“Soy demasiado directa”
La directora de la revista ‘Arcadia’, Marianne Ponsford, dice que no tiene toque secreto, que su perfume favorito es Verbena, afirma que le encantaría ser una gran chef y que el personaje del país es el sufrimiento.
Ángela Botero Zuluaga
El mejor libro que ha leído.
Imposible decir cuál. Depende de la época de la vida. Emma, de Jane Austen, me parecía insuperable hasta que leí Middlemarch, de George Eliott. Pero luego uno lee a los rusos. El maestro y Margarita me pareció insuperable hasta que leí a... Y así sigue hasta el infinito.
El que recomienda.
Recomiendo El origen de la tristeza, del escritor argentino Pablo Ramos, y Vida y destino, de Vasili Grossman.
Un texto difícil de editar.
Son aquellos que están perfectamente escritos, pero no dicen nada.
Algo paradójico.
Los seres humanos insoportables que hacen obras de arte extraordinarias.
Una buena historia.
La que se sabe contar.
¿Qué le falta al periodismo colombiano?
Claridad narrativa. Saber contar.
Lo primero que hace al levantarse.
Ir como una zombi a la cocina a hacer café.
¿Qué le critican?
Soy demasiado directa. Me gustan más las caras que las espaldas.
Jota Mario Arbeláez dice que usted es una princesa…
Sí, pero lo dice, menos mal, en tono burlón.
Un buen elogio.
Tienes talento.
¿Para qué es negada?
Para la constancia.
Un tema que la apasione.
El problema de la ausencia de cohesión social en Colombia.
Del que ya está cansada de escuchar.
De Uribe.
Algo que quiera aprender.
Me encantaría ser una gran chef.
Una mala idea.
La del barco que navega por el río Magdalena llevando computadores con acceso a internet a los pueblos, para que la gente lo conozca, y luego sigue su camino. En cambio la del programa “Libro al Viento” es maravillosa.
¿Qué la hace reír?
La última y genial portada de Soho.
¿Qué no le gusta de Uribe?
La cara que pone cuando reza. Me asusta.
¿Qué le gusta?
Que ha sido un espejo en el que muchos colombianos han podido verse a sí mismos. El país se conoce mejor después de Uribe.
El colmo de este Gobierno.
El poder detrás de Uribe.
Un maestro de periodismo…
Manuel Chávez Nogales.
¿Es ‘pila’ para la tecnología?
Mmm... Regular tres cuartos.
Una película memorable…
Rompiendo las olas, de Lars Von Thiers.
Una ciudad.
Jaisalmer. Es la ciudad más bella en la que yo he estado. Queda al norte de India, cerca de la frontera con Pakistán. Verla alzarse en medio del desierto corta la respiración.
¿Qué critica al mundo de las letras?
La verdad, poca cosa. Hay tantos mundos terribles, que no veo por qué criticar a los escritores.
El peor drama del último siglo.
La Primera Guerra Mundial, porque dio origen a todas las demás del siglo. Además, en el fondo, su verdadero detonante me parece un misterio. ¿O es que alguien cree que de verdad fue por un asesinato en Sarajevo como le enseñan a uno en el colegio?
Algo que extrañe.
Ciertas costumbres madrileñas. La cerveza en las terrazas de La Castellana. Gozarse la ciudad a pie. El tiempo para conversar.
¿A qué jugaba cuando pequeña?
Tenía una amiga imaginaria que se llamaba Elena, con la que jugaba al tenis. En realidad jugaba contra la pared del patio, pero conversábamos sin parar.
Cuando escribe, ¿con qué acompaña el momento?
Con una cervecita.
La crítica a ‘Arcadia’ que más recuerda…
Una que decía: es que no conozco a nadie en este número.
Su obra de arte predilecta.
¡Tantas! El éxtasis, de Santa Teresa de Bernini.
Un perfume.
Verbena.
Una buena decisión.
Haber vuelto a Colombia.
¿Qué no tiene remedio?
La novela de Antonio Caballero.
Su toque secreto…
¡Me temo que no tengo!
Su compra más extravagante.
Tres polaroids de Nobuyoshi Araki.
El gran personaje del país.
