Margarita Rosa de Francisco: “cada vez tengo menos ambiciones como actriz”
La actriz presenta en la Filbo “Margarita va sola”, su segundo libro. En entrevista para El Espectador habla, entre otras cosas, de ese proceso de escritura, de la fama que la acompaña desde niña y de las enseñanzas del fracaso en su vida. ¿Le ha servido para algo la fama?
María Paula Lizarazo
Joseph Casañas Angulo
Luego de renunciar a su columna en El Tiempo, Margarita Rosa de Francisco creó su propio portal. “Margarita va sola” también es el título de su nuevo libro, un texto sobre su propia vida, sus ideas, lecturas y experiencias. Empezó a escribirlo para “despensar” la idea que había construido de sí misma.
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Luego de renunciar a su columna en El Tiempo, Margarita Rosa de Francisco creó su propio portal. “Margarita va sola” también es el título de su nuevo libro, un texto sobre su propia vida, sus ideas, lecturas y experiencias. Empezó a escribirlo para “despensar” la idea que había construido de sí misma.
Hoy, con un libro que tiene vida propia, dice que ese propósito de despensarse aún no termina. En conversación con este medio afirma que no siente nostalgia por el pasado ni por los personajes que interpretó. Pasa derecho cuando transmiten “Café” en televisión, aunque recuerda la telenovela con agradecimiento.
¿Cómo asumió el reto de enfrentarse a textos que ya había escrito hace años? Ese diálogo con la Margarita de otros tiempos…
Al principio me aburrió porque hay muchas columnas que deseché porque me parecían francamente malas y porque ya no pienso así. La confrontación es incómoda para mí. Fue un trabajo que hacía a marchas forzadas. Boté muchas columnas a la basura, recuperé otras, les quité adjetivos y estoy satisfecha con lo que quedó. Quiero también darle el crédito a mi amiga Mónica Sánchez Beltrán, ella es la correctora de estilo que ha trabajado conmigo siempre.
Hay una frase de Clarice Lispector que se lee al inicio del libro: “Mi vida no tiene un sentido solo humano, es mucho más grande, es tan grande que en relación con lo humano no tiene sentido”. Para usted, ¿qué es lo humano y qué es algo mucho más grande que lo humano?
Esas son las preguntas que no tienen respuesta y que lo que hace uno es intentar algo desde su propia experiencia. Yo siento que lo humano ha sido determinado por la cultura. Cuando uno dice “lo humano”, ese concepto ya está viciado -en el caso nuestro- por Occidente. Lo que me gusta a mí de Clarice Lispector es que es una gran crítica de eso. Más allá de lo humano, es más bien ese desmonte de las categorías que conforman lo humano. Y es un trabajo que la filosofía se encarga de hacer y que no tiene fin.
Lispector decía que solo se sentía viva cuando escribía y que el resto del tiempo estaba muerta. Usted escribió en el libro que le cree…
Esa frase se la oí decir a ella en una entrevista. Para mí Lispector es lo más grandioso que ha hecho la literatura y puede que me falten muchos libros por leer, pero con ella tengo suficiente. Vi esa entrevista que le hicieron a esa mujer, que a duras penas habla y que está inmersa en un universo impenetrable para el que le pregunta; y la lees y descubres esa mente maravillosa, fecunda en pensamientos, en vida, en alegría. Y entonces dice eso: “cuando no escribo estoy muerta”. En ese momento era como la muerte misma hablando, yo le creí cuando dijo eso. Con la escritura no tengo una relación tan visceral, ojalá la tuviera así. Escribo desde muy pequeña, pero puedo vivir sin escribir.
¿A qué amigo y enemigo, si los tiene, le regalaría su libro?
Antes creía que a mí me quería todo el mundo, así era yo de narcisa y egocéntrica, como no existían las redes, yo me sentía muy querida siempre, entonces me enteré de que era detestada en Twitter. Los que se quieran limpiar el trasero con mi libro, no me parece mal destino para ese libro. Y a mis amigos tampoco me gusta obligarlos a que lean cosas mías.
Esta Margarita de hoy, ¿qué le diría a la Margarita del pasado?
