Pepe Aguilar: “Últimamente, mi hija ha recibido mucho hate”
Este 25 de octubre, por primera vez, tres miembros de la dinastía Aguilar estarán en Colombia. Pepe, quien compartirá escenario con Ángela y Leonardo, sus hijos, habló, entre otras cosas, sobre lo que ha significado ser padre y artista en una industria con la que ha luchado durante toda su vida. Entrevista para Claro Oscuro, el formato de entrevistas en video de la sección de Entretenimiento de El Espectador.
Samuel Sosa Velandia
La música no ha estado exenta de transformaciones; hay nuevos sonidos que dominan la industria, mientras otros parecen ser relegados. ¿Cómo ve esos cambios? ¿Está abierto a explorar nuevos géneros?
Sí, ahí está la prueba en mis 34 discos, donde se evidencia una evolución, una fusión y unión de sonidos e instrumentos. Me gusta experimentar. Sin embargo, musicalmente no me interesa estar en la moda. Por ejemplo, no creo que el mariachi desaparezca jamás, a pesar de que otros tipos de música puedan ponerse de moda. Es un género muy importante y nunca me ha interesado ese juego de las tendencias; soy fiel a mis convicciones. Cada quien que haga lo que pueda con lo que tiene. Yo me preocupo por mí, y lo que estoy haciendo ahora es fusión, como lo que hacía hace 25 años.
Ya que hablamos del paso del tiempo, ¿cómo convive con la idea de que “los años no llegan solos”? ¿Ha pensado en qué será de su vejez?
Nunca me he preocupado por eso. La edad no la puedes controlar. Gracias a Dios, después de 35 años de trabajar exitosamente, ahí está mi pensión. Si algo puedo decirte sobre tener tanto tiempo en esto, es que me siento cada vez más seguro para hablar con quien sea y sobre lo que sea, porque lo hago desde el corazón y la verdad. Ahora que recuerdo lo de la pensión, es interesante, porque hay dos o tres pensiones que claramente ayudan, pero lo que yo les voy a dejar a mis hijos son muchas pensiones en forma de discos grabados.
Hablemos sobre el ego, ¿cómo ha sido controlarlo o lidiar con él?
Primero, vamos a dejar claro qué es el ego. Muchas personas ni siquiera entienden qué es; lo ven como algo relacionado con ser engreído, creído, payaso o insufrible. Pero el ego es tu identificación con todo. Te permite determinar qué es bueno y qué es malo. Sin embargo, eso puede transformarse en despotismo o autosuficiencia mal encaminada. He trabajado mucho en eso, meditando y entendiendo cómo funciona el ego, porque si te duermes, de repente te puedes creer la mamá de Tarzán, y más en este negocio donde todo el mundo te adula. Yo no creo que sea más que tú ni que tú seas más que yo, en lo absoluto. Todos somos diferentes versiones de una misma cosa que es Dios.
Después de 16 años de estudiar, de irme a la India y a Indonesia, de meditar, de quedarme a dormir en las calles, de pedir limosna y hacer un montón de cosas, mi ego está tranquilo. Pero también, de repente, tienes que decir lo que es, aunque hieras algunos egos.
Cuénteme sobre su viaje a la India (Pregunta Flypass)
Me fui porque me di cuenta de lo fácil que es caer en la ilusión de la superioridad. En la India se desvanecen esas ideas. Es un lugar donde la gente no tiene realmente nada, pero es feliz. Allí conocí una versión diferente de mí.
Y aquí, en su realidad, ¿cómo cuida su mente y espíritu?
Yo empecé a ver al psicólogo hace unos 20 años; la primera vez que fui fue por miedo a los aviones. No quise ir a un psiquiatra porque no quería tomar medicinas. El psicólogo me ayudó, pero no al nivel que esperaba. Al año y medio, muere mi padre, y ese golpe emocional fue el mejor psicólogo que pude haber encontrado. La muerte es una gran maestra. Entonces, me di cuenta de que no necesitaba un psicólogo, sino una alineación espiritual, y por eso fue la búsqueda. Encontré un coach de vida y llevo 16 años con este hombre, de quien no sé ni dónde vive ni si tiene familia; no es un rollo de culto, ni tampoco de dependencia. Simplemente, ha sido un excelente espejo. Yo llego, le platico y él me regresa lo que le acabo de decir. Digo: “Ay, güey, pues sí es cierto” y yo solo arreglo los problemas.
Hablemos sobre la industria y las cosas que le incomodan de ella...
