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¿Qué intentos hizo para empezar a escribir novelas?
Los soles de Amalfi empezó siendo un proyecto de libro de cuentos, con el vago título de “Cuentos de regreso”, y cuando las historias y los personajes de los cuentos convergieron en un mismo espacio novelesco, mi idea era escribir una novela de unas ciento veinte o ciento cincuenta páginas.
¿Cuál fue la primera imagen que tuvo para escribir ‘Los soles de Amalfi’?
El momento en que Anatolia, el personaje principal, se sienta por la mañana en el corredor de su casa a tomarse un tazón de café, mientras espera la salida del sol sobre la cordillera de Amalfi.
¿Esta obra pretende novelar un poco la historia de violencia de nuestro país?
Más que la violencia en sí, sus raíces y consecuencias, se fue dando durante el desarrollo de la escritura. Inicialmente no quería meterme en ese tema, pero fue inevitable que saliera a través de la memoria y la sensibilidad de los personajes. Es uno de los temas centrales de la novela.
¿Por qué resolvió que los protagonistas fueran una abuela y su nieto?
Es que eso no lo decide uno: se impone. La novela es un organismo vivo, altamente sensible, que dicta sus propias normas. Sólo hay que irlas descubriendo y modulando. Es lo que Milan Kundera llama la sabiduría suprapersonal de la novela.
¿Uno de los objetivos de su novela es que no perdamos le memoria histórica?
Ojalá los lectores colombianos la percibieran así, y que eso les ayudara a combatir “la peste del olvido” incubada y fortalecida por la historia oficial.
¿Por qué decidió escribir la biografía de García Márquez?
En realidad, la biografía fue la que me persiguió durante años casi sin tregua, y se fue investigando y construyendo sin que yo supiera que aquello iba a ser una biografía. A finales de 1982, cuando García Márquez obtuvo el Nobel, decidí que todo en lo que estaba trabajando debía ser una novela para que la gente lo conociera.
¿Qué tiempo le dedicó a la investigación, verificación, redacción y corrección de la biografía?
De 1972 a 1992 trabajaba entre ocho y diez horas diarias. La verificación de las fuentes fue el tema más arduo y lento. Además, la relectura de sus libros, total o parcialmente, era un hecho casi cotidiano.
¿Qué fue lo más satisfactorio de este libro?
Los dos momentos que me hicieron más feliz fueron la reconstrucción en Barrancas del duelo entre el coronel Nicolás Márquez y Medardo Pacheco, ocurrido el 19 de octubre de 1908, y la reconstrucción detallada y veraz de la casa de los Márquez Iguarán donde nació Gabito.
¿Cuál fue la primera novela que leyó?
Pan, del noruego Knut Hamsun, una novela de la realidad, donde se sucedían simultáneamente todo tipo de novelas: la de la naturaleza, la de los hombres, la de los sueños, la de los mitos y leyendas, la de la violencia entre liberales y conservadores. Aprendí a leer primero en los hombres y en las cosas antes que en las palabras.
¿Cuáles fueron los temas de sus primeros cuentos de adolescencia o juventud?
En mi adolescencia y juventud todavía no escribía cuentos; sólo poemas y leía a Barba Jacob, Julio Flórez, León de Greiff, Neruda, Amado Nervo, Carlos Castro Saavedra . Las novelas me daban mucha pereza, porque las encontraba arduas y lentas de leer.
¿Tiene pensado desarrollar otra novela pronta a publicarse?
No sé si pronta a publicarse, pero hay varias novelas y la más avanzada es la que vengo trabajando, con varias postergaciones, desde mediado de los ochenta: La subasta del fuego, centrada en los veinte años de olvido, abandono y miseria en que malvivió Manuela Sáenz en el puerto peruano de Paita.