Mickey: el ratón noventón
Hace 90 años se estrenó la primera película de Mickey Mouse. La infancia de varias generaciones ha estado acompañada por esa figura de las orejas redondas, que no parece desvanecerse. Esta crónica relata sus orígenes.
Juan Carlos Garay
El historiador del cine Stephen Cavalier ha señalado la existencia de una “edad dorada de los dibujos animados” que coincide con la circulación de muchos de los personajes que alegraron nuestra infancia: Popeye, Bugs Bunny o el Pájaro Loco están ahí con sobrados méritos. Escribe Cavalier que toda esta supremacía comienza en el año 1928, cuando “ya se habían establecido los prototipos de la animación para trabajar desde lo comercial, lo técnico y lo artístico. Solo se necesitaba alguien que uniera esas ideas”. Por eso ubica el inicio de la edad de oro en el mismo momento en que se estrena el primer cortometraje del ratón Mickey.
Sucedió hace 90 años. El 18 de noviembre de 1928, el teatro Colony de Nueva York proyectó aquella película por primera vez. Se llama Steamboat Willie, está dirigida por Walt Disney y es archiconocida por la imagen de Mickey silbando mientras maneja el timón de un barco pequeño. Lo primero que impactó fue el aspecto técnico: no era la primera vez que los dibujos animados incluían banda sonora, pero en Steamboat Willie había una sincronización constante de los movimientos con la música.
Todo en esta caricatura produce un sonido y todo es acompasado: los chistes, las apariciones de cada personaje, van marcando el ritmo de la película con la precisión de una sinfonía. Tiempo después se supo que Disney había utilizado un aparato musical, un metrónomo, para medir los tiempos de las escenas.
Pero además del aspecto técnico estaba la simpatía natural de su protagonista. El ratón Mickey era sonriente, optimista, no se dejaba amainar por las dificultades, pero ante la injusticia se volvía un luchador. Esa faceta de héroe fue copiada directamente de un famoso galán de Hollywood del momento, Douglas Fairbanks. Los semiólogos hablan además de la forma redondeada de sus orejas como símbolo de bondad y confianza. Como sea, no tardó el ratón en desplazar a un personaje anterior, el gato Félix, como la caricatura más famosa del mundo.
De Oswaldo a Mickey
La historia del ratón comienza con un conejo. En efecto, un rastreo de la filmografía previa de Disney nos permite observar que tuvo mediano éxito con un personaje llamado Oswaldo el conejo afortunado. La producción de estas caricaturas había comenzado en marzo de 1927. Walt Disney tenía 25 años y la ambición de ganarse la vida en el novedoso medio de la animación. Poco a poco, los cortometrajes del conejo Oswaldo fueron ganando aceptación entre los visitantes de las salas de cine. Un artículo de la época publicado en la revista Moving Picture World definía esas producciones como “brillantes, movidas y genuinamente divertidas”.
Frente a este creciente éxito, Walt Disney quiso renegociar las condiciones del contrato con la casa cinematográfica Universal Pictures. Su interés era mejorar la calidad de las caricaturas, así que once meses después del debut de Oswaldo viajó a Nueva York, a entrevistarse con el productor Charles Mintz. Su intención era pedirle un aumento de 250 dólares por episodio. Ahí comenzaron los problemas: Mintz le respondió que ya tenía contratado un equipo de dibujantes que lo harían por 450 dólares menos. La situación era injusta, pero el productor tenía todas las condiciones a su favor: el joven dibujante había olvidado registrar su conejo en una oficina de derechos de autor; la cinematográfica se le había adelantado.
La leyenda cuenta que en el tren de regreso de Nueva York a Kansas City, Walt Disney, triste y agotado, se quedó dormido y soñó con un ratón. Nunca lo sabremos. En todo caso, el paso del conejo al ratón parece más que obvio cuando comparamos los dibujos. El investigador David Bossert ha escrito en su libro Oswald: The Search for the Lost Disney Cartoons que “el diseño de Mickey incorporaba una barriga en forma de pera, un círculo para la cabeza y unas piernas delgadas. Si le dibujaban orejas largas, ya era un conejo”.
