“Tuve que declarar bajo juramento”
Lucas Ospina, el profesor de arte que creó revuelo con un “comunicado” de un presunto “Comando Arte Libre 11-S” que se habría adjudicado el robo del grabado de Goya, explica por qué escribió ese texto y cómo se generó la confusión. Responsabiliza a los medios por sacar de su contexto lo que en realidad era una parodia para un portal de arte.
El Espectador
“Sátira. Composición poética u otro escrito cuyo objeto es censurar acremente o poner en ridículo a alguien o algo. Parodia. Imitación burlesca”. (Real Academia Española de la Lengua).
Lucas Ospina, 37 años, artista y profesor de textos de arte, dibujo y cine en la Universidad de Los Andes, decidió hace una semana, una noche de viernes cuando se encontraba en un hotel en Yopal, parodiar el comunicado que el movimiento M-19 escribió en 1974 cuando uno de sus comandos se robó la espada de Bolívar.
A Ospina se le ocurrió escribir en tono burlón y con similar argumentación a la del extinto grupo guerrillero, sobre la desaparición de un grabado del pintor español Francisco de Goya, que se había esfumado de una manera absurda mientras era expuesto en la Fundación Gilberto Alzate Avendaño de Bogotá, junto con 78 grabados más de la serie “Los desastres de la guerra”.
Apenas terminó su recreación literaria, Ospina envió el escrito a un portal donde son corrientes las críticas y los debates intelectuales. Horas después, el documento “firmado” por el “Comando Arte Libre 11-S” que el profesor acababa de imaginar, se convirtió en la noticia de abrir periódicos y noticieros. Según lo interpretaron los periodistas que habían encontrado el texto en el sitio [esferapública], quienes enviaban el mensaje eran los ladrones. Nadie supo muy bien cómo la ficción se transformó en un suceso.
Lo cierto es que en un abrir y cerrar de ojos Ospina se vio envuelto en un lío judicial, porque los investigadores de la Fiscalía que andaban buscando pistas de los delincuentes terminaron tras él. Agentes informáticos llegaron a revisar su computador y a mirar con lupa su bandeja de correos, y lo citaron para que se presentara ante la fiscal del caso. Para entonces ya Ospina había reaccionado y, debido a la confusión, había publicado un comunicado, pero este sí ceñido a los acontecimientos, en el que explicaba que su primer escrito era una sátira y no la realidad misma.
Por el momento Lucas ha logrado sortear las dificultades que parecían querer hundirlo: las autoridades aceptaron sus razones; los medios rectificaron la equivocación; la universidad tomó distancia de la equívoca presentación del asunto, pero también reafirmó “el pluralismo, la diversidad, el debate, la crítica, la tolerancia y el respeto por las ideas, creencias y valores de sus miembros”. Falta algo muy importante que con seguridad haría que Lucas se sintiera más tranquilo frente a las autoridades: que apareciera el grabado de Goya y que los cacos fueran puestos en prisión.
Cecilia Orozco Tascón.– ¿Cómo y por qué escribió la parodia sobre el robo del grabado de Goya?
Lucas Ospina Villalba.– [esferapública] es un foro de internet para el arte donde la parodia es habitual. Allí escribimos muchas personas que utilizamos diversas formas literarias como las sátiras, las caricaturas u otras expresiones del humor. Yo me encontraba en Yopal dictando un ciclo de conferencias cuando vi las noticias de la noche sobre el robo del Goya. Pensé que sería interesante escribir sobre ese acto para la comunidad de [esfera]. En este caso lo que hice fue crear desde la ficción, como lo haría un literato, una especie de comunicado de una organización que se llamaba “Comando Arte Libre 11- S” en el que ese grupo imaginario se adjudicaba la acción de la desaparición del grabado.
C.O.T.– Pero ¿Qué pretendía lograr cuando “reivindicó” el robo del cuadro?
L.O.V.– Quería escribir un texto estético y crítico que apuntara en muchas direcciones, no sólo en la de representar el robo. También pretendía incluir al alcalde Samuel Moreno, nieto de Rojas Pinilla, por quien se creó el movimiento M-19. Además Moreno había asistido a la inauguración de la exposición. Como deseaba darle cabida a algunas relaciones históricas, me interesaba, de un lado, el vínculo familiar del Alcalde, y del otro, el comunicado original del robo de la espada de Bolívar.
