico uruguayo Ernesto Blanco, autor del libro Los Beatles y la ciencia, que acaba de salir publicado en Argentina por la editorial Siglo XXI Editores como parte de la exitosa serie Ciencia que ladra…, que busca, con un lenguaje coloquial, acercar al público de a pie a los avances científicos mundiales.

Blanco conoció las melodías de los Beatles cuando tenía 14 años, y aunque cursó una maestría en física de partículas y posteriormente un doctorado en temas de biomecánica en la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República (Udelar), donde actualmente ejerce como docente e investigador, nunca dejó de interesarse en la banda hasta el punto de que en los últimos años ha desarrollado un proyecto destinado a los jóvenes llamado “Beatlemania científica”, donde usando canciones del grupo ilustran conceptos de la física y la química.

El caso de “Lucy” es tan sólo uno de los múltiples episodios en que la ciencia ha estado relacionada con la banda formada por John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr, en Liverpool (Inglaterra), 1960, ya sea directa o indirectamente. Así es como Blanco reconstruye las investigaciones en neurociencia en torno al origen de una de las canciones más exitosas del grupo, Yesterday, compuesta por Paul McCartney luego de haber soñado con su melodía, como afirman algunos de sus biógrafos, lo que ha despertado una gran curiosidad científica.

El autor también trae a cuento los estudios desarrollados por el musicólogo Tuomas Eerola y el psicólogo Adrian North sobre la relación entre la complejidad y la difusión de las canciones, para lo cual fue usado un programa de computadora con el que descubrieron que “las canciones de los cuatro de Liverpool se volvieron más complejas con el tiempo, pero las más exitosas fueron las más simples”, señaló Blanco.

El físico uruguayo también aborda la estrecha relación entre los fondos extras que obtuvo el sello discográfico EMI con la venta de los discos de los Beatles y su relación con la invención de la tomografía computarizada, algo que parecería un hecho aislado.

No podía faltar un apartado del libro dedicado al impacto que generó la aparición de la película animada Yellow Submarine en el mundo de la física, en tanto recoge la percepción de algunos científicos frente a sus escenas. “La extrema imaginación que allí se despliega está muy emparentada con las extrañezas que la física de principios del siglo XX trajo consigo”.

“Además el guión se basó en varios elementos de las canciones de los Beatles, como el grupo de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band; los extraños agujeros de Fixing a Hole y A Day in the Life; el submarino de Yellow Submarine; la idea de que nada es real de Strawberry Fields Forever, y el hombre de Nowhere Man, que aparece caracterizado como una especie de científico o tecnólogo”, señala Blanco.

Otro de los apartados que resulta interesante del libro es la contextualización del debate y las búsquedas científicas que suscitó el acorde inicial de A Hard Day’s Night, canción que encabeza el disco y la película, ya que muchos intentaron reproducir su sonido exacto por años sin tener éxito, hasta que Jason Brown, del Departamento de Matemáticas y Estadística de la Universidad de Dalhousie, aplicó la técnica matemática del análisis de Fourier, lo que permitió saber cuál era la estructura del acorde.

Son muchos los ejemplos en los que el físico Ernesto Blanco evidencia la relación entre una de las bandas emblemáticas de la década del sesenta y la ciencia, resultando en una apuesta de divulgación del conocimiento científico sumamente importante, ya que sirve como un espacio de reflexión sobre el papel de la música en la sociedad y el cerebro. “ Los Beatles, su música y el fenómeno social que despertaron sus integrantes se convirtió en un objeto analizado por la ciencia, sin duda no eran científicos y tampoco tenían una inclinación particular hacia la ciencia, más allá de algunas cuestiones que comento en el libro, como el caso de Paul McCartney y su vocación por el estudio de las aves cuando era joven, así como las lecturas que hizo del matemático Lewis Carroll, pero más allá de esto no eran particularmente científicos a la hora de componer; sin embargo, se puede ver un paralelo con los científicos en su actitud creativa y de búsqueda, que ellos iniciaron desde muy jóvenes por la música, que es paralela a la pasión por el descubrimiento que puede tener un científico”, señaló Ernesto Blanco en entrevista con El Espectador.

 

Por Steven Navarrete Cardona

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