“Pase lo que pase, seguiré siendo misionero”
No le gusta que le digan pastor, religioso o sacerdote. Dice que sólo es un misionero que reparte biblias luteranas en zonas de conflicto y que continuará evangelizando aunque haya sido detenido y se sospeche que apoya a las Farc.
Cecilia Orozco Tascón
¿Cuándo se enteró y cómo supo que su nombre estaba involucrado en una investigación por presunta colaboración con las Farc?
Un oficial del Ejército que conocía me dijo que había una investigación que se estaba adelantando contra varios habitantes del Sumapaz y contra mí por el delito de rebelión. Y me recomendó que fuera a aclarar mi situación ante el investigador. Decidí presentarme en la sede de la Sijín, de la Policía de Cundinamarca. En cuanto me identifiqué, el uniformado que me atendió dijo que había una orden de captura en mi contra y me detuvo.
¿Había sido notificado formalmente de la investigación judicial que lo involucraba y de la orden de captura en su contra?
No. Me detuvieron con base en una orden de captura supuestamente secreta, fechada el 4 de diciembre del año pasado, que no figuraba en el sistema judicial ni había sido notificada en persona o por edicto a la Embajada de Estados Unidos, como lo exigen los convenios existentes entre los dos países. Yo tampoco sabía nada. Como le conté, me enteré, de manera informal, por un oficial del Ejército.
¿Le dejaron ver la orden de captura con la firma de un juez y le dieron a conocer los motivos por los que estaba siendo detenido?
Sólo en ese momento supe que se había dictado orden de captura en mi contra por el delito de rebelión y que, como sustento, había unas declaraciones de desmovilizados de la guerrilla que buscaban beneficios acogiéndose a la Ley de Justicia y Paz, así fuera inventando historias y cometiendo injuria e infamia contra mí.
¿Quiénes declararon contra usted?
Dos desmovilizados que, siendo guerrilleros de las Farc, se dedicaban a ejecutar actos terroristas, según fui informado. Ellos venían extorsionándome desde la cárcel, desde diciembre de 2012. Como no accedí a su chantaje, inventaron falsos testimonios.
¿Usted los conoce?
Sé que uno de ellos es alias Samuel Carrillo y que el otro es alias Libardo. Conocí a este último en desarrollo de mis tareas de misionero. A Samuel Carrillo no lo he visto nunca.
¿Por qué no los denunció, si estaban extorsionándolo?
Porque siendo misionero, no daría buena imagen ni confianza ante los campesinos y todos los grupos armados que visito, con frecuencia, si me involucro en problemas judiciales con quienes han hecho parte del conflicto. Esto, por una parte. Por la otra, tampoco quiero dar la impresión de que quien predica la palabra de Dios no tiene confianza en Él.
¿En qué consistía la extorsión? ¿Con qué lo amenazaban y cómo se comunicaban con usted?
Me exigían dinero a cambio de no declarar contra mí. Ellos se encontraban en la cárcel La Picota y me enteré de sus mensajes a través de una trabajadora social que los visitaba por sus deberes profesionales.
¿Es cierto que quienes lo han investigado pertenecen a un grupo antiterrorismo de la Policía de Cundinamarca?
No conozco esos detalles.
¿Cuánto tiempo estuvo detenido y cuáles fueron los argumentos para dejarlo en libertad?
Estuve 24 horas detenido y fui liberado por una jueza de control de garantías que dijo que no había méritos para privarme de la libertad. Regañó al fiscal del caso y le dijo que le había hecho perder el tiempo a la judicatura y el dinero a la nación. Resaltó que la Fiscalía no había hecho labor investigativa con quien se dedicaba a hacer actividades que eran públicas y que contaban con el aval militar. Hasta señaló que mi nombre se podía consultar en Google.
¿Tiene restricción para salir del país?
No. Acabo de viajar a Perú y de regresar al país.
¿Sigue vinculado al proceso por presunta rebelión?
El fiscal del caso apeló mi libertad y sigo vinculado junto con unos 20 campesinos del Sumapaz, varios de ellos detenidos y a quienes, según me han contado, están presionando para que declaren contra mí diciéndoles que si lo hacen, los dejarán libres o que cumplan su detención en el domicilio.