Otro punto que me llamó la atención fue el del cobro de la entrada a la exposición, pues no era consistente que la Secretaría de Cultura del Distrito, que tiene más presupuesto que el ministerio del área, cobrara tarifas de alrededor de $3.500 por los niños, y de $5.000 por los adultos. Eso no me parecía muy “Bogotá Positiva”. Por último, quería resaltar que el lugar donde están los grabados no era el apropiado para esa exposición. Goya merecía mejor galería y mejores salas.
C.O.T.– ¿Por qué no le gusta la Fundación Alzate Avendaño?
L.O.V.– No se trata de una rencilla personal, pues otras veces he valorado algunas exposiciones y actitudes que han tenido lugar en esa entidad, sino que supongo que en la selección de la fundación hubo más movidas estratégicas para posicionarla en el sector de la cultura del Distrito, que pensar en cuál era la galería correcta para la exposición de Goya.
C.O.T.– Cuando usted mandó su texto a [esferapública], ¿se identificó o usó un seudónimo?
L.O.V.– No sólo me identifiqué, sino que lo envié desde mi correo personal. También es importante que quede claro que únicamente le mandé la parodia a Jaime Iregui, moderador de [esfera].
C.O.T.– ¿Por qué le llamó la atención ese robo y no cualquier otro hecho?
L.O.V.– Porque cuando empecé a leer la noticia me dije que si alguien se hubiera inventado el hecho como sucedió, nadie lo hubiera creído: ejecutan el robo un 11 de septiembre; se llevan un grabado con el título de Tristes presentimientos de lo que ha de acontecer. La exposición afectada es la de Goya dentro de la serie “Los desastres de la guerra”; en esa serie hay una parte que se llama “Disparates enfáticos”, donde Goya dibuja a los políticos de la época, como indicando que ellos tienen responsabilidades en la guerra.
Me pareció paradójico ver aquí unos políticos inaugurando la exposición sobre los desastres de la guerra en un país como éste, donde se pueden ver en la vida real las mismas escenas que pintó Goya, pero 200 años después. A la vez se roban un grabado, es decir, una imagen que está hecha para ser reproducida, razón por la cual el fetichismo por el original no es tan relevante. La noticia del robo hizo que se reprodujera el Goya en páginas y páginas de la red: la internet es ahora lo que el medio del grabado fue para la época de Goya. Todo eso me llamó muchísimo la atención.
C.O.T.– La relación entre este robo y el de la espada de Bolívar no me parece tan obvia. ¿Por qué llegó ahí?
L.O.V.– En realidad fue por la presencia protocolaria del alcalde Samuel Moreno en la inauguración. Recordé el origen del M-19 y se me ocurrió escribir una sátira política. Entonces llegué a la historia de la espada. En internet encontré fragmentos del comunicado de aquella época. Cuando leí una parte que decía “Simón Bolívar: tu espada vuelve a la vida. Adquiere un nuevo sentido”, y cuando más adelante señalaba que las paredes del museo enmohecían las obras, pensé que ese escrito tenía un poder literario muy fuerte.
Me tomé algunas licencias para incluir en el texto lo que me interesaba: las boletas de ingreso y los “delfines”, porque no sólo Samuel Moreno es uno de ellos sino también Ana María Alzate, quien es hija de Gilberto Alzate Avendaño. Esto no sería un impedimento si la institución fuera privada, pero al recibir dineros públicos se generan problemas y conflictos de responsabilidades. Y finalmente relacioné la arenga de los universitarios encapuchados —la noticia acababa de salir— cuando decían el clásico “presente, presente, presente”.
C.O.T.– ¿Por qué incluyó dos fotos en su texto?
L.O.V.– Son tomadas de la página de internet de la Alcaldía y me interesaban porque en una de ellas están todos los actores que tienen que ver con la exposición, como si fueran el elenco de una obra de teatro. La otra es la del Alcalde mirando los grabados.
C.O.T.– A la foto del Alcalde usted le hizo un montaje con el computador. Modificó la imagen de uno de los grabados de Goya y le pintó una plasta. ¿Por qué?
L.O.V.– Para no decirlo en términos bruscos, porque la Alcaldía “la embarró” al poner la exposición en un lugar donde no había seguridad y donde no se merecía estar Goya.
