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Se fue Sandro, el Gitano

El cantautor argentino falleció por una complicación pulmonar. Durante 11 años sufrió un enfisema y hasta tuvo doble trasplante de corazón y pulmones. Fue leyenda de la música en América desde los años sesenta. Su voz y su forma de bailar desafiaron los mandatos eclesiásticos de mitad del siglo XX.

Élber Gutiérrez Roa
05 de enero de 2010 - 03:35 a. m.
Imagen de una de las presentaciones de "Los del fuego", plenos años 60, con Sandro como voz principal.
Imagen de una de las presentaciones de "Los del fuego", plenos años 60, con Sandro como voz principal.
Foto: Cortesía

Tan esperada como dolorosa resultó el lunes la partida del cantautor argentino Sandro, quien dejó de existir a las 8:40 de la noche (hora argentina), como consecuencia de una complicación pulmonar que derivó en un shock séptico, según el parte oficial entregado por el médico Claudio Burgos, del Hospital Italiano de Mendoza.

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Centenares de fanáticos rogaban por su vida a esa hora frente a su vieja casona de Banfield, la misma a la que durante muchos años —aun en temporales recesos artísticos ocasionados por problemas de salud— las seguidoras fueron a lanzarle corpiños y bombachas en declaraciones públicas de amor a las que Roberto Sánchez, como fue bautizado, contestaba desde un balcón con serenatas improvisadas.

Miles más prefirieron acudir al hospital mendocino, uno de los centros más importantes de cirugía cardiovascular de Argentina, y lugar que a la fuerza se convirtió en el último hogar del artista. Allí le practicaron, el 20 de noviembre de 2009, un doble trasplante de corazón y pulmones, tras varios meses esperando un donante.

En ese mismo lugar fue operado otras cinco veces a partir de aquella fecha, como consecuencia de nuevas complicaciones provocadas por una bacteria que aún no se sabe cómo ingresó a su cuerpo (tema que tiene peleando a dos de las instituciones médicas que lo atendieron con anterioridad) y que echó por la borda su adaptación a los órganos donados. Se los había dado un joven suicida que, sin quererlo, le inyectó 45 días de vida al ídolo de América, un hombre tan eficiente a la hora de conquistar mercados con sus baladas, boleros y temas de rock, como para autodestruirse a un ritmo de 80 cigarrillos diarios.

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Atrás quedaron los dolores y penurias de 11 años cargando con un enfisema pulmonar. Perduran en cambio los contrastes de su voz desafiando los mandatos eclesiásticos que imperaban en los sesentas, la persecución a las libertades individuales de los setentas y hasta los intereses ingleses por las Malvinas en los ochenta. Sandro se paseó orondo por distintas generaciones, dejando siempre clara su opinión política y acrecentando el enigma sobre su vida personal: sus mujeres, sus hijos, sus amigos eran tema que prefería mantener en reserva. Por eso, al ser interrogado alguna vez sobre su situación sentimental, respondió: “No sé nada. Hoy no leí las revistas”.

Aunque siempre quisieron conocer más sobre él, a sus seguidores les basta con saber que Sandro fue inigualable en el escenario, que en sus inicios bailó como Elvis Presley, que inmortalizó luego su propio estilo dramático para interpretar las baladas, que su movimiento de pelvis enloquecía tanto a las mujeres como enardecía al clero y que actuó en 15 películas.

Rosa Rosa, Una muchacha y una guitarra, Después de la guerra y Tengo, aunque éxitos reconocidos en Hispanoamérica, resultan insuficientes para resumir más de 50 discos grabados en todos los tonos. Desde la sangre gitana que heredó de su abuelo, hasta el rock nacional argentino, del que es considerado como uno de sus creadores.

Los seguidores de Sandro, el Gitano, el de América, se preparaban anoche para visitarlo por última vez hoy en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso Nacional de Argentina, el mismo al que hace exactamente tres meses fueron llevados los restos de Mercedes Sosa. Era el mandato que hacían con la autoridad que les daba el haber sido fieles en su amor por el artista durante medio siglo. Un homenaje apenas normal para una figura de su estatura.

Élber Gutiérrez Roa

Por Élber Gutiérrez Roa

Jefe de redacción y editor multimedia desde 2008. Fue editor político en Colprensa, Primerapágina.com, El Espectador, CM& y Semana.com. Ganó los premios de periodismo Rey de España (digital e investigación), SIP, Ipys-Tilac, Simón Bolívar y CPB. Máster en asuntos internacionales y especialista en asuntos políticos de la U. Externado.@elbergutierrezregutierrez@elespectador.com

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