Vamos al inicio de su historia: ¿de dónde viene su familia, qué edad tenía cuando llegó y por qué ustedes se establecieron en Colombia?
Nací en Minneapolis, Minnesota, en 1955. Mi padre es de origen noruego y mi madre de origen sueco, pero ambos eran ciudadanos de Estados Unidos. Vinieron a Colombia en su calidad de misioneros, con toda la familia, en enero de 1964. Yo tenía ocho años.
¿Misioneros de cuál religión?
De una iglesia luterana independiente. Pero más que representar una religión, se trataba de una confraternidad que envía misioneros a todo el mundo con el fin de evangelizar y de proporcionar ayuda humanitaria.
¿Por qué escogieron este país y no otro?
Porque el Ministerio de Gobierno de la época hizo un contrato con la confraternidad para adelantar estudios de investigación sobre las diferentes lenguas indígenas del país. Con mis padres llegaron cerca de 350 personas que venían vinculadas mediante el Instituto Lingüístico de Verano, una institución muy activa en ese momento. Mi padre fue el fundador de esas labores que se desarrollaron aquí, aproximadamente entre 1964 y 1996.
¿Ha vivido también en el exterior?
Siempre he vivido en Colombia, salvo los años de universidad que hice en Minnesota, en donde estudié agricultura y aviación.
¿Usted también es piloto comercial?
Sí. Soy instructor de aviación agrícola y desarrollo, además, actividades de ganadería.
¿A quiénes les da instrucción de aviación?
A quienes tienen que realizar tareas de fumigación aérea en grandes extensiones de cultivos. No hay muchos instructores de aviación agrícola en Colombia.
¿Por qué usted decidió establecerse, definitivamente, en el país?
Por varias razones: llegué muy pequeño, me casé con una colombiana y mis vínculos con el país se fortalecieron. En el año 83 fui secuestrado por las Farc en Caño Jabón, Meta. Fui liberado en enero de 1984. Y cuando me liberaron, el padre Rafael García- Herreros me nombró su codirector en la cruzada nacional de reconciliación que estaba emprendiendo. Desde entonces estoy convencido de que mi misión es convertir a las personas para que dejen las armas y desistan de usar la violencia. No hablo sólo de guerrilleros. También de los paramilitares, los narcotraficantes y todos los que causan daño en el conflicto.
Según cuenta, hace más de 30 años que visita zonas de combates después de su secuestro. ¿Cómo ha logrado que le permitan entrar y salir sin ser sospechoso de pertenecer a un otro bando, como ocurre ahora que lo sindican de rebelión?
Desde el año 84 en que fui liberado y hasta el año 92 fui el codirector de la campaña que emprendió el padre García-Herreros cuando el presidente Belisario Betancur lo llevó a conversar con las Farc en Casa Verde. En ese tiempo fui enviado por el padre, con permiso del Gobierno, a visitar varios frentes. Como se trataba de una tarea general de reconciliación, también visitamos, con el sacerdote, a Víctor Carranza para ayudarle a poner fin a la “guerra verde” de los esmeralderos de Boyacá, en los años 90 y 91. Ese esfuerzo culminó con un acuerdo conocido como la Paz de Quipama. En esa época también conocí a personas que después conformaron los nacientes grupos paramilitares. De otra parte, también visitábamos las guarniciones de Policía y del Ejército, y yo predicaba en las parroquias católicas. Soy el único no católico a quien se le ha permitido esa licencia.
Disculpe, pero no ha contestado: ¿cómo consiguió que los lados enfrentados confiaran en usted?
Porque todos veían que yo me dedicaba a llevar brigadas de salud, a trasladar enfermos, a repartir libros y biblias gratis, y se daban cuenta que no participaba en nada que no fuera público. Además, siempre predicaba por radio desde donde estaba ubicado. Era muy fácil saber dónde estaba y qué hacía.