C.O.T.– ¿Cuánto tiempo después de publicado su texto en [esferapública] saltó a los medios?
L.O.V.– El robo se produjo el jueves 11 de septiembre. Yo envié la parodia a [esfera] el viernes 12 por la noche. Creo que la primera información en medios salió el domingo 14 pero no me enteré. El lunes en la mañana mi esposa me dijo que había oído en radio un comunicado del grupo que se había robado el grabado y que le parecía delirante. Ella no sabía que ese texto era mío porque se me había olvidado contarle.
C.O.T.– Entonces, ¿qué hizo usted?
L.O.V.– Inmediatamente le dije que yo lo había escrito. A ella le dio risa. Mi papá, quien sí lo había visto la noche anterior, me descubrió sin hablar conmigo. Después me contó que de una vez había dicho que ese comunicado tenía que ser mío. El lunes, cuando llegué a la oficina, abrí el periódico y ahí estaba la noticia. Le pregunté al moderador de [esfera], Jaime Iregui, si la Policía lo había llamado.
Me dijo que no, pero como nos preocupamos, buscamos los videos que habían salido en los noticieros. En alguno de ellos encontramos al comandante operativo de la Policía de Bogotá. Él decía que la investigación no iba por ahí. Eso me alivió mucho porque pensé que la historia se caería sola y que no iba a trascender.
C.O.T.– Pero terminó declarando en la Fiscalía.
L.O.V.– Sí, porque el asunto siguió creciendo. En todo caso, desde el primer momento le dije a Jaime que si alguien lo contactaba, quedaba en total libertad de decir de dónde había salido el texto y cuál era mi nombre. Al día siguiente me contó que habían ido a verlo unos policías con dos funcionarios de delitos informáticos para solicitarle que les dejara ver mi computador y la bandeja de correos. Hablé con un abogado amigo y le pedí consejo. Lo primero que me sugirió fue enviar un comunicado explicando lo que había sucedido para no interferir la investigación. Aquí es bueno aclarar que aunque el gesto artístico es lo más importante para mí, no puedo anteponer un compromiso estético a una responsabilidad legal, que es la que tiene todo ciudadano de colaborar con las autoridades.
C.O.T.– ¿Cómo se sintió rindiendo declaración ante la justicia?
L.O.V.– Me sentí tranquilo, aunque tuve que declarar bajo juramento. Me mostraron el texto y yo les expliqué que lo había elaborado como un collage: había puesto unas frases, y otras las había copiado del comunicado original del M-19. Lo que me interesaba era aclarar la dimensión de parodia que tenía. Inclusive la fiscal usó, en algún momento, una palabra bastante acertada para describir el escrito: “alegoría”.
C.O.T.– ¿Cree que corrió un peligro que nunca calculó?
L.O.V.– Lo que puedo afirmar es que nunca pensé que ese texto fuera a volverse una noticia de esa magnitud. Realmente, eso me sorprendió.
C.O.T.– Y ¿cuál es la explicación para que su escrito haya saltado a los medios? ¿Faltó rigor?
L.O.V.– Como lo he dicho, sacaron mi escrito de su contexto y al hacerlo le modificaron el sentido original. Si hubieran dicho que salió de una página de internet sobre arte donde el recurso de la parodia es usual, esa información no habría tenido tal impacto o tal vez no habría tenido méritos para ser noticia.
C.O.T.– Pese a todo, ¿es consciente de que el hecho de usar expresiones como el “11- S” podrían haberlo puesto en graves problemas jurídicos por el temor al terrorismo?
L.O.V.– Mi crítica artística siempre parte del lenguaje. A mí me interesa la lectura que pueda tener una frase y los caracteres propios de la escritura. Me interesa también el 11 de septiembre, pero no sólo por las Torres Gemelas, sino porque en una fecha similar ocurrió el golpe contra Allende. Entonces para mí trasciende el significado que se le da en la actualidad.
C.O.T.– Pero no puede desconocer la realidad política porque puede meterse en problemas.
L.O.V.– Partamos de la base, como lo he sostenido, de que la parodia fue descontextualizada y que eso se soluciona, no dejando de escribir algunas expresiones o autocensurándose sino con un periodismo más responsable. El arte es una forma de conocimiento, pero las representaciones estéticas no deben tener una relevancia desmesurada e inequívoca en el ámbito informativo. Es como si usted hiciera responsables por lo que escriben a Tola y Maruja. Ellas revelan muchísimo con sus ambigüedades. A veces, más de lo que pueden decir los periodistas. Pero ¿usted las ha visto alguna vez retractándose?