El sufrimiento.
Una entrevista complicada.
A Doris Lessing.
Una frase que repita con frecuencia.
Qué título tan malo.
El mejor libro que ha leído.
Imposible decir cuál. Depende de la época de la vida. Emma, de Jane Austen, me parecía insuperable hasta que leí Middlemarch, de George Eliott. Pero luego uno lee a los rusos. El maestro y Margarita me pareció insuperable hasta que leí a... Y así sigue hasta el infinito.
El que recomienda.
Recomiendo El origen de la tristeza, del escritor argentino Pablo Ramos, y Vida y destino, de Vasili Grossman.
Un texto difícil de editar.
Son aquellos que están perfectamente escritos, pero no dicen nada.
Algo paradójico.
Los seres humanos insoportables que hacen obras de arte extraordinarias.
Una buena historia.
La que se sabe contar.
¿Qué le falta al periodismo colombiano?
Claridad narrativa. Saber contar.
Lo primero que hace al levantarse.
Ir como una zombi a la cocina a hacer café.
¿Qué le critican?
Soy demasiado directa. Me gustan más las caras que las espaldas.
Jota Mario Arbeláez dice que usted es una princesa…
Sí, pero lo dice, menos mal, en tono burlón.
Un buen elogio.
Tienes talento.
¿Para qué es negada?
Para la constancia.
Un tema que la apasione.
El problema de la ausencia de cohesión social en Colombia.
Del que ya está cansada de escuchar.
De Uribe.
Algo que quiera aprender.
Me encantaría ser una gran chef.
Una mala idea.
La del barco que navega por el río Magdalena llevando computadores con acceso a internet a los pueblos, para que la gente lo conozca, y luego sigue su camino. En cambio la del programa “Libro al Viento” es maravillosa.
¿Qué la hace reír?
La última y genial portada de Soho.
¿Qué no le gusta de Uribe?
La cara que pone cuando reza. Me asusta.
¿Qué le gusta?
Que ha sido un espejo en el que muchos colombianos han podido verse a sí mismos. El país se conoce mejor después de Uribe.
El colmo de este Gobierno.
El poder detrás de Uribe.
Un maestro de periodismo…
Manuel Chávez Nogales.
¿Es ‘pila’ para la tecnología?
Mmm... Regular tres cuartos.
Una película memorable…
Rompiendo las olas, de Lars Von Thiers.
Una ciudad.
Jaisalmer. Es la ciudad más bella en la que yo he estado. Queda al norte de India, cerca de la frontera con Pakistán. Verla alzarse en medio del desierto corta la respiración.
¿Qué critica al mundo de las letras?
La verdad, poca cosa. Hay tantos mundos terribles, que no veo por qué criticar a los escritores.
El peor drama del último siglo.
La Primera Guerra Mundial, porque dio origen a todas las demás del siglo. Además, en el fondo, su verdadero detonante me parece un misterio. ¿O es que alguien cree que de verdad fue por un asesinato en Sarajevo como le enseñan a uno en el colegio?
Algo que extrañe.
Ciertas costumbres madrileñas. La cerveza en las terrazas de La Castellana. Gozarse la ciudad a pie. El tiempo para conversar.
¿A qué jugaba cuando pequeña?
Tenía una amiga imaginaria que se llamaba Elena, con la que jugaba al tenis. En realidad jugaba contra la pared del patio, pero conversábamos sin parar.
Cuando escribe, ¿con qué acompaña el momento?
Con una cervecita.
La crítica a ‘Arcadia’ que más recuerda…
Una que decía: es que no conozco a nadie en este número.
Su obra de arte predilecta.
¡Tantas! El éxtasis, de Santa Teresa de Bernini.
Un perfume.
Verbena.
Una buena decisión.
Haber vuelto a Colombia.
¿Qué no tiene remedio?
La novela de Antonio Caballero.
Su toque secreto…
¡Me temo que no tengo!
Su compra más extravagante.
Tres polaroids de Nobuyoshi Araki.
El gran personaje del país.
El sufrimiento.
Una entrevista complicada.
A Doris Lessing.
Una frase que repita con frecuencia.
Qué título tan malo.