“Sufriré cuando me retire”: Hernán Peláez Restrepo
El director de ‘La luciérnaga’ y ‘El pulso del fútbol’ es todo un melómano. Su pecado es ser desconfiado.
Un chat con...
¿Por qué la combinación entre actualidad y humor resultó atractiva?
Porque en Colombia, con la corrupción galopante y los políticos ávidos de hacer fortunas rápidas, hay tema para burlarse, criticarlos con sarcasmo y, entre chiste y chiste, lamentar nuestra suerte.
¿Se imagina su cotidianidad sin ‘El pulso’ y ‘La luciérnaga’?
No me la imagino. Sé que será dura y por más que uno se prepare para el retiro, sé que sufriré y extrañaré. Ojalá no sea pronto.
¿‘La luciérnaga’ fue uno de sus mayores aciertos periodísticos?
De carambola llegué ahí, porque al haber dirigido durante años La polémica, con participación de once comentaristas y en todos los rincones de Colombia, era de suponer que resultaría más fácil y cómodo trabajar en una mesa con personajes radiales. Hoy en día, en Tuluá y Medellín, también integramos personas que no vemos, pero sabemos aprovecharlas en su talento.
Usted es, tal vez, el ‘Doctor’ con mayor credibilidad en Colombia, ¿es consciente de eso?
Sé que los oyentes, después de tantos años, tienen confianza en mí, porque siempre me entregué como corresponde al ejercicio de la profesión. Analizo, critico, ordeno los programas sin ningún interés particular ni buscando beneficio económico propio.
¿Por qué cree que sigue teniendo tanta vigencia?
Porque todos los días intento ofrecer algo novedoso y por el cumplimiento en horarios, donde soy riguroso, no solamente con otras personas, sino conmigo mismo.
¿Con qué disco comenzó su colección musical?
Con un lp de Celia Cruz ya usado. Se lo compré a un primo, Álvaro Lozano, por veinte pesos.
¿Cuál es su álbum musical consentido?
La colección completa de la Sonora Matancera.
El tango y el bolero son sentimentales, ¿con cuál se queda?
Con el tango. Es para llorar. Los boleros son para matar la tusa o el guayabo del amor que se fue.
¿Un buen melómano es un buen bailador?
En mi caso, sí. Me gusta bailar, oír música, pero no cantar. Y me sé la letra de mis canciones.
¿Se sufre menos como melómano que como aficionado al fútbol?
Los hinchas sufren tanto como quienes están hundidos en el despecho. La diferencia es que el fútbol da victorias enseguida de las derrotas. El despecho no encuentra fácil el remedio.
De los comentaristas que ya no están con nosotros, ¿a cuál extraña más?
A Jaime Ortiz Alvear. Nos entendíamos con sólo mirarnos. Su chispa y talento fueron inigualables.
¿Cuántas canas le ha sacado su Deportivo Cali?
No muchas. El Cali fue siempre el equipo de mi simpatía y sufrí mucho en la época de estudiante, cuando venía y casi siempre perdía. Después, los años van enfriando la pasión, aunque mantengo el cariño de siempre por él.
¿El mejor Mundial de Fútbol que ha visto?
El de Argentina 1978.
¿El mejor futbolista de la historia?
Pelé. Lo vi en Bogotá y en São Paulo, y siempre era contundente, genial, con clase, goles y no se ‘perdía’, como ocurre hoy con las grandes estrellas.
¿Por qué le gusta coleccionar pipas?
No tanto por coleccionarlas, sino por fumarlas.
¿Qué es lo mejor de trabajar con Iván Mejía?
La oportunidad de confirmar su talento e intentar todos los días bajarle la temperatura. Ya conseguí, al menos, hacerlo reír, y con ganas, en El pulso del fútbol.
¿Y lo peor?
Cuando su mal genio sale a flote y a veces no mide las consecuencias de sus comentarios hacia determinadas personas.
¿Por qué siempre está de afán?
No soy gringo, menos mal, pero el tiempo es oro y el cumplimiento me acostumbra a medir los tiempos.
¿Qué le saca el mal genio?
El incumplimiento.
¿Su mayor pecado?
Ser desconfiado como me lo enseñó mi mamá. No creer cuentos, ni eso de ser el mejor ni cosa parecida.
¿Sus hijos le sacaron la vena periodística?
Creo que Jorge Hernán, hoy en La W, algo debió ver y aprender.
¿Tiene alguna frustración?
No haber sido tractomulero. En mi infancia, un tío tenía taller de mecánica de camiones y anhelé conducir un mastodonte de esos.
¿Le queda algo más por hacer en el periodismo?
Sí, quiero hacer un programa con mi música, para ofrecer a los oyentes de mi edad la oportunidad de la reminiscencia.
¿Es usted romántico?
Eso creen algunas oyentes. No lo soy tanto, y como dice Beatriz (mi esposa), más bien lacónico y frío.
¿Tiene la fórmula de la eterna juventud?
Sentirse joven con ejercicio, y no pensar tanto en los médicos.
¿Cómo le ha ido de abuelo?
Es increíble. Tengo cinco nietos y no debo confesar mi preferencia por alguno. Sólo sé que es maravilloso ver crecer a mis nietos, como, quizás por trabajo, no vi tanto crecer a mis tres hijos.
Defina a:
Gustavo Álvarez Gardeazábal.
Un novelista que con los 60 años descubrió el ejercicio periodístico. Lo hace con entrega y lo disfruta.
Héctor Rincón.
Un genuino y reflexivo periodista. Con su voz especial logra un tinte diferente en el programa.
Gabriel de las Casas.
Un atrevido, sólo por cantar habría que sancionarlo.
Guillermo Díaz Salamanca.
Un hombre con humor, con proyectos, visionario.