“Sátira. Composición poética u otro escrito cuyo objeto es censurar acremente o poner en ridículo a alguien o algo. Parodia. Imitación burlesca”. (Real Academia Española de la Lengua).
Lucas Ospina, 37 años, artista y profesor de textos de arte, dibujo y cine en la Universidad de Los Andes, decidió hace una semana, una noche de viernes cuando se encontraba en un hotel en Yopal, parodiar el comunicado que el movimiento M-19 escribió en 1974 cuando uno de sus comandos se robó la espada de Bolívar.
A Ospina se le ocurrió escribir en tono burlón y con similar argumentación a la del extinto grupo guerrillero, sobre la desaparición de un grabado del pintor español Francisco de Goya, que se había esfumado de una manera absurda mientras era expuesto en la Fundación Gilberto Alzate Avendaño de Bogotá, junto con 78 grabados más de la serie “Los desastres de la guerra”.
Apenas terminó su recreación literaria, Ospina envió el escrito a un portal donde son corrientes las críticas y los debates intelectuales. Horas después, el documento “firmado” por el “Comando Arte Libre 11-S” que el profesor acababa de imaginar, se convirtió en la noticia de abrir periódicos y noticieros. Según lo interpretaron los periodistas que habían encontrado el texto en el sitio [esferapública], quienes enviaban el mensaje eran los ladrones. Nadie supo muy bien cómo la ficción se transformó en un suceso.
Lo cierto es que en un abrir y cerrar de ojos Ospina se vio envuelto en un lío judicial, porque los investigadores de la Fiscalía que andaban buscando pistas de los delincuentes terminaron tras él. Agentes informáticos llegaron a revisar su computador y a mirar con lupa su bandeja de correos, y lo citaron para que se presentara ante la fiscal del caso. Para entonces ya Ospina había reaccionado y, debido a la confusión, había publicado un comunicado, pero este sí ceñido a los acontecimientos, en el que explicaba que su primer escrito era una sátira y no la realidad misma.
Por el momento Lucas ha logrado sortear las dificultades que parecían querer hundirlo: las autoridades aceptaron sus razones; los medios rectificaron la equivocación; la universidad tomó distancia de la equívoca presentación del asunto, pero también reafirmó “el pluralismo, la diversidad, el debate, la crítica, la tolerancia y el respeto por las ideas, creencias y valores de sus miembros”. Falta algo muy importante que con seguridad haría que Lucas se sintiera más tranquilo frente a las autoridades: que apareciera el grabado de Goya y que los cacos fueran puestos en prisión.
Cecilia Orozco Tascón.– ¿Cómo y por qué escribió la parodia sobre el robo del grabado de Goya?
Lucas Ospina Villalba.– [esferapública] es un foro de internet para el arte donde la parodia es habitual. Allí escribimos muchas personas que utilizamos diversas formas literarias como las sátiras, las caricaturas u otras expresiones del humor. Yo me encontraba en Yopal dictando un ciclo de conferencias cuando vi las noticias de la noche sobre el robo del Goya. Pensé que sería interesante escribir sobre ese acto para la comunidad de [esfera]. En este caso lo que hice fue crear desde la ficción, como lo haría un literato, una especie de comunicado de una organización que se llamaba “Comando Arte Libre 11- S” en el que ese grupo imaginario se adjudicaba la acción de la desaparición del grabado.
C.O.T.– Pero ¿Qué pretendía lograr cuando “reivindicó” el robo del cuadro?
L.O.V.– Quería escribir un texto estético y crítico que apuntara en muchas direcciones, no sólo en la de representar el robo. También pretendía incluir al alcalde Samuel Moreno, nieto de Rojas Pinilla, por quien se creó el movimiento M-19. Además Moreno había asistido a la inauguración de la exposición. Como deseaba darle cabida a algunas relaciones históricas, me interesaba, de un lado, el vínculo familiar del Alcalde, y del otro, el comunicado original del robo de la espada de Bolívar.
