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¿Cómo vivió usted el tema de la pandemia y el confinamiento? ¿Sintió que ese tiempo la inspiró a escribir?
Particularmente, durante la pandemia se publicaron dos de mis libros, y fue muy raro, porque justo en ese tiempo se publicó mi primera novela, que se llama Movimientos involuntarios, y un libro de cuentos que publicó la Universidad Central… el año en el que hago mis primeras publicaciones se cancela la Feria del Libro y nos encierran. Fue muy atípico, y lo que hice fue seguir escribiendo. Sentí que fue un cambio para todos, pero no afectó mi escritura o mi disciplina.
¿En qué momento nació su amor por la escritura?
Estudié Comunicación Social y Periodismo, y empecé a leer cuando empecé la carrera. Luego tuve la oportunidad de asistir a varios de los talleres de escritura que manejaba Idartes a nivel local, y luego de esos inicios me di cuenta de que no había otro camino para mí. Empecé a ser muy disciplinada y en eso he estado los últimos años... Ha sido un proceso largo, pero enriquecedor.
¿Qué la inspira a escribir y cuál es su género favorito de escritura?
Tengo una novela publicada, llamada Movimientos involuntarios, de la editorial Milserifas. Es muy corta y habla sobre la ausencia del padre. Tiene un estilo que se puede considerar poético, y también tengo un libro de cuentos que se llama La mara, que quedó seleccionado para el Premio Nacional de Cuento. Últimamente estoy trabajando mucho el género del cuento, porque creo que es lo que la gente más lee; siento mucho respeto por él, porque no es fácil escribirlo.
¿Qué retos trajo para usted empezar a explorar el mundo del cuento y qué es lo que más disfruta a la hora de escribir?
Cuando empecé a escribir no sabía muy bien qué era, si eran relatos, cuentos o poemas, porque me interesa lo híbrido. Cuando terminé por primera vez un texto parecía más un cuento que otra cosa... Sobre disfrutar a la hora de escribir, no lo sé, no lo disfruto. Es algo que me apasiona, pero escribir es muy solitario, es una disciplina difícil de mantener, pero es lo que decidí y está bien para mí.
¿Cómo recibió la noticia de que era la ganadora del X Premio Nacional de Cuento La Cueva y qué tal fue esa experiencia para usted?
No me lo esperaba, porque uno envía textos con la idea de soltarlos, porque piensas que ya está terminado y que quizás el texto pueda encontrar un camino, pero eso es un sueño siempre. No me lo creí cuando me lo dijeron y sobre todo me sorprendió mucho ser la primera mujer en recibir este reconocimiento.
¿Cuál es el reto más grande de escribir en un país que, según las cifras, casi no lee? ¿Cómo cree que se puede implementar el hábito de la lectura sin que sea una imposición?
Yo no leí en forma, sino hasta que llegué a la universidad. Había una barrera con los libros, estudié en un colegio público en Bogotá y la biblioteca era cerrada, tenía unas rejas que separaban a los niños de los libros y ojear cualquier libro era una tarea compleja. Pero poco a poco empecé a visitar bibliotecas y me di cuenta de que la biblioteca era un lugar seguro para mí, donde disfrutaba entrar. Luego hice talleres de escritura y empecé a conocer gente con mis intereses. Así que pienso que tener espacios abiertos es vital. Admiro mucho el trabajo que hacen los promotores de lectura en zonas rurales del país. Es una gran labor que está cambiando la vida de los chicos.
¿Cuál es la importancia de reconocimientos como el Premio Nacional de Cuento La Cueva y qué piensa de este tipo de eventos?
No escribo para ganar premios, escribo porque no puedo hacer otra cosa que narrar. Los reconocimientos son bienvenidos, pero después de todo eso que dura instantes, lo que tienes que hacer es seguir escribiendo.
¿Qué proyectos tiene para 2022?
En febrero de este año seré becaria residente en Can Serrat – International Art Residence, en un pueblo que se llama El Bruc en Barcelona (España), así que me dedicaré a escribir un par de meses.