Me imagino que la confianza que el padre García-Herreros inspiraba ayudó a que usted fuera recibido sin prevención. ¿Cómo hicieron para trabajar juntos pese a pertenecer a religiones diferentes?
Él era una persona de gran corazón y siempre dijo que había que cerrar la brecha entre las religiones. A mí me recibió con los brazos abiertos cuando lo conocí en el Minuto de Dios. La amistad que me brindó quedó plasmada en las frases que firmó en la contracarátula del libro que escribí durante el secuestro: Rescue the captors, 1984 (Secuestro y reconciliación, en español).
¿Qué hace, exactamente, cuando está con los grupos armados legales o ilegales?
Predico para que las personas se sometan a Dios y estén en paz consigo mismas y con las demás. Si logramos convencer al violento de que Dios existe, empezará a cambiar su conducta, tarde o temprano. Nosotros buscamos cambios de corazón por corazón y, además de distribuir libros y biblias, enviamos mensajes por radio y repartimos aparatos solares fijos en nuestras frecuencias para que puedan escucharnos cuando no estamos en las regiones.
En los aparatos de radio que regala, ¿sólo se puede escuchar lo que ustedes predican? Pregunto porque repartir medios de comunicación en zonas de conflicto puede parecer sospechoso.
Sólo se escuchan nuestros mensajes en dos frecuencias de onda corta: 5919 y 6010. Los que regalamos son aparatos receptores desde donde no se puede emitir señal. Esta actividad no es tan extraña para mí ni tampoco es nueva: estuve a cargo del programa “Mi Familia”, que se transmitía en la mañana y en la tarde desde el año 84 hasta el 92, bajo la dirección del padre en la emisora del Minuto de Dios.
Efectivamente, el Minuto de Dios tiene larga historia en el país y es una marca con ingresos reconocidos. ¿Cómo sostiene económicamente sus viajes y sus tareas de misionero?
En parte, con los derechos que me paga el editor de Estados Unidos, de los más de 12 libros que he escrito y que cualquiera puede examinar consultando amazon.com bajo el nombre Russell Stendal para los textos en inglés, y con mi segundo nombre, Martin Stendal, para los textos en español. La misión también se sostiene con donaciones de entidades y personas que reciben las biblias y los libros y, por último, con ayuda de mis familiares aquí y en Norteamérica que realizan sus propias actividades económicas.
¿A cuáles zonas del país viaja y con qué frecuencia?
A las regiones selváticas, Llanos Orientales, Cauca, Valle del Cauca, Nariño, Putumayo, Guaviare, Vichada, Guainía, Vaupés y también visito el Sumapaz.
¿Es también corriente que viaje fuera del país y para qué?
Sí. Me invitan a foros y convenciones internacionales. El año pasado, por ejemplo, fui a Finlandia, Zambia, Canadá, Panamá y Estados Unidos ¿Para qué? Para dictar conferencias sobre los temas que trato en los libros que he escrito.
¿En cuál Fiscalía está su caso?
En la Primera Seccional de Cundinamarca.
¿Está dispuesto a atender el caso en Colombia o piensa irse del país?
Me presenté voluntariamente y sigo creyendo en la justicia colombiana. Voy a enfrentar aquí el proceso hasta las últimas consecuencias, pero acudiré a organismos internacionales, si es necesario, para proteger mis derechos fundamentales.
¿Por qué cree que su nombre terminó involucrado en este caso?
En palabras de un general amigo, este fue “un lamentable error”.
¿Qué fue un “lamentable error”: la orden de captura, la investigación o su conducta con personas por fuera de la ley con quienes traspasó el límite legal?
Nunca he sobrepasado los límites legales en mis labores de misionero. Las autoridades competentes siempre han estado al tanto de cada uno de mis movimientos y actuaciones. Lo que es un lamentable error es la investigación en mi contra y el hecho de darles beneficios a unos testigos que no tienen ninguna credibilidad. También resulta lamentable que me dicten orden de captura sin ningún otro sustento que apoye lo que dicen unos desmovilizados.
Ahora que está metido en este lío, ¿ha pensado en dejar sus tareas de misionero y sus actividades religiosas que pueden confundirse con movimientos delictivos por las zonas que recorre?
