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“… nunca sus dardos me molestaron, ni siquiera cuando me molestaban…”.
Muchas veces en mi vida he disfrutado y padecido los deliciosos dibujos del Maestro Héctor Osuna, cuya amistad me enaltece; y cuyo arte penetrante admiro y aprecio desde hace cincuenta años.
En ese arte sin par he disfrutado las adivinaciones, las conjeturas, en fin, todas las amenas e inteligentes suscitaciones de una sonrisa o de una carcajada, en referencias inocentes o urticantes o en apuntaciones anticipatorias de situaciones hilarantes del comportamiento político, económico o social. Todo lo cual es captado con picardía y con sin igual futurología por Osuna. Y con pedagogía persuasiva.
Dije que he padecido, también, por aquel bisturí que se hunde, implacable pero sonriente, en el cuerpo político mediante la línea elegante del Maestro, cuando expresa una decisión o revela una equivocación o simplemente recoge el lado frívolo del concurso riguroso. Porque Osuna es un científico social que capta y desmenuza, hasta desentrañar matices preterintencionales del acontecer cotidiano, desgarrador o jubiloso.
Y cuando se es gobierno, ese penetrante bisturí resulta indispensable para corregir, para sanear, para enmendar errores y para no repetirlos. Diríase que sin pretenderlo, ejerce un cogobierno sin transacciones pero, en el fondo, generoso. Por eso sus dardos no me molestaban, ni siquiera cuando me molestaban. Entonces sus rasguños se me convertían en un roce de pétalos.
Aquel dibujo sutil; las curvaturas sugerentes; los rasgos invisibles que extrae del subfondo intencional para proyectarlos en la pantalla de la realidad, hacen de Osuna el médico acucioso de las lacerías de nuestra sociedad. Es curandero de esas pandemias. Igualmente es, a modo del palabrero que siembra paz entre contendientes, según la filosofía wayúu. El libro pungente en que recogió El Espectador la tarea de este anacoreta y psicólogo social, es un tratado de las más altas pedagogías; y, simultáneamente, una enciclopedia de anatomía de la sociedad colombiana, diría más bien de nuestra sociedad opulenta.
Punto aparte merecen las reflexiones de su heterónimo Lorenzo Madrigal, con muchas de las cuales coincido; y que son la apoteosis fundamentalista de los patriarcas de la familia antioqueña, de donde viene Osuna.
Valga una evocación consagratoria del embrujo del Maestro
En julio de 1986, al llegar a la Casa de Nariño el papa Juan Pablo II en hermosa visita de una semana que el editor Benjamín Villegas llamó en un bello libro Siete días blancos, esperaban al Pontífice varios centenares de empresarios. Uno de ellos, el ingeniero Luis Carlos Sarmiento Angulo, se había encargado de preparar ad honorem, todos los escenarios. Y cumplió con presteza, oportunidad y distinción.
Pues bien, llega el Papa a la Casa de Nariño. Lo recibo con mi esposa, Rosa Elena, con Sarmiento y su esposa, doña Fanny; y con el protocolo de la Casa Militar.
El calificado auditorio está expectante. El Papa avanza por entre los gestos compungidos de una exposición de íconos, que
culminan con la Virgen de Chestokowa, su ciudad de origen. A lo lejos aparece la monja de Botero, regalo del famoso pintor para iniciar la colección de arte de la Presidencia. Las caricaturas de Osuna la bautizaron con el nombre de Sor Palacio. Y la convirtieron en protagonista de toda suerte de episodios de la fenomenología política nacional.
El Presidente disfrutaba pero padecía las caricaturas en sus proyecciones siempre gratas aunque en ocasiones un tanto dolorosas. Las cuales eran convertidas en verdades, por la credibilidad que Osuna tenía en la comunidad, aunque se tratara a veces de meras ensoñaciones freudianas.
–Santidad, le dije al Santo Padre, la monja regordeta que ve en aquella pared me crea muchos problemas, pues por las
noches se sale del marco y se va a las redacciones de los periódicos a llevar toda clase de chismografías. Por favor, Santidad, le ruego exorcizarla para sacarle el diablo, que lo lleva adentro.
El Papa, sonriendo, me pidió que le contara algunas pilatunas de la Monja. Después le envió la augusta bendición exorcizante. Y empezó de inmediato su discurso, lleno de sabiduría, de comprensión y de bondad.
Conservo los mejores recuerdos de la vida y la obra del Maestro Héctor Osuna, a quien Dios guarde por los años de los años.
(La nota anterior debió escribirla el osunólogo por excelencia, Bernardo Ramírez: la está gozando en el más allá, muerto de la risa de saber que Osuna se ha convertido en cincuentón).
* Presidente de la República de Colombia 1982-1986
Opiniones
Andrés Pastrana
Ex presidente
Es un gran caricaturista que ha sabido interpretar la opinión popular en la política, siempre ha hecho críticas con mucho humor. Recuerdo que era buen amigo de mi padre y se me vienen grandes imágenes de él en reuniones interpretando la realidad nacional. Durante mi gobierno hizo caricaturas que causaron polémica.
José Name
Ex congresista
Es uno de los más grandes críticos de la vida nacional, dentro de una concepción de mucho respeto, pero con una gran identidad, porque la verdad es que una caricatura de Osuna tiene un mensaje tremendo y es una expresión muy auténtica de la realidad nacional. Su vida siempre ha sido autónoma y le ha hecho un buen servicio al país.
Camilo Sánchez
Senador
Es el humor político hecho realidad, una persona que durante 50 años ha sido capaz de plasmar la realidad nacional en una caricatura. Fue excelente amigo de mi padre, tengo muchas caricaturas de él, mi papá lo quería mucho.
Para ver sus históricas caricaturas, haga clic AQUÍ.