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Sair García y la creencia del arte como denuncia

El artista santandereano reúne piezas de las series “Magdalena” y “Estática milagrosa”, así como la instalación “Buitres”, y propone una reflexión sobre las políticas que recaen sobre el paisaje y el ser humano que lo trabaja y lo habita.

09 de agosto de 2021 - 02:00 a. m.
Sair García llevará “Banana Republic” a México y Cuba, y espera poder presentarla en otros espacios culturales de Colombia. / Archivo particular
Sair García llevará “Banana Republic” a México y Cuba, y espera poder presentarla en otros espacios culturales de Colombia. / Archivo particular
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Actualmente exhibe “Banana Republic” en el Museo de Arte de Pereira. ¿Cómo nació esta exposición?

Nace de la revisión que hago del país, de todos los sucesos que han ocurrido y que he tratado en mi trabajo durante veinte años, como el desplazamiento y la desaparición forzada, los crímenes de lesa humanidad, así como los sucesos trágicos relacionados con el río Magdalena, el desamparo que hay en el Pacífico colombiano y el desinterés que hay por parte de los gobiernos hacia los sectores por donde pasa el río Magdalena, básicamente.

¿De dónde surgió el nombre “Banana Republic”?

El nombre de Banana Republic viene de la manera despectiva como George W. Bush, expresidente de Estados Unidos, se refirió a las naciones latinas en el trino “así es como se disputan las elecciones en una república bananera”, realizado a principio de año. No solamente es un maltrato, por supuesto, sino que es un desconocimiento total de todo lo que ha ocurrido en estas “repúblicas bananeras”, como él las llama, y de la incidencia política y social por parte de ellos, pues, prácticamente, han sido quienes han determinado muchos de los sucesos que han ocurrido en nuestros países.

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La exposición es presentada como una propuesta antológica de su trabajo. ¿También se podría considerar como una retrospectiva?

Inicialmente, la muestra estaba planteada para ser una retrospectiva, pero infortunadamente no contamos con un espacio físico tan grande, entonces decidimos tomar dos de las series que he producido en veinte años de carrera, Magdalena y Estática milagrosa, así como la instalación Buitres, y presentarlas en el Museo de Arte de Pereira.Durante dos décadas ha analizado y reflexionado sobre el paisaje y sus habitantes como sinónimo de riqueza natural y cultural, pero también como víctima de la violencia. ¿Qué lo motivó a enfocar su trabajo en ese sentido?

El paisaje en Colombia no solo está determinado por fenómenos sociales, también por fenómenos políticos, y hablo básicamente desde los años 80, que es desde cuando tengo uso de razón e incidencia en la vida mía con respecto a los temas que trabajo. El río ha sido testigo silente de eternas injusticias. El río Magdalena es el gran protagonista de la vida y del curso de este país, y ha sido afectado por terceros, por nosotros mismos, quienes, en realidad, hemos venido transformando el paisaje, sus alrededores, su devenir; así hemos alterado su sinuosidad, su propuesta inicial de recorrido productivo y de desarrollo. En mi obra, el paisaje es un elemento fundamental; es el punto focal porque es el que ha detonado, y el que detona todavía, todo lo que ha cambiado el país en cuanto a situaciones sociopolíticas. Al hacer estas pinturas, la idea es dejar entrever lo que había y lo que hay, pero también lo que habrá… que podría ser muy distinto a lo que hay.

Su trabajo presenta el paisaje desde una perspectiva política que abarca, entre otras cosas, el desplazamiento forzado. ¿Qué siente o qué piensa al ver que estas problemáticas siguen vigentes?

Demasiada impotencia y muchísima tristeza. Llevo veinte años mostrando estas mismas situaciones. Mi carrera artística la he puesto en función de todo este tipo de cosas que duelen en un país tan rico y tan amable, como lo es Colombia. Sin embargo, este es un tema universal, solo que en nuestro país cada vez es más notorio, más crudo y es muy triste que a estas alturas siga ocurriendo desplazamiento forzado ya no solo de familias, sino de pueblos enteros… Eso que sucede en Ituango es inconcebible y lo único que produce es indignación, impotencia, rabia y tristeza. Para eso está el arte, para denunciarlo, para mostrarlo y quizás algún día podamos generar un cambio en la sociedad.

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“Banana Republic” está inspirado en un trino que ya mencionó. ¿Cree que esa visión clasista y racista, incluso en el país, perpetúa las problemáticas sobre el territorio y sus habitantes?

Claro que sí, por supuesto que sí. Esta estigmatización proveniente de quien más ha ejercido y ha aportado a la violencia de nuestros países latinoamericanos, pues sigue y seguirá estigmatizando nuestra posición ante el mundo. No es para nadie un secreto cómo nos tienen referenciados en el mundo entero; pero, lo que es peor, no es un secreto cómo nos seguimos tratando a nosotros mismos, cómo en Colombia nos seguimos matando, desplazando y transformando el paisaje.

¿Qué quisiera que el espectador sienta o perciba cuando exhibe una obra?

Yo siempre he tratado de que las obras que hago sean amables, muy claras en su propuesta y que en el diálogo con el espectador se sepa que lo que estoy mostrando es una realidad fuerte y contundente; pero que, como todo en la vida, se puede mirar de una manera respetuosa y tranquila, para que aporte a la reflexión sobre lo que está ocurriendo en nuestro entorno. No me gusta que el espectador se sienta agredido.

En sus obras trabaja diversas técnicas. ¿Cuéntenos por qué?

He trabajado el petróleo crudo, el óleo, pero más que las técnicas, lo que importa es el soporte. El acero, por nombrar uno, ha sido fundamental en mi obra desde hace un tiempo, específicamente en la serie Magdalena. El uso de técnicas y soportes no es al azar, son procesos que he estudiado para tener presente el origen, el para qué sirven. Por ejemplo, he trabajado tres tipos de crudo, los que tenemos en Colombia.

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