Nataly Patiño, una reina hecha a pulso
La reciente ganadora del Festival de la Leyenda Vallenata es una mujer que ha triunfado en otros 57 concursos de acordeón a punta de esfuerzo y talento. Su vida ha estado llena de obstáculos, que ha superado con dedicación, inteligencia y sabor.
Alberto González Martínez*
Nataly Patiño no quería ser acordeonera. Su padre, sí. Un acordeonero de festivales vallenatos que no logró ganar ninguno. Quería que su hija se dedicara a la música. Le daba clases de acordeón, pero a ella no le gustaba. Era una niña de siete años y poco a poco le fue agarrando el gusto. Hasta que, a sus 22, se coronó como la Reina Mayor de uno de los festivales más importantes de acordeones en Colombia.
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Nataly Patiño no quería ser acordeonera. Su padre, sí. Un acordeonero de festivales vallenatos que no logró ganar ninguno. Quería que su hija se dedicara a la música. Le daba clases de acordeón, pero a ella no le gustaba. Era una niña de siete años y poco a poco le fue agarrando el gusto. Hasta que, a sus 22, se coronó como la Reina Mayor de uno de los festivales más importantes de acordeones en Colombia.
La noche que ganó el público la aplaudía y a ella se le entrecortaba la voz. El micrófono temblaba por su mano. Los ojos se le humedecían y brillaban. No solo sus ojos. También su vestido plateado. A ella no le gusta este tipo de prendas, pero ese día una amiga le consiguió patrocinio de la indumentaria. Lo vio y dijo que sería el ganador. Así fue. Sus ojos, el vestido y Nataly Patiño brillaron esa noche. Y su victoria tuvo una dedicatoria especial.
-“Mi mamá desde el cielo me mandó fuerzas para lograr esta corona y sé que debe estar muy orgullosa de mí”, lo dijo ante el público que la contemplaba.
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Era la décima vez que se presentaba al Festival de la Leyenda Vallenata y la tercera a la categoría Acordeonera Mayor, que se creó en 2019. El año pasado concursó en una edición virtual. Luego de pasar la primera ronda recibió una llamada de un familiar. Su mamá había fallecido. Sus ganas de seguir, no. Era una mezcla de profundo dolor y alegría por estar en la final con la que su madre también soñó. Aquella vez quedó en el segundo puesto.
Su mamá y su papá se conocieron en una parranda. Él tocaba acordeón y, para conquistarla, le dijo que se había ganado más de diez festivales. Era mentira, pero ella le creyó. Y el 20 de octubre del 1999 nació Nataly Patiño en una de las ciudades más parranderas de su país: en Valledupar. La misma tierra de los reyes vallenatos Cocha Molina y Saúl Lallemand. Ella estaba destinada para las parrandas.
A los ocho años comenzó a concursar en festivales vallenatos. Ha ido hasta Urabá a concursar y allá también ha ganado. Se ha llevado coronas infantiles, juveniles, aficionadas y profesionales. En 2018 participó en la categoría Acordeonero completo del Festival Pedazo de Acordeón y le ganó al rey vallenato Julián Rojas. A ella le gusta concursar con hombres, porque cuando les gana a ellos les da más rabia.
-Cómo es posible que me va a ganar a mí una mujer, respondió por redes Julián Rojas, luego de su derrota.
-Maestro, y cuándo usted le ganó a un maestro que fue Juancho Rois, contestó Nataly Patiño.
Rojas no respondió más.
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Ese era uno de 56 festivales que había ganado Nataly, pero le faltaba uno, el más importante para cualquier acordeonero, el de la Leyenda Vallenata. La mañana de ese sábado 16 de octubre se levantó de su cama y en lo primero que pensó fue en ganar. No probó bocado de tanto pensar. Hizo una oración. Se encomendó a su Dios y dijo que sintió la presencia de su madre.
También dice que su principal apoyo es Dios. No tiene padrinos que la patrocinen, como acostumbran los acordeoneros. Tampoco recibió apoyo cuando estudiaba en el Colegio Loperena, donde estuvo hasta séptimo. No le daban permiso para faltar a clases e ir a concursar a los festivales.
