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El arte tiene un número copioso de variaciones. Dos de ellas rezan del siguiente modo: la primera, que el arte se compenetra con el objeto de un modo tal que logra vislumbrar algo más allá de él mismo; la segunda, que su estética se basa en la mera muestra, en el hecho de mirar el objeto en su estado, si es posible, más natural. Quizá a esta última arista pertenece el trabajo del venezolano Carlos Eduardo Hellmund, que expone en la Galería Sextante hasta el 16 de abril, en asociación con la Fundación Cultural Colombo Venezolana.
Las fotografías de Hellmund —nacido en octubre de 1937 y presidente ejecutivo de la Casa Fotográfica Hellmund, en Venezuela— resultan a primera vista juegos de colores: sucede así con aquellas que versan sobre Cartagena, donde se muestran las variopintas fachadas de las casas coloniales y las canastas que utilizan los dueños de casa para llevar el mercado. Las fotografías, tomadas entre 1983 y 2012 con cámaras análogas y digitales, permiten hacer un recorrido desde la Gran Sabana de Venezuela, pasar por Boyacá y Quindío y llegar a Cartagena.
Con una cámara Leica, Hellmund ha pasado su vida dedicado a la fotografía. Su bisabuelo fundó 150 años atrás la empresa de fotografía que hoy él preside y que se encarga de comercializar todo tipo de cámaras en Venezuela. Hellmund había estudiado Negocios en la Universidad de Pensilvania, luego de aprobar su educación secundaria también en EE.UU., y regresó a su país para vivir la fotografía en aquellos paisajes.
Desde siempre, pues, ha tenido contacto con la imagen. Recuerda, por ejemplo, que su padre le regaló una cámara cuando era adolescente. Había viajado a algún país de Europa y allí, mientras caminaba, encontró a Sofía Loren. Con su cámara recién desempacada, Hellmund tomó una serie de fotografías a la diva, que jamás se negó a ser fotografiada. “Me preguntan qué cámara uso y me adelanto y digo Leica —cuenta—. Pero no es la cámara. No es la flecha, es el indio. He tomado fotos con cámaras muy sencillas, todo depende del ojo”.