Yo me he peleado varias veces con la industria, legalmente. Me salí, me emancipé de la industria musical a trancasos, es decir, en un juzgado. Por eso me hice independiente, porque me parecía un abuso tremendo de la industria hacia el activo principal: los artistas. Sin artistas no hay industria, y cómo es posible que sean los que menos ganen y los que menos tengan que decir. Por eso me peleé y me ha costado. No estoy peleando constantemente, pero sí exijo mis derechos cuando veo que algo no está correcto. No voy con una bandera de guerra; simplemente, como decía Benito Juárez, “el respeto al derecho ajeno es la paz”. Tu derecho se acaba donde empieza el mío, y esto aplica en todas las circunstancias, independientemente de lo que firmes.
Por lo tanto, en las compañías de discos que ahora son de mi propiedad, tengo contratos para los artistas que son los mejores de la industria: ellos son dueños de su obra, los contratos son breves y no les decimos mentiras. Creo que aún hay mucho por arreglar, no solo en la industria musical, sino en todos los ámbitos de la vida. En el periodismo es igual, y en cualquier otra industria también. Siempre hay que mejorar; siempre hay espacio para el progreso. La industria del espectáculo es muy informal, lo que facilita que se aprovechen de la gente que no sabe, de los sueños de quienes recién comienzan. Ahora que tengo más experiencia, a veces me gusta hacer la de Robin Hood.
¿Y cuál cree que es la mayor mentira que le ha dicho la industria?
En la industria musical, lo que pega es lo que la industria quiere que pegue, no lo que la gente quiere. Es un pequeño secreto. Hay veces que, por supuesto, como todo en la vida, la excepción confirma la regla, y hay muchos artistas que lo demuestran. Por ejemplo, Eros Ramazzotti revolucionó la industria italiana de la música, que tenía los mismos problemas de los que estamos hablando. Así que hay casos en los que un artista puede desafiar esas tendencias, como Pepe Aguilar, pero es complicado.
Cada vez es más fácil que los artistas tengan el control de sus carreras. Cuando yo me hice independiente, era sumamente raro. En la actualidad, ya no es una opción; las disqueras ya no te contratan directamente. Ahora te dicen: “Trae tu proyecto ya hecho y nos asociamos”. Es un tema que durante muchos años tuve que tratar con mi psicólogo, porque si entras al negocio de la música de manera inocente, puedes enfrentarte a muchos desafíos.
¿Cómo ha sido ejercer el rol de padre en la industria? ¿Qué pasa por su cabeza al saber que sus hijos están expuestos a críticas?
El hate lleva poco tiempo en las redes. Al principio, todo era color de rosa; las redes eran para comunicarse con amigos y artistas o personalidades inalcanzables. Ahora se ha convertido en un juego donde se sacan a relucir todas tus carencias emocionales y traumas. Cuando eso sucede y me lo dicen a mí, me resbala. Sé quién soy y no necesito la validación de alguien anónimo que tiene 10 seguidores, por el amor de Dios. Pero si eres joven, aún estás en la búsqueda de tu identidad, y cualquier opinión de alguien, aunque sea un anónimo o un hater, te afecta. Así que me preocupaba por ellos, no por mí, pero sí me preguntaba cómo lo tomarían. Hablaba con ellos, por supuesto. Tampoco han sido tan hateados. Últimamente, sí ha habido comentarios sobre mi hija, pero en toda su carrera ha recibido puro amor y cariño.
En la vida hay de todo. Así que hay que lidiar con lo que es. No es lo que quisieras que pasara, pero es lo que está pasando. Recuerda quién eres y que esto es un juego. Recuerda que no conoces a quienes te están criticando. Eso es lo que les digo.
¿Qué les aconseja a ellos?
Pues mira, la mayoría de los que les he dado consejos no me hacen caso. Pero, de todas maneras, sigo insistiendo. Primero, que no se comparen con nadie, porque cada persona es única e irrepetible. Así como los 8 mil millones de personas, todos somos únicos. En segundo lugar, que se hagan buenos en ser ellos mismos, porque, al ser únicos, nadie les va a ganar en ser ellos. Si se esfuerzan por ser auténticos, no hay competencia. Y el tercer consejo es que no se lo tomen tan en serio. La verdad es que nada es tan serio como la muerte; todo lo demás es secundario.
Cuénteme sobre el concierto con sus hijos en Colombia. ¿Cómo se siente al compartir escenarios con ellos?
Es bonito, es un privilegio, es como una bendición poder trabajar con tu familia, hagas lo que hagas. En la música no es la excepción. Me encanta verlos tan completos y preparados para este mundo musical. Me siento orgulloso de lo que han logrado hasta el momento, y compartir escenario con todas esas energías que te acabo de mencionar está genial.
Y usted como hijo, ¿qué agradece del legado de sus padres?
Yo creo que el mayor legado que dejaron mi padre y mi madre no es musical, sino humano. Hemos transmitido esa misma educación y esos mismos principios a mis hijos. Luego, claro, cada uno hace lo que va a hacer, porque todos somos piezas en un rompecabezas cósmico. Aunque formes parte de un todo, tú te vas a mover de acuerdo con tu esencia. Y, independientemente de cómo te eduquen, tú harás lo que realmente quieras hacer. Espero que mis hijos continúen con las mismas ganas, respeto y profesionalismo de aquí hasta que terminen sus carreras. Si es así, por supuesto, quedaré en buenas manos.