Yo siento que lo que le diría le entraría por un oído y le saltaría por el otro. Esa Margarita de ese entonces no me haría caso y gracias a todos esos errores que cometió ella y a todas sus confusiones, yo he podido escribir cosas, he podido escribir este libro también, entonces yo más bien le estaría agradecida a ella. No le aconsejaría nada, le pediría que cometiera los mismos errores.
En el libro dice que el presidente más remoto que recuerda es Misael Pastrana y que de ahí para acá tiene la idea de que todos han sido uno solo. ¿Qué lectura hace del presidente Petro?
Esa fue mi última columna en El Tiempo. Hoy creo que tenemos un presidente distinto a esa saga, que aunque para hacer estas reformas que Colombia necesita tenga que hacer esos negociados que todos odiamos, es un presidente que está proponiendo algo completamente distinto a lo de antes y que está en armonía con lo que el planeta requiere. Y eso se lo está gritando al mundo, lo está comunicando como puede y con la inteligencia que lo caracteriza. Él está montando otro paradigma, y por eso creo que hay tanta resistencia.
Sobre ese oficio de ser columnista y de estar opinando, muchas veces se ha quedado en el fuego cruzado de las redes ¿Cómo tramita estar expuesta en Twitter?
Hablando de ese fuego cruzado, tal vez el más ardiente fue la reacción de los directivos de El Tiempo cuando publiqué ahí mi última columna, razón por la cual ya no pude seguir escribiendo ahí. Y también razón por la cual monté mi propio cambuche, mi propio espacio donde yo podía escribir sin que nadie me dijera: esto sí o esto no. Y en cuanto a la dinámica en Twitter, yo quiero mucho a mis “haters”, me enseñaron mucho, siempre les tuve mucho respeto, los escucho. Y a partir de lo que me decían escribí muchas columnas. Me inspiraron para escribir, así que no fue por ellos que salí de Twitter.
¿Qué piensa hoy en día de la idea de fracaso y de éxito?
Yo no sé si es porque tengo esta mente pesimista, encuentro una dignidad en el fracaso y creo que esa frase se la estoy copiando a Borges. Una dignidad en el fracaso que el éxito no tiene. Uno cuando fracasa se confronta, ahí sale la grandeza del espíritu, ahí sale la casta de uno como ser humano, como ser viviente y como ser respetuoso de lo que pasa en la vida, que a veces no es favorable para uno. Yo le tengo cariño a los fracasos que he tenido. El éxito es más fácil, pero como evento formador y transformador, me parece menos valioso.
¿Para qué le ha servido la fama?
Desde chiquita quise que me reconocieran. Como fui la segunda de tres hermanos, de pronto esa segunda no quiere ser segunda. Entonces quería fama y me sentía famosa desde antes de ser famosa porque siempre hacía cosas para que la gente me volteara a mirar.
Lo seguí haciendo ya de grande. Necesité del reconocimiento y lo obtuve, pero ahora quiero también desandar ese camino porque en ese reconocimiento falté por reconocerme. Me reconoció la gente, pero no me reconocí yo misma.
El otro año se cumplen 30 años de la telenovela “Café con Aroma de mujer”. ¿Hoy se ve y qué piensa?
Yo soy muy desalmada con mis personajes. La nostalgia es un sentimiento que no me asalta mucho. Yo creo que veo la televisión prendida con Café y paso de largo. Me despido de mis personajes, no quiero volver a ellos, ni volver a esa época. Pero me pareció muy hermoso haber podido participar en ese proyecto.
¿Tiene algún personaje que le gustaría hacer?
No, no tengo algo fijo que me gustaría hacer. A pesar de que soy actriz, cada vez tengo menos ambiciones como actriz, no hay un personaje que yo quisiera hacer.
¿Qué es eso de la ambición?
Cuando uno dice: quiero hacer este personaje, uno se imagina la gloria que daría el personaje. No sé si es el personaje mismo, sino el reconocimiento que yo tendría si hiciera ese personaje, porque hacer un personaje, por lo menos para mí y con la técnica que yo he usado, es exigente emocionalmente, y me agota, y me confronta, y me da mal genio, así me guste.
¿Por qué dejó de convivir con La Ranga?