Yamid Amat.
El maestro con el cual aprendí mucho, desde 1965 en Unión Radio.
¿Por qué la combinación entre actualidad y humor resultó atractiva?
Porque en Colombia, con la corrupción galopante y los políticos ávidos de hacer fortunas rápidas, hay tema para burlarse, criticarlos con sarcasmo y, entre chiste y chiste, lamentar nuestra suerte.
¿Se imagina su cotidianidad sin ‘El pulso’ y ‘La luciérnaga’?
No me la imagino. Sé que será dura y por más que uno se prepare para el retiro, sé que sufriré y extrañaré. Ojalá no sea pronto.
¿‘La luciérnaga’ fue uno de sus mayores aciertos periodísticos?
De carambola llegué ahí, porque al haber dirigido durante años La polémica, con participación de once comentaristas y en todos los rincones de Colombia, era de suponer que resultaría más fácil y cómodo trabajar en una mesa con personajes radiales. Hoy en día, en Tuluá y Medellín, también integramos personas que no vemos, pero sabemos aprovecharlas en su talento.
Usted es, tal vez, el ‘Doctor’ con mayor credibilidad en Colombia, ¿es consciente de eso?
Sé que los oyentes, después de tantos años, tienen confianza en mí, porque siempre me entregué como corresponde al ejercicio de la profesión. Analizo, critico, ordeno los programas sin ningún interés particular ni buscando beneficio económico propio.
¿Por qué cree que sigue teniendo tanta vigencia?
Porque todos los días intento ofrecer algo novedoso y por el cumplimiento en horarios, donde soy riguroso, no solamente con otras personas, sino conmigo mismo.
¿Con qué disco comenzó su colección musical?
Con un lp de Celia Cruz ya usado. Se lo compré a un primo, Álvaro Lozano, por veinte pesos.
¿Cuál es su álbum musical consentido?
La colección completa de la Sonora Matancera.
El tango y el bolero son sentimentales, ¿con cuál se queda?
Con el tango. Es para llorar. Los boleros son para matar la tusa o el guayabo del amor que se fue.
¿Un buen melómano es un buen bailador?
En mi caso, sí. Me gusta bailar, oír música, pero no cantar. Y me sé la letra de mis canciones.
¿Se sufre menos como melómano que como aficionado al fútbol?
Los hinchas sufren tanto como quienes están hundidos en el despecho. La diferencia es que el fútbol da victorias enseguida de las derrotas. El despecho no encuentra fácil el remedio.
De los comentaristas que ya no están con nosotros, ¿a cuál extraña más?
A Jaime Ortiz Alvear. Nos entendíamos con sólo mirarnos. Su chispa y talento fueron inigualables.
¿Cuántas canas le ha sacado su Deportivo Cali?
No muchas. El Cali fue siempre el equipo de mi simpatía y sufrí mucho en la época de estudiante, cuando venía y casi siempre perdía. Después, los años van enfriando la pasión, aunque mantengo el cariño de siempre por él.
¿El mejor Mundial de Fútbol que ha visto?
El de Argentina 1978.
¿El mejor futbolista de la historia?
Pelé. Lo vi en Bogotá y en São Paulo, y siempre era contundente, genial, con clase, goles y no se ‘perdía’, como ocurre hoy con las grandes estrellas.
¿Por qué le gusta coleccionar pipas?
No tanto por coleccionarlas, sino por fumarlas.
¿Qué es lo mejor de trabajar con Iván Mejía?
La oportunidad de confirmar su talento e intentar todos los días bajarle la temperatura. Ya conseguí, al menos, hacerlo reír, y con ganas, en El pulso del fútbol.
¿Y lo peor?
Cuando su mal genio sale a flote y a veces no mide las consecuencias de sus comentarios hacia determinadas personas.
¿Por qué siempre está de afán?
No soy gringo, menos mal, pero el tiempo es oro y el cumplimiento me acostumbra a medir los tiempos.
¿Qué le saca el mal genio?
El incumplimiento.
¿Su mayor pecado?
Ser desconfiado como me lo enseñó mi mamá. No creer cuentos, ni eso de ser el mejor ni cosa parecida.
¿Sus hijos le sacaron la vena periodística?
Creo que Jorge Hernán, hoy en La W, algo debió ver y aprender.
¿Tiene alguna frustración?
No haber sido tractomulero. En mi infancia, un tío tenía taller de mecánica de camiones y anhelé conducir un mastodonte de esos.
¿Le queda algo más por hacer en el periodismo?
Sí, quiero hacer un programa con mi música, para ofrecer a los oyentes de mi edad la oportunidad de la reminiscencia.
¿Es usted romántico?
Eso creen algunas oyentes. No lo soy tanto, y como dice Beatriz (mi esposa), más bien lacónico y frío.
¿Tiene la fórmula de la eterna juventud?
Sentirse joven con ejercicio, y no pensar tanto en los médicos.
¿Cómo le ha ido de abuelo?
Es increíble. Tengo cinco nietos y no debo confesar mi preferencia por alguno. Sólo sé que es maravilloso ver crecer a mis nietos, como, quizás por trabajo, no vi tanto crecer a mis tres hijos.
Defina a:
Gustavo Álvarez Gardeazábal.
Un novelista que con los 60 años descubrió el ejercicio periodístico. Lo hace con entrega y lo disfruta.
Héctor Rincón.
Un genuino y reflexivo periodista. Con su voz especial logra un tinte diferente en el programa.
Gabriel de las Casas.
Un atrevido, sólo por cantar habría que sancionarlo.
Guillermo Díaz Salamanca.
Un hombre con humor, con proyectos, visionario.
Yamid Amat.
El maestro con el cual aprendí mucho, desde 1965 en Unión Radio.