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París, 1954. Presa del rubor tras verse desenmascarado, un músico argentino se ve en la disyuntiva de revelar su pasado ante su maestra. Ella, experimentada docente, animal de intuición musical a toda prueba, ha dado cuenta de cada uno de sus movimientos frente al piano. Sabe que ese joven que tiene al lado jamás podrá aspirar a una carrera como concertista: sus dedos han adquirido una cierta curvatura que, adivina, proviene de la ejecución diaria de otro instrumento. ¿Uno de fuelle? ¿Un acordeón acaso? (Lea: La Orquesta Filarmónica de Medellín le dedica una semana al tango)
El joven aspirante a músico clásico baja la mirada. Algunas clases atrás, Nadia Boulanger, probablemente la más importante pedagoga musical del siglo XX, había horadado en lo más profundo al decirle: “Su obra es perfecta musicalmente, pero le falta sentimiento. No encuentro a Piazzolla y eso me preocupa mucho”. Esa penúltima sesión antes del regreso a Buenos Aires sería la de la confrontación consigo mismo. Decidido, pero no sin vergüenza, Astor Piazzolla confesó que llevaba más de quince años ganándose la vida como intérprete del bandoneón y músico de tango.
Boulanger esgrimió una sonrisa maternal y lo invitó a que tocara en el piano una de sus composiciones de carácter popular. Tras la segunda ejecución del mismo tema, lo interrumpió, tomó sus manos y le dijo: “Este es el Piazzolla que me interesa. No lo abandone nunca”.
La pieza que tocó al piano, titulada Triunfal, sería uno de los caballitos de batalla del nuevo Astor Piazzolla, a partir de entonces un convencido de que cada uno de los principios académicos que había aprendido con Nadia Boulanger, y antes con el compositor Alberto Ginastera, deberían estar aplicados al tango, en la búsqueda de una renovación intestina, misma que le haría ganar amigos y enemigos a lo largo de toda su vida. (Lea también: Jorge Guillermo: el tango, eterno inmigrante)
Antes de ser grabado por su autor, Triunfal, tango de 1953, fue registrado por las orquestas de José Basso, Osvaldo Fresedo y Aníbal Troilo, su primer empleador. A pesar de tratarse de todo un parteaguas, nunca hizo parte del repertorio más recurrido de Piazzolla, ese que incluye los ya archiconocidos Verano porteño, Libertango, Adiós Nonino, La muerte del ángel y un puñado más de highlights.
La primera grabación de Triunfal por el propio Piazzolla data de 1957, en Nueva York, acompañado de un formato sonoro con vibráfono y bongó del cual jamás se mostró orgulloso. Luego, en 1960, haría parte de una primigenia sesión de grabación en Montevideo, una versión algo más acelerada que aquella aparecida en paralelo en el álbum Piazzolla… ¿o no?, de ese mismo año, para RCA Victor. Gracias a los buenos oficios del sello argentino Melopea, de propiedad del pionero del rock en español Litto Nebbia, apareció años después otra versión, registrada durante un ensayo del Quinteto en casa del pianista Eduardo Lagos.
Hoy, una muy reciente reinterpretación de Triunfal es el acicate para dar bautizo al nuevo trabajo discográfico del Quinteto Piazzolla, ya en plataformas virtuales. Esta agrupación es la encargada de mantener el legado del vanguardista mayor, brazo sonoro de la Fundación Piazzolla, creada tras la muerte del músico, en 1992, por su viuda, Laura Escalada, y hoy de nuevo cumpliendo con su oficio de embajada piazzolleana en el mundo gracias a la enorme inquietud de su mánager, el joven gestor cultural argentino Darío Vaccaro. (Además: El enigmático viaje de los restos de Gardel desde Medellín hasta Buenaventura)
Diferentes músicos, sin duda lo mejor de lo mejor dentro de las nuevas generaciones de intérpretes del sonido de las dos orillas del Río de la Plata, han hecho parte de la formación del Quinteto desde hace más de veinte años. Hoy integran el colectivo Pablo Mainetti (bandoneón), Nicolás Guerschberg (piano), Serdar Geldymuradov (violín), Daniel Falasca (contrabajo) y Armando de la Vega (guitarra), bajo la dirección musical del flautista y arreglista Julián Vat.
“En su carácter de emblema, Triunfal es un tema que reviste gran importancia más allá de la composición misma”, explica Julián Vat, desde Buenos Aires. “Para el aniversario y en consecuencia con la profecía de que su música se iba a seguir escuchando cuando él no estuviera, nos pareció que ese debía ser el nombre para homenajearlo en sus cien años. Tanto sacrificio tuvo fruto. Saber que hoy, tanto tiempo después, seguimos aquí hablando de su música, tocándola y escuchándola, es una prueba de que ‘triunfal’ sí es la palabra que define a Piazzolla”.
Parte de los buenos oficios del Quinteto Piazzolla se encuentran en el rescate de repertorio poco conocido del creador marplatense, aquel que no ha llegado hasta sustratos más populares debido tal vez al exagerado predicamento de otras piezas. Así, Triunfal está integrado por temas de la primera etapa del Quinteto original, con Piazzolla a la cabeza, y otras algo más tardías, pertenecientes a las últimas experiencias del grupo. La acertada selección del trabajo pasa por algunos de los temas que Piazzolla compuso en homenaje a algunas de sus influencias, como Decarísimo, para el violinista Julio de Caro; y otros para sus propios músicos como Kicho, para el contrabajista Enrique Kicho Díaz, y Bragatíssimo, en homenaje a José Bragato, chelista y orquestador al lenguaje sinfónico de buena parte de su obra.
Otras piezas atraviesan el último repertorio de Piazzolla para su formato de quinteto, entre ellas Milonga III y Tristeza, separación, que hacen parte de su música para cine. Hay espacio para rarezas como Bandoneón, guitarra y piano, publicado originalmente en el trabajo conmemorativo de veinte años de vanguardia piazzolleana; así como para algunas de las piezas originalmente incluidas en el curioso trabajo Concierto en el Philharmonic Hall (que no fue grabado en concierto ni en el célebre escenario neoyorquino), y para la remembranza del canto del cisne de aquel Quinteto, con una pieza de su último álbum, el muy violento La camorra, de 1988.
El año Piazzolla iniciará en noviembre, de acuerdo con la posibilidad de una gira latinoamericana que comenzaría en Brasil, con el estreno en vivo de las piezas que integran el nuevo disco. “Luego tendremos colaboraciones con orquestas, con arreglos sinfónicos y el Quinteto en calidad de solista”, puntualiza Vat. “Trataremos de hacer la operita María de Buenos Aires y esperamos el arranque del 2021 en gira europea y por distintos puntos de Latinoamérica, incluyendo Bogotá y Medellín”. Eso es, parafraseando el título de otro tango famoso de Astor Piazzolla, lo que vendrá. Ojalá así pueda ser.