La música no ha estado exenta de transformaciones; hay nuevos sonidos que dominan la industria, mientras otros parecen ser relegados. ¿Cómo ve esos cambios? ¿Está abierto a explorar nuevos géneros?
Sí, ahí está la prueba en mis 34 discos, donde se evidencia una evolución, una fusión y unión de sonidos e instrumentos. Me gusta experimentar. Sin embargo, musicalmente no me interesa estar en la moda. Por ejemplo, no creo que el mariachi desaparezca jamás, a pesar de que otros tipos de música puedan ponerse de moda. Es un género muy importante y nunca me ha interesado ese juego de las tendencias; soy fiel a mis convicciones. Cada quien que haga lo que pueda con lo que tiene. Yo me preocupo por mí, y lo que estoy haciendo ahora es fusión, como lo que hacía hace 25 años.
Ya que hablamos del paso del tiempo, ¿cómo convive con la idea de que “los años no llegan solos”? ¿Ha pensado en qué será de su vejez?
Nunca me he preocupado por eso. La edad no la puedes controlar. Gracias a Dios, después de 35 años de trabajar exitosamente, ahí está mi pensión. Si algo puedo decirte sobre tener tanto tiempo en esto, es que me siento cada vez más seguro para hablar con quien sea y sobre lo que sea, porque lo hago desde el corazón y la verdad. Ahora que recuerdo lo de la pensión, es interesante, porque hay dos o tres pensiones que claramente ayudan, pero lo que yo les voy a dejar a mis hijos son muchas pensiones en forma de discos grabados.
Hablemos sobre el ego, ¿cómo ha sido controlarlo o lidiar con él?
Primero, vamos a dejar claro qué es el ego. Muchas personas ni siquiera entienden qué es; lo ven como algo relacionado con ser engreído, creído, payaso o insufrible. Pero el ego es tu identificación con todo. Te permite determinar qué es bueno y qué es malo. Sin embargo, eso puede transformarse en despotismo o autosuficiencia mal encaminada. He trabajado mucho en eso, meditando y entendiendo cómo funciona el ego, porque si te duermes, de repente te puedes creer la mamá de Tarzán, y más en este negocio donde todo el mundo te adula. Yo no creo que sea más que tú ni que tú seas más que yo, en lo absoluto. Todos somos diferentes versiones de una misma cosa que es Dios.
Después de 16 años de estudiar, de irme a la India y a Indonesia, de meditar, de quedarme a dormir en las calles, de pedir limosna y hacer un montón de cosas, mi ego está tranquilo. Pero también, de repente, tienes que decir lo que es, aunque hieras algunos egos.
Cuénteme sobre su viaje a la India (Pregunta Flypass)
Me fui porque me di cuenta de lo fácil que es caer en la ilusión de la superioridad. En la India se desvanecen esas ideas. Es un lugar donde la gente no tiene realmente nada, pero es feliz. Allí conocí una versión diferente de mí.
Y aquí, en su realidad, ¿cómo cuida su mente y espíritu?
Yo empecé a ver al psicólogo hace unos 20 años; la primera vez que fui fue por miedo a los aviones. No quise ir a un psiquiatra porque no quería tomar medicinas. El psicólogo me ayudó, pero no al nivel que esperaba. Al año y medio, muere mi padre, y ese golpe emocional fue el mejor psicólogo que pude haber encontrado. La muerte es una gran maestra. Entonces, me di cuenta de que no necesitaba un psicólogo, sino una alineación espiritual, y por eso fue la búsqueda. Encontré un coach de vida y llevo 16 años con este hombre, de quien no sé ni dónde vive ni si tiene familia; no es un rollo de culto, ni tampoco de dependencia. Simplemente, ha sido un excelente espejo. Yo llego, le platico y él me regresa lo que le acabo de decir. Digo: “Ay, güey, pues sí es cierto” y yo solo arreglo los problemas.
Hablemos sobre la industria y las cosas que le incomodan de ella...
Yo me he peleado varias veces con la industria, legalmente. Me salí, me emancipé de la industria musical a trancasos, es decir, en un juzgado. Por eso me hice independiente, porque me parecía un abuso tremendo de la industria hacia el activo principal: los artistas. Sin artistas no hay industria, y cómo es posible que sean los que menos ganen y los que menos tengan que decir. Por eso me peleé y me ha costado. No estoy peleando constantemente, pero sí exijo mis derechos cuando veo que algo no está correcto. No voy con una bandera de guerra; simplemente, como decía Benito Juárez, “el respeto al derecho ajeno es la paz”. Tu derecho se acaba donde empieza el mío, y esto aplica en todas las circunstancias, independientemente de lo que firmes.
