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Stephen Ferry: retratista de tiempos difíciles

En su más reciente exposición, el fotógrafo estadounidense exploró el conflicto armado colombiano desde el desamor, sus actores y los juegos de poder en las corralejas.

El Espectador
20 de septiembre de 2011 - 11:50 p. m.
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¿Por qué un estadounidense decide dedicarse a fotografiar el conflicto colombiano?

Vine a Colombia en 1995 a dictar un taller en la Fundación Nuevo Periodismo y cuando los compañeros me mostraron su trabajo, comprendí que los extranjeros tenemos una imagen muy distinta de la guerra en Colombia. No era sólo una guerra de drogas, sino una situación mucho más compleja.

¿De esta guerra qué es lo que le más le llama la atención?

El impacto a la población civil es mucho mayor que el que uno conoce en el exterior. Son casi 4 millones de desplazados internos. Acá hay algo que está pasando y que muy poca gente comprende, por eso busco aportar...

Por eso está a punto de terminar el libro ‘Violentología: un manual del conflicto colombiano’...

Sí, es un relato visual de lo que ha sido cronológicamente el conflicto armado colombiano. Hicimos un rastreo por los archivos fotográficos, recogí mis fotos y también algunas de mis colegas colombianos donde aparecen las guerrillas como las Farc y el Eln, también las Auc y el Estado colombiano, el secuestro, la desaparición forzada, la parapolítica, el reclutamiento. Pocos textos, muchas imágenes.

¿Se considera un violentólogo?

Sería muy presumido de mi parte. Los violentólogos son grandes historiadores y sociólogos. Lo que quiero es que este libro haga referencia a esta práctica.

Por estos días expone en Bogotá ‘Claveles rojos’, ¿por qué decidió presentar el conflicto desde tres perspectivas?

Como fotógrafo he tenido que recorrer diferentes lenguajes visuales atravesados por la misma complejidad de la violencia, esta es una muestra de ello.

¿Qué se encontrará en la selección que llamó ‘Claveles rojos’...

Es una referencia a una historia íntima que me contó un hombre ebrio sobre un trabajador a quien el hijo del patrón se le roba la novia. De esta situación, que me parece muy colombiana, surge esta serie de retratos de lugares y personajes de conflicto con un tinte sugestivo, ambiguo y sexual.

¿Y ‘Violentología’?

Esta muestra presenta acontecimientos puntuales, como desmovilizaciones de paramilitares, guerrilleros en formación y combates, es mucho más cruenta.

¿Y ‘Corralejas’?

Las corralejas en Colombia, donde he visto morir a varias personas, son una instancia del conflicto. No es casual que sean tan populares. Leo en ellas un tema de poderes. El que tiene la tierra está en el palco, el ganadero paga 20 mil y en el medio una manada de hombres flacos —jornaleros sin trabajo— le ruegan al ‘patrón’ del palco que les dé un billete para que ellos arriesguen la vida a cambio de ‘buen show’. El rebuscador de la vida en Colombia es un ‘avispado’, valiente, que se arriesga incluso a morir.

¿Por qué eligió ser reportero de guerra?

No sé si soy un reportero de guerra, pero sí me han interesado siempre los temas de derechos humanos y en Colombia los actores de esta guerra son responsables de grandes violaciones.

¿A qué debe atenerse alguien que decida reportear Colombia?

Debe preocuparse por su seguridad. Hay que aceptar que los fotógrafos extranjeros corremos menos riesgos que los nacionales. También hay que preocuparse por la seguridad de cualquiera que te ayude, el mototaxista que te transporta, al de la piragua, al campesino con el que hablas, todos ellos pueden estar en riesgo sólo por darte una mano.

¿Por qué considera la fotografía un vehículo de libertad?

Es vehículo de libertad mientras pueda ayudar a que una persona se ponga por un momento en los zapatos de otro. La imagen tiene esa característica mágica de transportar a la gente hacia esa realidad que también es suya pero que normalmente no la ven.

Hasta el 8 de octubre estará abierta en la galería Valenzuela Klenner en Bogotá la exposición ‘Claveles rojos’. Carrera 5 # 26-28 / Teléfono (1) 243 7752

Por El Espectador

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