—”A mí me echaron de ahí”— se ríe. “Hay colegios que no apoyan el talento”.
El colegio Leónidas Acuña sí lo hizo. Ahí terminó su bachillerato y dedicó su vida a tocar ese acordeón en parrandas y festivales. Desde el colegio estaba segura de que emplearía su vida en eso, pero para llegar a esa decisión tuvo que pasar por momentos de depresión y angustia por la presión académica y social. Estuvo a punto de no seguir tocando el acordeón.
La tarde de aquella final también tuvo una sensación similar. Los organizadores la llamaron y le dijeron que no podía utilizar ninguna de las ocho canciones con las que ya había concursado en eliminatorias. Ella solo tenía esas ocho preparadas y ganas de llorar. Lloró y sintió que esta vez tampoco tendría la corona. La impotencia la dominaba, pero les volvió a pedir a su Dios y a su mamá. Eso la tranquilizó.
Se le había olvidado la rutina y comenzó a ver videos en Youtube. Las canciones no fueron escogidas meticulosamente, sino bajo la presión de los minutos. Su experiencia le permitió montarla en tiempo récord. Llamó a un cajero y a un guacharaquero, con los que nunca había tocado, para informarles del cambio.
-“Creo que cuando uno tiene el talento y se encomienda a Dios cualquier cosa le sale”, asevera.
Ya tenía tres aires: el son, el paseo, el merengue y faltaba la puya. Eligió una que tocó en otro festival. El de Evafe, un festival femenino que se también se realiza en Valledupar. Con esa canción se lo gano en 2018. Una puya para las demás concursantes y también para los que no gustan de ella. Se llama De local.
“Yo soy Nataly Patiño / La que tiene condiciones/Que toca y canta bonito / A mí triunfando me han visto / Y no lo pueden negar / Porque en cualquier festival / brillo con lujo y detalle / Como estamo’ en el Valle /Voy a ganar de local”.
-“Lo que me he puesto a pensar es que hay gente que me quiere hacer daño, que habla mal de mí sin conocerme”, dice Nataly Patiño. “Y esa era una de las cosas que mi mamá me decía cuando estaba agonizando. Me dio un beso en la frente y me dijo: ‘Hija, yo me voy a morir, pero me da miedo dejarte sola porque la gente te quiere hacer mucho daño’. Pero siempre he dicho que estoy con Dios y él es el que sabe cuál es el momento de uno”.
Su momento por poco lo obtiene en 2020, cuando quedó en el segundo puesto. Le quedó un sinsabor porque perdió la victoria y también a su madre. A Nataly Patiño le quedó un vacío y por poco pierde sus acordeones. Los iba a vender para costear los gastos funerarios, pero pidió ayuda al público y la gente se solidarizó. Para ella fue una sensación extraña, que nunca había experimentado.
La sensación que sí había experimentado era el hormigueo, el dolor de estómago que da antes de subirse a algún escenario. Llegó después de las seis de la tarde al Parque de la Leyenda Vallenata y los nervios también llegaron. Ingresó a los camerinos de la tarima Colacho Mendoza y ahí se tranquilizó conversando sobre banalidades con los otros concursantes. Estaba en tarima Sara Arango, otra favorita, y los nervios volvieron a Nataly Patiño.
-Se prepara la siguiente concursante Nataly Patiño, anunció el locutor.
Pensó nuevamente en su mamá y en su Dios. Se tranquilizó y llegó su turno. Se subió a la tarima y el mundo se quedó detrás. El acordeón era su mundo ahora. Tocó los cuatro aires “enchoyá” -como dicen en esta región-. O más bien, engreída y segura. Se bajó y esperó con algo de angustia. Pasada media hora, el locutor anunció los ganadores. Cuando escuchó que su nombre no estaba en el tercer ni segundo puesto se sintió ganadora.
-...Y la nueva Reina Mayor del Festival de la Leyenda Vallenata es Nataly Patiño.
Subió al escenario y se sintió plena. Dijo unas palabras referidas a su mamá y se le quebró la voz, pero se sentía bien de saber que la estaban aplaudiendo a ella. Al soltar el micrófono y caminar al camerino, sintió nuevamente un vacío.
* De la Fundación Color de Colombia.