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Todo comenzó en enero de 2017, inmediatamente después del éxito de Call me by your name en el Festival de Cine de Sundance. El productor ejecutivo Lorenzo Mieli me preguntó si me interesaría hacer una serie para HBO sobre la fluidez de género, ambientada en un típico suburbio americano.
En general, no me atrae mucho lo que los angloparlantes llaman topics, es decir, temas sensibles convertidos en narraciones. Pero me pareció intrigante la idea de escenificar una comunidad estadounidense; era algo que me impulsaría a salirme de los caminos trillados y explorar nuevos.
Por alguna razón me hizo pensar en la infancia de Amy Adams. La actriz me contó que era hija de un soldado del ejército estadounidense y que había pasado su infancia en el complejo militar de Ederle, en Vicenza, Italia.
Ese recuerdo se convirtió de alguna manera en una fuente de inspiración que me llevó a pensar: ¿qué pasaría si en lugar de representar los suburbios americanos, que se han convertido en un estereotipo del cine independiente, conjugáramos una comunidad muy específica, como un grupo de soldados estacionados en el extranjero con sus familias? Un microcosmos de militares que recrean su propia América más allá de las fronteras de su país de origen, por ejemplo en Italia...
A partir de esta idea comenzó la colaboración con Francesca Manieri y Paolo Giordano, que ya habían empezado a trabajar en un escenario antes de involucrarme. (Le recomendamos: Guadagnino mostrará en Venecia un corto realizado durante el confinamiento)
Mi contribución en el desarrollo del guion fue principalmente decir no nos limitemos a la acción y a la trama, concentrémonos en los personajes, tratemos de ceñirnos lo más posible a su comportamiento como lo hizo Maurice Pialat, un director que, a diferencia de las figuras más opacas o menores del mundo del cine, se negó a encadenarse a los paradigmas de la reductio ad unum y en cambio celebró la libertad.
Para We are who we are no solo me influyó su película To our loves, sino que también me inspiré en otras como Bajo el sol de Satanás, basada en la novela de Georges Bernanos y que en 1987 le valió la Palma de Oro en Cannes. Y que fue silbada por el público, para su disgusto.
Quiero aclarar que cuando rindo homenaje a un cineasta no significa que mi único paradigma o perspectiva sea rehacer una de sus películas para apropiarme de ella o imitarla.
Mi deseo de rendir tributo nace de un encuentro emocional, intelectual y moral con figuras magistrales como Maurice Pialat, Chantal Akerman o Bernardo Bertolucci.
Mi homenaje es una incitación a la reflexión en un debate ideal con los maestros que siento que puedo interpretar gracias a mi conocimiento de su sistema intelectual.
El espíritu de Maurice Pialat perdura a lo largo de toda la serie, que me gusta llamar una película en ocho actos. Y de hecho, mientras desarrollábamos el guion y construíamos los personajes, él se convirtió en nuestro punto de partida y de llegada.
Así que, con paciencia extrema, después de una exhaustiva investigación sobre el mundo de las bases militares y un trabajo infinitamente meticuloso sobre los detalles, nuestra galería de personajes tomó forma vívidamente: los niños, sus familias, el microcosmos militar. (Lea también: Timothée Chalamet: la joven estrella que se ha convertido en ícono de la moda)
Considerando las películas corales de maestros como Demme, Altman, Rossellini o Fellini, intentamos no crear una jerarquía ni un orden de importancia para los personajes.
Me gusta pensar que We are who we are es una especie de comedia humana que describe como, en nuestros días, un grupo de expatriados en un complejo militar viven a través de sus idiosincrasias, deseos y neurosis.
Algunos pueden pensar que pinté un microcosmos utópico, pero en realidad describo un mundo que refleja lo que somos hoy en día.
Si la serie es política es porque de alguna manera abre nuestra mirada al otro y le da voz.
Personajes como Sarah y Maggie (Chloë Sevigny y Alice Braga), una pareja casada del mismo sexo, experimentan algunas dinámicas internas que podrían resultar inquietantes para cierto público progresista de habla inglesa, porque es difícil imaginar que un personaje que pertenece a la minoría LGBTQI pueda expresar belleza y profundo cinismo.
We are who we are me permitió cambiar de rumbo una vez más.
No me interesa refinar una sola forma de hacer cine, sino que me gusta pensar en una película como una pieza única.
Por esta razón, junto con los que trabajan conmigo, constantemente lucho por los detalles, por cada aspecto de la escenografía.
Siendo la desprolijidad mi mayor temor, si un día descubro que ya no me interesan los detalles, dejaré de hacer películas.
En cuanto a mi proceso creativo, no porque tengo una carrera de veinte años puedo filmar cualquier cosa al día siguiente y saber exactamente lo que hago... cada vez que dirijo una película es algo nuevo, un renacimiento. Al principio todo está desenfocado, luego poco a poco empiezan a aparecer los contornos, las sombras y los bordes, y luego empiezas a ver un poco de color, empiezas a distinguir las formas individuales, y al final obtienes una visión completa.
Me gusta el hecho de que la serie se titule We are who we are: somos nosotros, nosotros juntos, aquí y ahora... y fue para suscribir lo más posible este espíritu que traicioné mi amor por el celuloide y volví a la filmación digital. Me gustaba la idea de capturar, como en un espejo, un presente capaz de ofrecer un destello de improvisación, de lo que sucede fuera de la pantalla, de la infancia, de la vida.
*Director de cine y TV.