En ningún momento. Pase lo que pase, continuaré haciendo la tarea para la que me puso el Señor en este mundo.
¿Cuándo se enteró y cómo supo que su nombre estaba involucrado en una investigación por presunta colaboración con las Farc?
Un oficial del Ejército que conocía me dijo que había una investigación que se estaba adelantando contra varios habitantes del Sumapaz y contra mí por el delito de rebelión. Y me recomendó que fuera a aclarar mi situación ante el investigador. Decidí presentarme en la sede de la Sijín, de la Policía de Cundinamarca. En cuanto me identifiqué, el uniformado que me atendió dijo que había una orden de captura en mi contra y me detuvo.
¿Había sido notificado formalmente de la investigación judicial que lo involucraba y de la orden de captura en su contra?
No. Me detuvieron con base en una orden de captura supuestamente secreta, fechada el 4 de diciembre del año pasado, que no figuraba en el sistema judicial ni había sido notificada en persona o por edicto a la Embajada de Estados Unidos, como lo exigen los convenios existentes entre los dos países. Yo tampoco sabía nada. Como le conté, me enteré, de manera informal, por un oficial del Ejército.
¿Le dejaron ver la orden de captura con la firma de un juez y le dieron a conocer los motivos por los que estaba siendo detenido?
Sólo en ese momento supe que se había dictado orden de captura en mi contra por el delito de rebelión y que, como sustento, había unas declaraciones de desmovilizados de la guerrilla que buscaban beneficios acogiéndose a la Ley de Justicia y Paz, así fuera inventando historias y cometiendo injuria e infamia contra mí.
¿Quiénes declararon contra usted?
Dos desmovilizados que, siendo guerrilleros de las Farc, se dedicaban a ejecutar actos terroristas, según fui informado. Ellos venían extorsionándome desde la cárcel, desde diciembre de 2012. Como no accedí a su chantaje, inventaron falsos testimonios.
¿Usted los conoce?
Sé que uno de ellos es alias Samuel Carrillo y que el otro es alias Libardo. Conocí a este último en desarrollo de mis tareas de misionero. A Samuel Carrillo no lo he visto nunca.
¿Por qué no los denunció, si estaban extorsionándolo?
Porque siendo misionero, no daría buena imagen ni confianza ante los campesinos y todos los grupos armados que visito, con frecuencia, si me involucro en problemas judiciales con quienes han hecho parte del conflicto. Esto, por una parte. Por la otra, tampoco quiero dar la impresión de que quien predica la palabra de Dios no tiene confianza en Él.
¿En qué consistía la extorsión? ¿Con qué lo amenazaban y cómo se comunicaban con usted?
Me exigían dinero a cambio de no declarar contra mí. Ellos se encontraban en la cárcel La Picota y me enteré de sus mensajes a través de una trabajadora social que los visitaba por sus deberes profesionales.
¿Es cierto que quienes lo han investigado pertenecen a un grupo antiterrorismo de la Policía de Cundinamarca?
No conozco esos detalles.
¿Cuánto tiempo estuvo detenido y cuáles fueron los argumentos para dejarlo en libertad?
Estuve 24 horas detenido y fui liberado por una jueza de control de garantías que dijo que no había méritos para privarme de la libertad. Regañó al fiscal del caso y le dijo que le había hecho perder el tiempo a la judicatura y el dinero a la nación. Resaltó que la Fiscalía no había hecho labor investigativa con quien se dedicaba a hacer actividades que eran públicas y que contaban con el aval militar. Hasta señaló que mi nombre se podía consultar en Google.
¿Tiene restricción para salir del país?
No. Acabo de viajar a Perú y de regresar al país.
¿Sigue vinculado al proceso por presunta rebelión?
El fiscal del caso apeló mi libertad y sigo vinculado junto con unos 20 campesinos del Sumapaz, varios de ellos detenidos y a quienes, según me han contado, están presionando para que declaren contra mí diciéndoles que si lo hacen, los dejarán libres o que cumplan su detención en el domicilio.
