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Un solo cantante en la era contemporánea puede jactarse de haber sido calificado como “La Voz” por antonomasia: se trata de Frank Sinatra, de cuyo fallecimiento se cumplirán este domingo 25 años.
Su suave voz y su estilo de "crooner" inconfundible quedará asociado para siempre a temas como "Strangers in the night", "My way" (mil veces versioneada en todos los estilos y lenguas) o "L.A. is my lady", por citar solo las más celebradas de las miles de canciones que interpretó.
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Pero Sinatra también habría pasado a la historia como actor más que notable, con hitos como su trabajo en “De aquí a la eternidad” (1953) que le valió un Óscar como mejor secundario, y otra película tal vez menos recordada como es “El hombre del brazo de oro” donde interpreta de manera escalofriante la vida de un adicto a la morfina.
Un legado musical “canónico”
En su larga carrera, que le valió un enorme reconocimiento en vida, Frank Sinatra dejó un legado canónico. Supo navegar sin estridencias entre el jazz y el swing, y luego al pop, manteniendo siempre una enorme popularidad ganada en gran parte en los años dorados de la radio.
Se suele atribuir a Sinatra la práctica de la amplificación técnica de la voz -la suya no era especialmente poderosa- por encima de la orquesta, de forma que la interpretación del cantante quedase, gracias a la labor del micrófono, por encima de los instrumentos aun cuando el artista estuviera en un registro más íntimo.
Francis Albert Sinatra había nacido en Hoboken, Nueva Jersey, en 1915, en una familia italoamericana entonces tan abundantes en aquel estado. En la ciudad aún pueden verse letreros que dicen "Bienvenido a Hoboken, hogar del béisbol y de Frank Sinatra", así como una estatua del cantante mirando hacia Manhattan.
Sus primeros pasos musicales los dio en el bar que regentaba su propio padre, y fue tal su éxito que al entrar en el instituto ya era famoso, tanto que pronto abandonó los estudios para dedicarse exclusivamente a la música, para disgusto de sus padres.
Con 20 años, se convirtió en el cuarto miembro y benjamín del cuarteto Hoboken Four, y 4 años después abandonó el barrio para casarse con Nancy Barbato e instalarse en la vecina Jersey City.
Sinatra se propuso desbancar al entonces popularísimo Bing Crosby, y ciertamente lo logró. Tuvo que ver en ello su tremendo éxito entre el público femenino, y fue uno de aquellos artistas que en los años cuarenta llenaba las salas y sus inmediaciones con grupos de adolescentes enloquecidas, preludiando lo que después harían The Beatles o Elvis Presley.
Esta popularidad le hizo rico antes de cumplir treinta años: con 28, firmó un contrato con Columbia Records que le permitía ganar un millón de dólares al año.
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Con el dinero llegaron los excesos: largas noches de juerga, amoríos más o menos públicos, y finalmente su divorcio de Nancy para casarse con otra figura tanto o más famosa que él: Ava Gardner, un matrimonio que duró 4 años (1953-57). Aún se casaría una tercera vez, con otra gran actriz, Mia Farrow (enlace que duró 2 años) y una cuarta y última con Bárbara Marx, exesposa de Zeppo Marx.
Pero ninguna de sus esposas pudo ignorar la fama de "fiestero" que siempre tuvo Sinatra: se le atribuye ser el "alma mater" de un grupo de actores y actrices -entre ellos Humphrey Bogart, Shirley McLaine o Jerry Lewis- entre los que nunca faltaba alcohol, drogas o prostitutas.
La política y la mafia
A Sinatra la fama lograda con la canción y el cine parecían no bastarle, y no dudó en involucrarse en política, aunque no siempre del mismo lado: apoyó en los cincuenta, con generosas donaciones, a Franklin Delano Roosevelt, y posteriormente también hizo campaña para otro demócrata, John F. Kennedy, con quien acabó más tarde peleado.
Pero en los ochenta Sinatra había virado hacia la derecha y se implicó activamente en la campaña que llevó al poder a Ronald Reagan, quien lo nombró director de la gala en la que asumía el cargo.
Tampoco su inmensa fama le bastó para evitar el aspecto tal vez más cuestionado de toda su vida: su relación con la mafia. Ya en 1972 tuvo que declarar al respecto ante un comité investigador de la Cámara de Representantes, y si bien no pudo probarse nada definitivo, la sospecha siempre planeó sobre su persona.
Es un secreto a voces que cuando Johnny Fontane canta en la casa de Don Vito Corleone en la mítica película El Padrino, Francis Ford Coppola estaba evocando las actuaciones de Sinatra en la mansión del capo de la Cosa Nostra Guarino Moretti.
Tampoco escondió Sinatra su amistad personal con Charlie “Lucky” Luciano, a quien visitó en dos ocasiones, durante sus “exilios” en La Habana y en Sicilia. Se habló de maletines llenos de dinero, pero hay una prueba más contundente: la pitillera que Sinatra le regaló llevaba grabada la leyenda “A mi compadre Charlie, de su amigo Frank”.