Otro punto que me llamó la atención fue el del cobro de la entrada a la exposición, pues no era consistente que la Secretaría de Cultura del Distrito, que tiene más presupuesto que el ministerio del área, cobrara tarifas de alrededor de $3.500 por los niños, y de $5.000 por los adultos. Eso no me parecía muy “Bogotá Positiva”. Por último, quería resaltar que el lugar donde están los grabados no era el apropiado para esa exposición. Goya merecía mejor galería y mejores salas.
C.O.T.– ¿Por qué no le gusta la Fundación Alzate Avendaño?
L.O.V.– No se trata de una rencilla personal, pues otras veces he valorado algunas exposiciones y actitudes que han tenido lugar en esa entidad, sino que supongo que en la selección de la fundación hubo más movidas estratégicas para posicionarla en el sector de la cultura del Distrito, que pensar en cuál era la galería correcta para la exposición de Goya.
C.O.T.– Cuando usted mandó su texto a [esferapública], ¿se identificó o usó un seudónimo?
L.O.V.– No sólo me identifiqué, sino que lo envié desde mi correo personal. También es importante que quede claro que únicamente le mandé la parodia a Jaime Iregui, moderador de [esfera].
C.O.T.– ¿Por qué le llamó la atención ese robo y no cualquier otro hecho?
L.O.V.– Porque cuando empecé a leer la noticia me dije que si alguien se hubiera inventado el hecho como sucedió, nadie lo hubiera creído: ejecutan el robo un 11 de septiembre; se llevan un grabado con el título de Tristes presentimientos de lo que ha de acontecer. La exposición afectada es la de Goya dentro de la serie “Los desastres de la guerra”; en esa serie hay una parte que se llama “Disparates enfáticos”, donde Goya dibuja a los políticos de la época, como indicando que ellos tienen responsabilidades en la guerra.
Me pareció paradójico ver aquí unos políticos inaugurando la exposición sobre los desastres de la guerra en un país como éste, donde se pueden ver en la vida real las mismas escenas que pintó Goya, pero 200 años después. A la vez se roban un grabado, es decir, una imagen que está hecha para ser reproducida, razón por la cual el fetichismo por el original no es tan relevante. La noticia del robo hizo que se reprodujera el Goya en páginas y páginas de la red: la internet es ahora lo que el medio del grabado fue para la época de Goya. Todo eso me llamó muchísimo la atención.
C.O.T.– La relación entre este robo y el de la espada de Bolívar no me parece tan obvia. ¿Por qué llegó ahí?
L.O.V.– En realidad fue por la presencia protocolaria del alcalde Samuel Moreno en la inauguración. Recordé el origen del M-19 y se me ocurrió escribir una sátira política. Entonces llegué a la historia de la espada. En internet encontré fragmentos del comunicado de aquella época. Cuando leí una parte que decía “Simón Bolívar: tu espada vuelve a la vida. Adquiere un nuevo sentido”, y cuando más adelante señalaba que las paredes del museo enmohecían las obras, pensé que ese escrito tenía un poder literario muy fuerte.
Me tomé algunas licencias para incluir en el texto lo que me interesaba: las boletas de ingreso y los “delfines”, porque no sólo Samuel Moreno es uno de ellos sino también Ana María Alzate, quien es hija de Gilberto Alzate Avendaño. Esto no sería un impedimento si la institución fuera privada, pero al recibir dineros públicos se generan problemas y conflictos de responsabilidades. Y finalmente relacioné la arenga de los universitarios encapuchados —la noticia acababa de salir— cuando decían el clásico “presente, presente, presente”.
C.O.T.– ¿Por qué incluyó dos fotos en su texto?
L.O.V.– Son tomadas de la página de internet de la Alcaldía y me interesaban porque en una de ellas están todos los actores que tienen que ver con la exposición, como si fueran el elenco de una obra de teatro. La otra es la del Alcalde mirando los grabados.
C.O.T.– A la foto del Alcalde usted le hizo un montaje con el computador. Modificó la imagen de uno de los grabados de Goya y le pintó una plasta. ¿Por qué?
L.O.V.– Para no decirlo en términos bruscos, porque la Alcaldía “la embarró” al poner la exposición en un lugar donde no había seguridad y donde no se merecía estar Goya.
C.O.T.– ¿Cuánto tiempo después de publicado su texto en [esferapública] saltó a los medios?