Vamos al inicio de su historia: ¿de dónde viene su familia, qué edad tenía cuando llegó y por qué ustedes se establecieron en Colombia?
Nací en Minneapolis, Minnesota, en 1955. Mi padre es de origen noruego y mi madre de origen sueco, pero ambos eran ciudadanos de Estados Unidos. Vinieron a Colombia en su calidad de misioneros, con toda la familia, en enero de 1964. Yo tenía ocho años.
¿Misioneros de cuál religión?
De una iglesia luterana independiente. Pero más que representar una religión, se trataba de una confraternidad que envía misioneros a todo el mundo con el fin de evangelizar y de proporcionar ayuda humanitaria.
¿Por qué escogieron este país y no otro?
Porque el Ministerio de Gobierno de la época hizo un contrato con la confraternidad para adelantar estudios de investigación sobre las diferentes lenguas indígenas del país. Con mis padres llegaron cerca de 350 personas que venían vinculadas mediante el Instituto Lingüístico de Verano, una institución muy activa en ese momento. Mi padre fue el fundador de esas labores que se desarrollaron aquí, aproximadamente entre 1964 y 1996.
¿Ha vivido también en el exterior?
Siempre he vivido en Colombia, salvo los años de universidad que hice en Minnesota, en donde estudié agricultura y aviación.
¿Usted también es piloto comercial?
Sí. Soy instructor de aviación agrícola y desarrollo, además, actividades de ganadería.
¿A quiénes les da instrucción de aviación?
A quienes tienen que realizar tareas de fumigación aérea en grandes extensiones de cultivos. No hay muchos instructores de aviación agrícola en Colombia.
¿Por qué usted decidió establecerse, definitivamente, en el país?
Por varias razones: llegué muy pequeño, me casé con una colombiana y mis vínculos con el país se fortalecieron. En el año 83 fui secuestrado por las Farc en Caño Jabón, Meta. Fui liberado en enero de 1984. Y cuando me liberaron, el padre Rafael García- Herreros me nombró su codirector en la cruzada nacional de reconciliación que estaba emprendiendo. Desde entonces estoy convencido de que mi misión es convertir a las personas para que dejen las armas y desistan de usar la violencia. No hablo sólo de guerrilleros. También de los paramilitares, los narcotraficantes y todos los que causan daño en el conflicto.
Según cuenta, hace más de 30 años que visita zonas de combates después de su secuestro. ¿Cómo ha logrado que le permitan entrar y salir sin ser sospechoso de pertenecer a un otro bando, como ocurre ahora que lo sindican de rebelión?
Desde el año 84 en que fui liberado y hasta el año 92 fui el codirector de la campaña que emprendió el padre García-Herreros cuando el presidente Belisario Betancur lo llevó a conversar con las Farc en Casa Verde. En ese tiempo fui enviado por el padre, con permiso del Gobierno, a visitar varios frentes. Como se trataba de una tarea general de reconciliación, también visitamos, con el sacerdote, a Víctor Carranza para ayudarle a poner fin a la “guerra verde” de los esmeralderos de Boyacá, en los años 90 y 91. Ese esfuerzo culminó con un acuerdo conocido como la Paz de Quipama. En esa época también conocí a personas que después conformaron los nacientes grupos paramilitares. De otra parte, también visitábamos las guarniciones de Policía y del Ejército, y yo predicaba en las parroquias católicas. Soy el único no católico a quien se le ha permitido esa licencia.
Disculpe, pero no ha contestado: ¿cómo consiguió que los lados enfrentados confiaran en usted?
Porque todos veían que yo me dedicaba a llevar brigadas de salud, a trasladar enfermos, a repartir libros y biblias gratis, y se daban cuenta que no participaba en nada que no fuera público. Además, siempre predicaba por radio desde donde estaba ubicado. Era muy fácil saber dónde estaba y qué hacía.
Me imagino que la confianza que el padre García-Herreros inspiraba ayudó a que usted fuera recibido sin prevención. ¿Cómo hicieron para trabajar juntos pese a pertenecer a religiones diferentes?