De Mickey a Walt
Para 1930, el nombre de Mickey Mouse aparecía en las marquesinas de los cines, al lado de los más famosos actores de Hollywood. Se registra, incluso, que una vez estuvo por encima (y en letras más grandes) de su inspirador Douglas Fairbanks. Al mismo tiempo se había creado una primera versión del Club de Mickey Mouse y su figura había empezado a circular en juguetes y otros tipos de mercancía. Se dice que la relojería Intersoll-Waterbury se salvó de la quiebra tras ganarse el contrato para fabricar los famosos relojes de pulsera del ratón.
Y como Disney esta vez tuvo la precaución de registrar al personaje, todas las regalías le permitieron sentar la base de su gran emporio del entretenimiento. A partir de este punto, la imagen de Disney varía para muchas personas. Algunos, por ejemplo, señalan su afán por comercializar sus personajes, al extremo de crearles ese universo artificial que son sus parques de diversiones.
Pero también había algo genuino, casi infantil, en la manera como Disney se identificaba con su ratón. La biografía escrita por Bob Thomas nos recuerda que él fue quien le prestó la voz (que define como un “falsete nervioso atropellado”) para sus primeras películas. “Pero la similitud no se limitaba al habla”, anota Thomas. “Tanto Walt como Mickey tenían espíritu aventurero, un sentido de rectitud, cierta timidez y una juvenil ambición por sobresalir”.
El problema del ratón Mickey es que fue dejando de ser un personaje para convertirse, cada vez más, en un logo corporativo. Disney era consciente del asunto y por eso terminó apoyando la acción y el humor en los coprotagonistas de la serie, como el Pato Donald y Pluto. El ratón fue creciendo: pasó del blanco y negro al color en The Band Concert (1935) y protagonizó la escena principal del largometraje más pretencioso de Disney, Fantasía (1940). Pero al mismo tiempo se iba haciendo más amable y decente. Hoy es casi imposible creer que en una de sus primeras películas, The Gallopin Gaucho, el ratón fumaba.
Mickey llega a sus 90 años con una serie que rescata su diseño original (el pantalón rojo, el cuerpo flexible) y le apuesta a un humor más arriesgado. Puede verse, claro, en el canal Disney, que es uno de los tantos tentáculos del emporio. Y nos recuerda la frase de Walt el empresario que, no queriendo desconectarse de su niño interior, solía decirles a sus empleados: “Espero que nunca perdamos de vista que todo esto comenzó con un ratón”.
El historiador del cine Stephen Cavalier ha señalado la existencia de una “edad dorada de los dibujos animados” que coincide con la circulación de muchos de los personajes que alegraron nuestra infancia: Popeye, Bugs Bunny o el Pájaro Loco están ahí con sobrados méritos. Escribe Cavalier que toda esta supremacía comienza en el año 1928, cuando “ya se habían establecido los prototipos de la animación para trabajar desde lo comercial, lo técnico y lo artístico. Solo se necesitaba alguien que uniera esas ideas”. Por eso ubica el inicio de la edad de oro en el mismo momento en que se estrena el primer cortometraje del ratón Mickey.
Sucedió hace 90 años. El 18 de noviembre de 1928, el teatro Colony de Nueva York proyectó aquella película por primera vez. Se llama Steamboat Willie, está dirigida por Walt Disney y es archiconocida por la imagen de Mickey silbando mientras maneja el timón de un barco pequeño. Lo primero que impactó fue el aspecto técnico: no era la primera vez que los dibujos animados incluían banda sonora, pero en Steamboat Willie había una sincronización constante de los movimientos con la música.
Todo en esta caricatura produce un sonido y todo es acompasado: los chistes, las apariciones de cada personaje, van marcando el ritmo de la película con la precisión de una sinfonía. Tiempo después se supo que Disney había utilizado un aparato musical, un metrónomo, para medir los tiempos de las escenas.
Pero además del aspecto técnico estaba la simpatía natural de su protagonista. El ratón Mickey era sonriente, optimista, no se dejaba amainar por las dificultades, pero ante la injusticia se volvía un luchador. Esa faceta de héroe fue copiada directamente de un famoso galán de Hollywood del momento, Douglas Fairbanks. Los semiólogos hablan además de la forma redondeada de sus orejas como símbolo de bondad y confianza. Como sea, no tardó el ratón en desplazar a un personaje anterior, el gato Félix, como la caricatura más famosa del mundo.
