Oprah Winfrey cuenta “lo que he aprendido en la vida”
La líder de opinión más influyente de Estados Unidos cumplió 70 años de edad. Fragmento de la biografía “Lo que he aprendido en la vida”, publicada en Colombia en 2015 con el sello editorial Aguilar.
Oprah Winfrey * / Especial para El Espectador
Después de que el crítico de cine Gene Siskel le preguntara «¿Qué sabes con seguridad?» Oprah Winfrey comenzó a escribir la columna «What I know for Sure» en The Oprah Magazine. La pregunta le ofreció una manera de hacer «un balance en su vida» y así, Oprah escribió una columna al mes durante catorce años, en los que se retiró de The Oprah Winfrey Show (el programa de su tipo con mayor audiencia en la historia), puso en marcha su propia cadena de televisión, se convirtió en la única multimillonaria afroamericana de Estados Unidos y recibió un título honorario de la Universidad de Harvard y la Medalla Presidencial de la Libertad. (Recomendamos: Así fue la fiesta decumpleaños de Maluma).
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Después de que el crítico de cine Gene Siskel le preguntara «¿Qué sabes con seguridad?» Oprah Winfrey comenzó a escribir la columna «What I know for Sure» en The Oprah Magazine. La pregunta le ofreció una manera de hacer «un balance en su vida» y así, Oprah escribió una columna al mes durante catorce años, en los que se retiró de The Oprah Winfrey Show (el programa de su tipo con mayor audiencia en la historia), puso en marcha su propia cadena de televisión, se convirtió en la única multimillonaria afroamericana de Estados Unidos y recibió un título honorario de la Universidad de Harvard y la Medalla Presidencial de la Libertad. (Recomendamos: Así fue la fiesta decumpleaños de Maluma).
“Contaré una historia que no es nueva pero, al menos para este libro, creo que vale la pena narrarla otra vez. Corría el año 1998 y estaba dando una entrevista en vivo para la televisión, promocionando la película Beloved. Todo iba bien, hasta que llegó el momento de la conclusión. Allí, el gran crítico de cine del Chicago Sun Times, Gene Siskel, me preguntó:
—Ahora dime, ¿qué has aprendido en la vida?
Debo decir que ésta no era la primera vez que me encontraba en un dilema. A lo largo de los años he hecho y me han hecho un montón de preguntas. No es frecuente que no encuentre las palabras adecuadas, sin embargo Siskel se las arregló para pararme en seco.
—Hmmm, ¿acerca de la película?— tartamudeé, sabiendo muy bien que buscaba algo más, profundo y complejo, pero traté de esquivar el tema, hasta que se me ocurriera una respuesta más o menos coherente.
—No, —me dijo—. Sabes lo que quiero decir, acerca de ti, de tu vida, de cualquier cosa, de todo…
—Hmmm, he aprendido… hmmm… he aprendido, necesitaré tiempo para pensarlo un poco más, Gene.
Bueno, dieciséis años más tarde y tras pensarlo mucho, esta pregunta se ha vuelto el centro de mi vida. Al final del día, ¿qué he aprendido en la vida? He sondeado esa pregunta en cada número de la revista O. De hecho, «Lo que he aprendido en la vida» es el título de mi columna mensual y créeme que todavía hay muchas veces en las que no encuentro una respuesta con facilidad. ¿Qué he aprendido en la vida? Que si otro editor me llama, me envía un correo electrónico o siquiera me envía señales de humo preguntándome dónde está la entrega de este mes, ¡me cambio el nombre y me mudo a Timbuktú!
Pero justo cuando estoy lista para izar la bandera blanca y gritar, «¡suficiente!, ¡me rindo!, ¡no sé nada!», me encuentro paseando los perros, preparando una taza té de chai o remojándome en la bañera… Y entonces, de la nada, un instante de perfecta claridad me trae de vuelta a algo que mi cabeza, mi corazón y mis entrañas saben bien, sin la menor sombra de duda.
Debo admitir que me sentía un poco inquieta por volver a leer todas las columnas publicadas en los últimos catorce años. ¿Sería como ver mis viejas fotografías otra vez? ¿Aquellas en las que tengo cortes de cabello y ropa que de verdad deberían quedarse en el archivo de «en-esa-época-era-buena-idea»? Es decir, ¿qué haces si lo que sabías con certeza en aquellos días ahora se convierte en un qué estaba pensando? Entonces, tomé una pluma roja, una copa de Sauvignon Blanc, respiré hondo, me senté y empecé a leer.
Y, a medida que leía, volvían los recuerdos de lo que estaba haciendo y dónde estaba en mi vida cuando escribí esos artículos. De inmediato, recordé cómo me devanaba los sesos y buscaba dentro de mi alma. Me sentaba a escribir hasta tarde y me levantaba temprano. Todo para entender qué comprendía acerca de las cosas que importan en la vida, cosas como la alegría, la adaptación, la conexión, la gratitud, la posibilidad, el asombro, la claridad y el poder.
Me siento feliz de poder informar que lo que descubrí durante aquellos catorce años de columnas es que cuando sabes algo, cuando en verdad sabes algo, tiende a resistir el paso del tiempo. No me malinterpretes. Vives y, si estás abierto al mundo, aprendes. Así que, mientras el núcleo de mi pensamiento sigue siendo bastante sólido, terminé utilizando la pluma roja para tocar, retocar, explorar y ampliar algunas verdades viejas y otras enseñanzas aprendidas por el camino difícil.
¡Bienvenido a mi propio libro de las revelaciones! Aquí leerás sobre todas las lecciones con las que he lidiado, que me han hecho llorar, de las que he huido, a las que he regresado, con las que he hecho las paces, de las que me he reído y de las que, al final, tengo la certeza de saber algo. Mi esperanza es que te empieces a preguntar lo mismo que Gene Siskel me cuestionó hace tantos años. Sé que descubrirás algo fantástico a lo largo del camino… porque te encontrarás a ti mismo.