Yo convivo con La Ranga, aunque ella se me pierde. A veces yo, como Margarita, me siento ridícula haciendo La Ranga, pero cuando la estoy haciendo, la ridícula es Margarita. O yo cuando hago La Ranga me siento más cómoda que cuando hago este personaje que tienen aquí delante que es Margarita. Es como una pelea que tengo ahí, pero cada vez que me la recuerdan debe ser que ella está pidiendo pista.
¿Cómo ve la industria del cine y la televisión ante el auge de las plataformas de streaming?
Yo no veo mucho cine, yo veo televisión y no veo casi series ni películas. Pero veo que el cine y la televisión tienen casi el mismo lenguaje. Y me parece encantador que se haya democratizado eso, que ahorita todos tengamos acceso a ver series y a ver películas con la misma facilidad, con la misma inmediatez. Eso me parece una gran cosa, lo celebro.
En los medios se suele leer más de Entretenimiento y farándula que de Cultura. ¿Por qué cree que pasa eso?
Yo creo que porque hay un aburrimiento fundamental. No es un aburrimiento banal, es el aburrimiento que nos compone a todos, que es aquel que aparece cuando no hay distractor, cuando uno se queda solo con su propia vida pequeña sin ningún recurso. Allí es que uno necesita como hacer algo o ver cómo viven los otros. Le dicen el “mundo del entretenimiento”: como que hay que entretenerle al ser humano ese aburrimiento caústico, que es existencial, que la gente no quiere llegar allí ni quiere tener contacto con eso, sino estar distrayéndose lo que más se pueda porque es angustioso sentirlo y luego tener que elaborarlo. Yo creo que la gente lo que hace es que se desaburre obsesivamente así.
Un chisme que le inventen con frecuencia…
Uno muy recurrente es que soy drogadicta y la verdad es que nunca lo fui. Traté de ser marihuanera, le puse empeño, pero no cuadré con esa droga. Y en mis años de juventud, probar la cocaína y todo eso porque era la droga de la rumba, pero fui siempre muy deportista, entonces no me quedé en eso. Pero les gusta decirme que soy drogadicta.
Su hermano y su papá son reconocidos, cada uno en diferentes generaciones. ¿Cómo es su relación con ellos?
Yo tengo una relación profunda con mis padres y mis hermanos. Y a ellos les dediqué el libro porque es una amistad que hemos tejido durante toda nuestra vida. Yo creo que las relaciones familiares todas son difíciles, hay que repararlas todas porque nos hemos amado profundamente, pero hemos navegado todas estas cosas difíciles. A los padres a veces es difícil decirles las cosas, para nosotros como hijos recibir cosas que nos dicen los padres también. Hemos cometido muchísimos errores, pero nos hemos perdonado y nos hemos divertido en el proceso. ¿Qué tenemos ahora ya grandes? Una amistad a prueba de lo que sea y que nos encanta estar juntos, nos fascina reunirnos, y con esto me refiero a mi padre, a Martín, a Adriana (mi hermana mayor), y a mi mamá, Mercedes.
En sus redes habla con frecuencia de la vejez y se muestra orgullosa de su vejez. ¿Por qué ese tema es tan recurrente?
Es un tema recurrente porque me lo recuerdan permanentemente. Yo no puedo abrir una ventanita pública porque inmediatamente se meten con ese tema, ya sea para decirme que estoy muy vieja o que me lucen los años. Entonces, es un tema presente para mí y sobre todo el haber estado siempre públicamente, mostrándome como una mujer bonita, que hace ejercicio, que exhibe su cuerpo... Y llega un momento en que ese repertorio se acaba, ya esa coreografía no funciona físicamente, ya vienen estas señales, esta cicatriz que va dejando la vida en el cuerpo de uno. Como proceso me parece fascinante. Yo creo que la pandemia me abrió la mente mucho en eso. Cuando nos sentimos tan cerca de la muerte los valores cambiaron, yo sentía que la vida era no más lo que había allí en ese mismo minuto, entonces mi concepción sobre la belleza, es como un asalto, como una epifanía. Y la epifanía con respecto al envejecimiento ha venido porque yo veo estas señales, y no es que me gusten, pero me parece fascinante el proceso de todo lo que va a ir pasando con mi cuerpo, quiero verlo, no lo quiero interrumpir, quiero poderlo escribir, aunque sea para que no lo lea nadie. ¿Cómo me voy a perder esa experiencia?