Él era una persona de gran corazón y siempre dijo que había que cerrar la brecha entre las religiones. A mí me recibió con los brazos abiertos cuando lo conocí en el Minuto de Dios. La amistad que me brindó quedó plasmada en las frases que firmó en la contracarátula del libro que escribí durante el secuestro: Rescue the captors, 1984 (Secuestro y reconciliación, en español).
¿Qué hace, exactamente, cuando está con los grupos armados legales o ilegales?
Predico para que las personas se sometan a Dios y estén en paz consigo mismas y con las demás. Si logramos convencer al violento de que Dios existe, empezará a cambiar su conducta, tarde o temprano. Nosotros buscamos cambios de corazón por corazón y, además de distribuir libros y biblias, enviamos mensajes por radio y repartimos aparatos solares fijos en nuestras frecuencias para que puedan escucharnos cuando no estamos en las regiones.
En los aparatos de radio que regala, ¿sólo se puede escuchar lo que ustedes predican? Pregunto porque repartir medios de comunicación en zonas de conflicto puede parecer sospechoso.
Sólo se escuchan nuestros mensajes en dos frecuencias de onda corta: 5919 y 6010. Los que regalamos son aparatos receptores desde donde no se puede emitir señal. Esta actividad no es tan extraña para mí ni tampoco es nueva: estuve a cargo del programa “Mi Familia”, que se transmitía en la mañana y en la tarde desde el año 84 hasta el 92, bajo la dirección del padre en la emisora del Minuto de Dios.
Efectivamente, el Minuto de Dios tiene larga historia en el país y es una marca con ingresos reconocidos. ¿Cómo sostiene económicamente sus viajes y sus tareas de misionero?
En parte, con los derechos que me paga el editor de Estados Unidos, de los más de 12 libros que he escrito y que cualquiera puede examinar consultando amazon.com bajo el nombre Russell Stendal para los textos en inglés, y con mi segundo nombre, Martin Stendal, para los textos en español. La misión también se sostiene con donaciones de entidades y personas que reciben las biblias y los libros y, por último, con ayuda de mis familiares aquí y en Norteamérica que realizan sus propias actividades económicas.
¿A cuáles zonas del país viaja y con qué frecuencia?
A las regiones selváticas, Llanos Orientales, Cauca, Valle del Cauca, Nariño, Putumayo, Guaviare, Vichada, Guainía, Vaupés y también visito el Sumapaz.
¿Es también corriente que viaje fuera del país y para qué?
Sí. Me invitan a foros y convenciones internacionales. El año pasado, por ejemplo, fui a Finlandia, Zambia, Canadá, Panamá y Estados Unidos ¿Para qué? Para dictar conferencias sobre los temas que trato en los libros que he escrito.
¿En cuál Fiscalía está su caso?
En la Primera Seccional de Cundinamarca.
¿Está dispuesto a atender el caso en Colombia o piensa irse del país?
Me presenté voluntariamente y sigo creyendo en la justicia colombiana. Voy a enfrentar aquí el proceso hasta las últimas consecuencias, pero acudiré a organismos internacionales, si es necesario, para proteger mis derechos fundamentales.
¿Por qué cree que su nombre terminó involucrado en este caso?
En palabras de un general amigo, este fue “un lamentable error”.
¿Qué fue un “lamentable error”: la orden de captura, la investigación o su conducta con personas por fuera de la ley con quienes traspasó el límite legal?
Nunca he sobrepasado los límites legales en mis labores de misionero. Las autoridades competentes siempre han estado al tanto de cada uno de mis movimientos y actuaciones. Lo que es un lamentable error es la investigación en mi contra y el hecho de darles beneficios a unos testigos que no tienen ninguna credibilidad. También resulta lamentable que me dicten orden de captura sin ningún otro sustento que apoye lo que dicen unos desmovilizados.
Ahora que está metido en este lío, ¿ha pensado en dejar sus tareas de misionero y sus actividades religiosas que pueden confundirse con movimientos delictivos por las zonas que recorre?
En ningún momento. Pase lo que pase, continuaré haciendo la tarea para la que me puso el Señor en este mundo.