L.O.V.– El robo se produjo el jueves 11 de septiembre. Yo envié la parodia a [esfera] el viernes 12 por la noche. Creo que la primera información en medios salió el domingo 14 pero no me enteré. El lunes en la mañana mi esposa me dijo que había oído en radio un comunicado del grupo que se había robado el grabado y que le parecía delirante. Ella no sabía que ese texto era mío porque se me había olvidado contarle.
C.O.T.– Entonces, ¿qué hizo usted?
L.O.V.– Inmediatamente le dije que yo lo había escrito. A ella le dio risa. Mi papá, quien sí lo había visto la noche anterior, me descubrió sin hablar conmigo. Después me contó que de una vez había dicho que ese comunicado tenía que ser mío. El lunes, cuando llegué a la oficina, abrí el periódico y ahí estaba la noticia. Le pregunté al moderador de [esfera], Jaime Iregui, si la Policía lo había llamado.
Me dijo que no, pero como nos preocupamos, buscamos los videos que habían salido en los noticieros. En alguno de ellos encontramos al comandante operativo de la Policía de Bogotá. Él decía que la investigación no iba por ahí. Eso me alivió mucho porque pensé que la historia se caería sola y que no iba a trascender.
C.O.T.– Pero terminó declarando en la Fiscalía.
L.O.V.– Sí, porque el asunto siguió creciendo. En todo caso, desde el primer momento le dije a Jaime que si alguien lo contactaba, quedaba en total libertad de decir de dónde había salido el texto y cuál era mi nombre. Al día siguiente me contó que habían ido a verlo unos policías con dos funcionarios de delitos informáticos para solicitarle que les dejara ver mi computador y la bandeja de correos. Hablé con un abogado amigo y le pedí consejo. Lo primero que me sugirió fue enviar un comunicado explicando lo que había sucedido para no interferir la investigación. Aquí es bueno aclarar que aunque el gesto artístico es lo más importante para mí, no puedo anteponer un compromiso estético a una responsabilidad legal, que es la que tiene todo ciudadano de colaborar con las autoridades.
C.O.T.– ¿Cómo se sintió rindiendo declaración ante la justicia?
L.O.V.– Me sentí tranquilo, aunque tuve que declarar bajo juramento. Me mostraron el texto y yo les expliqué que lo había elaborado como un collage: había puesto unas frases, y otras las había copiado del comunicado original del M-19. Lo que me interesaba era aclarar la dimensión de parodia que tenía. Inclusive la fiscal usó, en algún momento, una palabra bastante acertada para describir el escrito: “alegoría”.
C.O.T.– ¿Cree que corrió un peligro que nunca calculó?
L.O.V.– Lo que puedo afirmar es que nunca pensé que ese texto fuera a volverse una noticia de esa magnitud. Realmente, eso me sorprendió.
C.O.T.– Y ¿cuál es la explicación para que su escrito haya saltado a los medios? ¿Faltó rigor?
L.O.V.– Como lo he dicho, sacaron mi escrito de su contexto y al hacerlo le modificaron el sentido original. Si hubieran dicho que salió de una página de internet sobre arte donde el recurso de la parodia es usual, esa información no habría tenido tal impacto o tal vez no habría tenido méritos para ser noticia.
C.O.T.– Pese a todo, ¿es consciente de que el hecho de usar expresiones como el “11- S” podrían haberlo puesto en graves problemas jurídicos por el temor al terrorismo?
L.O.V.– Mi crítica artística siempre parte del lenguaje. A mí me interesa la lectura que pueda tener una frase y los caracteres propios de la escritura. Me interesa también el 11 de septiembre, pero no sólo por las Torres Gemelas, sino porque en una fecha similar ocurrió el golpe contra Allende. Entonces para mí trasciende el significado que se le da en la actualidad.
C.O.T.– Pero no puede desconocer la realidad política porque puede meterse en problemas.
L.O.V.– Partamos de la base, como lo he sostenido, de que la parodia fue descontextualizada y que eso se soluciona, no dejando de escribir algunas expresiones o autocensurándose sino con un periodismo más responsable. El arte es una forma de conocimiento, pero las representaciones estéticas no deben tener una relevancia desmesurada e inequívoca en el ámbito informativo. Es como si usted hiciera responsables por lo que escriben a Tola y Maruja. Ellas revelan muchísimo con sus ambigüedades. A veces, más de lo que pueden decir los periodistas. Pero ¿usted las ha visto alguna vez retractándose?