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En 2005 se estrenó Madagascar, una película animada de DreamWorks que cuenta cómo Álex (león), Marty (cebra), Gloria (hipopótamo) y Melman (jirafa) se fugan del zoológico de Nueva York, animados por cuatro pingüinos que añoran la nieve. Los planes fallan un poco porque, aunque sí logran salir del zoológico, terminan en una reserva en la sabana africana.
Fue tal el éxito del filme que inspiró las secuelas Escape de África y Los fugitivos, así como la spin-off (historia derivada) Los pingüinos de Madagascar. Ahora, la compañía argentina Fuego de San Telmo revive la historia con Madagascar, una aventura musical.
El Espectador conversó con Sergio Lombardo, quien realizó la traducción y adaptación al español de los textos, y es el director general de la obra que se presenta en el Astor Plaza de Bogotá luego de su paso por Estados Unidos, Londres, Italia y España. (Puede leer: Madagascar, la aventura musical, llega a Colombia)
El público tiene como referente la película animada.
¿Qué fue lo más difícil de la adaptación?
Lo más difícil es que los muñecos animados tienen una gran movilidad y elasticidad, algo que para los actores es mucho más difícil. Era importante lograr las estructuras de los personajes y los volúmenes de los animales, para que la jirafa sea realmente mucho más alta que el resto de los animales o el hipopótamo mucho más gordo. Que se vean estos pesos y no las formas humanas se nos hacía un poco complicado. Para solucionarlo contamos con un maravilloso vestuario y maquillaje.
¿Cómo el vestuario y el maquillaje refuerzan la historia?
Intentamos que la gente que va a ver Madagascar se encuentre en el escenario la historia que ya conoce por la película, la cual está recreada en un espectáculo en vivo. El desafío justamente era crear estos personajes que son caricatura porque no quería una gran máscara sobre un actor, quería que los chicos vean a los actores y que la gente vea la interpretación del artista, no un muñeco. Fue todo un reto porque muchas veces la cabeza de un animal no es equivalente a su cuerpo, así que fue indispensable ajustar las proporciones. Trabajamos también con una paleta de colores que va acorde con la escenografía y la obra. El vestuario y maquillaje se trabajaron en conjunto. Una vez estuvo listo el diseño de vestuario se pasaron los bocetos al equipo de maquillaje para lograr que, por ejemplo, la cabeza de la jirafa respetara la cara del actor y se viera como parte del vestuario.
Respecto a la película, ¿algo de la historia se sacrificó?
No se sacrificó a ningún personaje de la historia original, todos los personajes de la película están en la obra. Lo que se hizo fue una adaptación musical, hay muchas cosas que en la película son escenas y que en la obra son canciones, dado que es un musical y hay muchas escenas coreográficas.
De la música se tiene el referente de “Quiero mover el bote”. ¿Qué tanto de la banda sonora de la película está en la obra?
El único tema que tiene la película en sí mismo es Quiero mover el bote, que por supuesto se respeta. A lo largo de la historia hay música incidental o sugerida y algunas se transformaron en temas como Mejores amigos, que cantan Marty y Álex. También está el caso de la canción New York New York, que está presente en la película, pero no en la obra porque fue remplazada por un tema mucho más alegre y familiar.
¿Cómo fusionan el lenguaje coreográfico, hablado y musical?
Es un gran desafío. Tenemos un equipo creativo muy interesante que durante meses diseñó las voces de los personajes, con el fin de lograr una transición entre la voz hablada y el canto. Por su parte, se logra que la coreografía cuente la historia, en la que se incluyen algunos personajes como un marinero, una niña y un soldado.
¿Cuántos espacios recrea la escenografía?
La historia está conformada por nueve espacios distintos, pero en las giras nos queda muy complicado transportar todo el montaje. Entonces se tomó la decisión de proyectar en pantallas LED diseños y espacios escenográficos. Por ejemplo, el público ve en el escenario el barco corpóreo donde los animales viajan y la pantalla proyecta las olas. Las nuevas tecnologías aportan mucho al espectáculo.
¿Se cambia o adapta la historia según el país donde se presenta?
Sí. Trabajamos muchísimo con la terminología. Para poder llevar el espectáculo a otros países tenemos que hacer un gran trabajo de adaptación, porque algunas palabras tienen significado distinto. No queremos meternos en problemas y aspiramos a que el público entienda los diálogos, así que también nos esforzamos para hablar más neutro y más despacio.
“Madagascar”. Teatro Astor Plaza, Bogotá. Sábado 26 y domingo 27 de octubre. Información y boletería en La Tiquetera.