Por lo tanto, en las compañías de discos que ahora son de mi propiedad, tengo contratos para los artistas que son los mejores de la industria: ellos son dueños de su obra, los contratos son breves y no les decimos mentiras. Creo que aún hay mucho por arreglar, no solo en la industria musical, sino en todos los ámbitos de la vida. En el periodismo es igual, y en cualquier otra industria también. Siempre hay que mejorar; siempre hay espacio para el progreso. La industria del espectáculo es muy informal, lo que facilita que se aprovechen de la gente que no sabe, de los sueños de quienes recién comienzan. Ahora que tengo más experiencia, a veces me gusta hacer la de Robin Hood.
¿Y cuál cree que es la mayor mentira que le ha dicho la industria?
En la industria musical, lo que pega es lo que la industria quiere que pegue, no lo que la gente quiere. Es un pequeño secreto. Hay veces que, por supuesto, como todo en la vida, la excepción confirma la regla, y hay muchos artistas que lo demuestran. Por ejemplo, Eros Ramazzotti revolucionó la industria italiana de la música, que tenía los mismos problemas de los que estamos hablando. Así que hay casos en los que un artista puede desafiar esas tendencias, como Pepe Aguilar, pero es complicado.
Cada vez es más fácil que los artistas tengan el control de sus carreras. Cuando yo me hice independiente, era sumamente raro. En la actualidad, ya no es una opción; las disqueras ya no te contratan directamente. Ahora te dicen: “Trae tu proyecto ya hecho y nos asociamos”. Es un tema que durante muchos años tuve que tratar con mi psicólogo, porque si entras al negocio de la música de manera inocente, puedes enfrentarte a muchos desafíos.
¿Cómo ha sido ejercer el rol de padre en la industria? ¿Qué pasa por su cabeza al saber que sus hijos están expuestos a críticas?
El hate lleva poco tiempo en las redes. Al principio, todo era color de rosa; las redes eran para comunicarse con amigos y artistas o personalidades inalcanzables. Ahora se ha convertido en un juego donde se sacan a relucir todas tus carencias emocionales y traumas. Cuando eso sucede y me lo dicen a mí, me resbala. Sé quién soy y no necesito la validación de alguien anónimo que tiene 10 seguidores, por el amor de Dios. Pero si eres joven, aún estás en la búsqueda de tu identidad, y cualquier opinión de alguien, aunque sea un anónimo o un hater, te afecta. Así que me preocupaba por ellos, no por mí, pero sí me preguntaba cómo lo tomarían. Hablaba con ellos, por supuesto. Tampoco han sido tan hateados. Últimamente, sí ha habido comentarios sobre mi hija, pero en toda su carrera ha recibido puro amor y cariño.
En la vida hay de todo. Así que hay que lidiar con lo que es. No es lo que quisieras que pasara, pero es lo que está pasando. Recuerda quién eres y que esto es un juego. Recuerda que no conoces a quienes te están criticando. Eso es lo que les digo.
¿Qué les aconseja a ellos?
Pues mira, la mayoría de los que les he dado consejos no me hacen caso. Pero, de todas maneras, sigo insistiendo. Primero, que no se comparen con nadie, porque cada persona es única e irrepetible. Así como los 8 mil millones de personas, todos somos únicos. En segundo lugar, que se hagan buenos en ser ellos mismos, porque, al ser únicos, nadie les va a ganar en ser ellos. Si se esfuerzan por ser auténticos, no hay competencia. Y el tercer consejo es que no se lo tomen tan en serio. La verdad es que nada es tan serio como la muerte; todo lo demás es secundario.
Cuénteme sobre el concierto con sus hijos en Colombia. ¿Cómo se siente al compartir escenarios con ellos?
Es bonito, es un privilegio, es como una bendición poder trabajar con tu familia, hagas lo que hagas. En la música no es la excepción. Me encanta verlos tan completos y preparados para este mundo musical. Me siento orgulloso de lo que han logrado hasta el momento, y compartir escenario con todas esas energías que te acabo de mencionar está genial.
Y usted como hijo, ¿qué agradece del legado de sus padres?
Yo creo que el mayor legado que dejaron mi padre y mi madre no es musical, sino humano. Hemos transmitido esa misma educación y esos mismos principios a mis hijos. Luego, claro, cada uno hace lo que va a hacer, porque todos somos piezas en un rompecabezas cósmico. Aunque formes parte de un todo, tú te vas a mover de acuerdo con tu esencia. Y, independientemente de cómo te eduquen, tú harás lo que realmente quieras hacer. Espero que mis hijos continúen con las mismas ganas, respeto y profesionalismo de aquí hasta que terminen sus carreras. Si es así, por supuesto, quedaré en buenas manos.