Oprah Winfrey, septiembre de 2014
Alegría
«Siéntate. Celebra tu vida». —Derek Walcott
La primera vez que Tina Turner apareció en mi programa, quería huir con ella, ser una de las coristas y bailar toda la noche en sus conciertos. Bueno, el sueño se hizo realidad una noche en Los Ángeles, cuando The Oprah Winfrey Show salió de gira con Tina. Después de ensayar un día completo para una sola canción, tuve mi oportunidad. Fue la experiencia más estresante y vigorizante de mi vida: me temblaban las rodillas.
Durante 5 minutos y 27 segundos tuve la oportunidad de sentir cómo se hace rock&roll en un escenario. Nunca había estado más fuera de mi propio elemento, fuera de mi cuerpo. Recuerdo que contaba los pasos en mi cabeza, intentando mantener el ritmo, esperando el gran inicio. Me sentía muy cohibida. Entonces, de repente, caí en la cuenta: chica, esto va terminar muy pronto. Y si no me relajaba, me perdería de toda la diversión. De modo que eché la cabeza hacia atrás, me olvidé del paso, paso, giro, patada y solo bailé. ¡SÍÍÍÍÍÍÍÍ!
Varios meses después recibí un paquete de mi amiga y mentora, Maya Angelou, decía que enviaba el regalo que desearía que cualquier hija suya tuviera. Tras arrancar la envoltura del paquete, encontré un CD con una canción de Lee Ann Womack que, hasta la fecha, es difícil que la escuche sin derramar una lágrima. La canción, un testimonio de la vida de Maya, incluye este verso como estribillo: «Cuando puedes escoger entre sentarte o bailar, espero que elijas bailar».
Lo que he aprendido en la vida es que todos los días traen la oportunidad de respirar, quitarse los zapatos, salirse de la fila y bailar: de vivir sin remordimientos y rebosante de toda la alegría, diversión y risa que puedas soportar. Puedes bailar de manera audaz sobre el escenario de la vida y vivir como tu espíritu te impulse, o puedes sentarte sin hacer ruido junto a la pared, retrocediendo hacia las sombras del miedo y de la falta de confianza en uno mismo.
En este preciso instante, la elección es tuya y es el único momento que tienes en realidad. Espero que no estés tan involucrado en cosas secundarias como para olvidar lo que de verdad te divierte, porque este momento está a punto de terminar. Deseo que mires hacia atrás y recuerdes que hoy fue el día en el que decidiste hacer que cada instante cuente, disfrutar cada hora como si no existiera otra más. Y cuando tengas que elegir entre sentarte o bailar, espero que bailes.
Me tomo mis placeres con mucha seriedad. Trabajo duro y juego bien; creo en el yin y el yang de la vida. No se necesita mucho para hacerme feliz porque me satisfacen todas las cosas que hago. Por supuesto, algunas de estas satisfacciones están por encima de otras. Y como intento practicar lo que predico (vivir el momento), la mayor parte del tiempo estoy consciente de la cantidad de placer que recibo. ¿Cuántas veces me he reído tanto hablando por teléfono con mi mejor amiga, Gayle King, que me empieza a doler la cabeza?
Algunas veces pienso, a media carcajada, «¿acaso esto no es un regalo, después de tantos años de llamadas nocturnas, contar con alguien que me dice la verdad y reírnos?». Eso para mí es un placer cinco estrellas. Estar consciente de crear experiencias de cuatro y cinco estrellas es como una bendición. Para mí, el simple hecho de despertarme «arropada en mi sano juicio», ser capaz de colocar mis pies sobre el suelo, caminar hacia el baño y hacer lo necesario, es una experiencia de cinco estrellas. He escuchado muchas historias de personas que no gozan de la salud suficiente para poder hacer lo mismo. Una taza de café cargado con el sustito perfecto de crema hecho con avellanas: cuatro estrellas. Salir a caminar por el bosque con los perros sin correa: cinco estrellas. Hacer ejercicio: una estrella… todavía. Sentarme debajo de mis robles y leer los periódicos del domingo: cuatro estrellas. Un libro excelente: cinco estrellas. Pasar el rato en la mesa de la cocina de Quincy Jones y hablar acerca de todo y de nada: cinco estrellas. Poder hacer cosas buenas por otras personas: más de cinco estrellas.
El gozo proviene de saber que quien lo recibe comprende el espíritu del regalo. Todos los días, me esfuerzo por hacer algo bueno por alguien, no importa si conozco o no a esa persona. Lo que he aprendido en la vida es que el placer es una energía correspondida: recibes lo que das. La manera en que ves tu vida como un todo, determina tu nivel base de placer. Tu visión interna es más importante que una vista perfecta de 20/20. Es tu propio y dulce espíritu susurrándote consejos y bendiciones, durante toda la vida. Eso sí que es un placer.
La vida está llena de tesoros deliciosos, si nos damos el momento para percibirlos. Yo los llamo los momentos «ahhh» y aprendí cómo crearlos para mí misma. Pongamos un ejemplo que viene al caso: mi taza de té chai masala de las 4 p.m. (muy condimentado, caliente, cubierto con espuma de leche de almendras; es refrescante y me da un empujoncito para el resto de la tarde). Lo que he aprendido en la vida es que momentos como ese son poderosos. Pueden ser tu oportunidad de recargarte, tu espacio para respirar, tu ocasión de reconectarte contigo mismo.
* Se publica con autorización de Penguin Random House Grupo Editorial, sello Aguilar.