De Oswaldo a Mickey
La historia del ratón comienza con un conejo. En efecto, un rastreo de la filmografía previa de Disney nos permite observar que tuvo mediano éxito con un personaje llamado Oswaldo el conejo afortunado. La producción de estas caricaturas había comenzado en marzo de 1927. Walt Disney tenía 25 años y la ambición de ganarse la vida en el novedoso medio de la animación. Poco a poco, los cortometrajes del conejo Oswaldo fueron ganando aceptación entre los visitantes de las salas de cine. Un artículo de la época publicado en la revista Moving Picture World definía esas producciones como “brillantes, movidas y genuinamente divertidas”.
Frente a este creciente éxito, Walt Disney quiso renegociar las condiciones del contrato con la casa cinematográfica Universal Pictures. Su interés era mejorar la calidad de las caricaturas, así que once meses después del debut de Oswaldo viajó a Nueva York, a entrevistarse con el productor Charles Mintz. Su intención era pedirle un aumento de 250 dólares por episodio. Ahí comenzaron los problemas: Mintz le respondió que ya tenía contratado un equipo de dibujantes que lo harían por 450 dólares menos. La situación era injusta, pero el productor tenía todas las condiciones a su favor: el joven dibujante había olvidado registrar su conejo en una oficina de derechos de autor; la cinematográfica se le había adelantado.
La leyenda cuenta que en el tren de regreso de Nueva York a Kansas City, Walt Disney, triste y agotado, se quedó dormido y soñó con un ratón. Nunca lo sabremos. En todo caso, el paso del conejo al ratón parece más que obvio cuando comparamos los dibujos. El investigador David Bossert ha escrito en su libro Oswald: The Search for the Lost Disney Cartoons que “el diseño de Mickey incorporaba una barriga en forma de pera, un círculo para la cabeza y unas piernas delgadas. Si le dibujaban orejas largas, ya era un conejo”.
De Mickey a Walt
Para 1930, el nombre de Mickey Mouse aparecía en las marquesinas de los cines, al lado de los más famosos actores de Hollywood. Se registra, incluso, que una vez estuvo por encima (y en letras más grandes) de su inspirador Douglas Fairbanks. Al mismo tiempo se había creado una primera versión del Club de Mickey Mouse y su figura había empezado a circular en juguetes y otros tipos de mercancía. Se dice que la relojería Intersoll-Waterbury se salvó de la quiebra tras ganarse el contrato para fabricar los famosos relojes de pulsera del ratón.
Y como Disney esta vez tuvo la precaución de registrar al personaje, todas las regalías le permitieron sentar la base de su gran emporio del entretenimiento. A partir de este punto, la imagen de Disney varía para muchas personas. Algunos, por ejemplo, señalan su afán por comercializar sus personajes, al extremo de crearles ese universo artificial que son sus parques de diversiones.
Pero también había algo genuino, casi infantil, en la manera como Disney se identificaba con su ratón. La biografía escrita por Bob Thomas nos recuerda que él fue quien le prestó la voz (que define como un “falsete nervioso atropellado”) para sus primeras películas. “Pero la similitud no se limitaba al habla”, anota Thomas. “Tanto Walt como Mickey tenían espíritu aventurero, un sentido de rectitud, cierta timidez y una juvenil ambición por sobresalir”.
El problema del ratón Mickey es que fue dejando de ser un personaje para convertirse, cada vez más, en un logo corporativo. Disney era consciente del asunto y por eso terminó apoyando la acción y el humor en los coprotagonistas de la serie, como el Pato Donald y Pluto. El ratón fue creciendo: pasó del blanco y negro al color en The Band Concert (1935) y protagonizó la escena principal del largometraje más pretencioso de Disney, Fantasía (1940). Pero al mismo tiempo se iba haciendo más amable y decente. Hoy es casi imposible creer que en una de sus primeras películas, The Gallopin Gaucho, el ratón fumaba.
Mickey llega a sus 90 años con una serie que rescata su diseño original (el pantalón rojo, el cuerpo flexible) y le apuesta a un humor más arriesgado. Puede verse, claro, en el canal Disney, que es uno de los tantos tentáculos del emporio. Y nos recuerda la frase de Walt el empresario que, no queriendo desconectarse de su niño interior, solía decirles a sus empleados: “Espero que nunca perdamos de vista que todo esto comenzó con un ratón”.