Yuri, famosa pero no soberbia

La reconocida artista mexicana es la coentrenadora en la tercera temporada de “La voz kids” y durante la grabación del concurso se ha encontrado con muchas historias similares a la suya.

El Espectador
04 de abril de 2018 - 02:00 a. m.
Yuri cuenta que a la mamá le tocaba robar en los mercados porque en su casa solamente había para satisfacer una de las comidas diarias. / Cortesía
Yuri cuenta que a la mamá le tocaba robar en los mercados porque en su casa solamente había para satisfacer una de las comidas diarias. / Cortesía
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Acaba de comenzar su rol en “La voz kids”, ¿qué le llamó la atención de este proyecto para hacer en Colombia?

Me gustan los retos. En México he sido entrenadora en dos oportunidades de La voz y también fui conductora de La voz kids, así que estoy muy empapada con este tipo de formatos, porque a mí se me da mucho el relajo. El año pasado vine a Colombia a promocionar mi disco Primera fila, y este año me contactaron y me dijeron: “nosotros ya tenemos los entrenadores, pero queremos una coasesora de los tres”. A mí me encantó la idea y aquí estoy.

¿Qué ha aprendido en este proceso de “La voz kids”?

Cada entrenador tiene su personalidad. En Colombia el programa es diferente y todos tenemos más libertades. En México hacemos más pleito para ganarnos al participante. Cuando llegué me dijeron: “suéltate y sé tú”, y eso es lo que estoy haciendo. Yo no vengo a quitarle el lugar a nadie y ellos tres son los principales.

¿Se ha sentido identificada con la historia de alguno de los participantes?, ¿se ha visto reflejada?

Por supuesto. En La voz México me pasó mucho. Yo comencé a los once años, que es la edad de muchos de los participantes del formato. Y también tenía esos sueños de querer ser alguien en la música. Muchos de los chicos no son de Bogotá y les toca hacer de todo para llegar hasta la capital, a mí me tocó igual porque no soy de Ciudad de México. Claro que me siento identificada, muchas veces mi mamá robaba en los mercados para que yo pudiera comer. Me identifico con esas historias de lucha y sacrificio de muchos de estos niños.

¿Qué le gusta enseñar en esta etapa de “La voz kids”?

Lo que más me gusta de ser profesional es la posibilidad de enseñar y lo hago con toda la generosidad del caso, porque ya llevo casi cuarenta años en la música. Cuando yo era adolescente fui aprendiz y tuve maestros como José José, quien siempre me ha hecho énfasis en que uno no puede perder la sencillez. También fui telonera de Celia Cruz y ella hablaba siempre de la humildad. Yo trato de transmitirles eso mismo a los niños del programa.

¿Cómo se cuida la voz?

Yo soy de las pocas ochenteras que todavía cultivan su voz. El tiempo pasa y los artistas tenemos procesos difíciles, como en mi caso la depresión, y por fortuna pude salir adelante. La fama y la lana (el dinero) te pueden devorar, pero yo he sido más bien disciplinada y voy todos los años al especialista. Tal vez por eso conservo mi voz intacta y puedo cantar La maldita primavera en la misma tonalidad de siempre.

¿Cómo ha sido su relación con la fama?

La relación con la fama ha sido buena en unos momentos, mientras que en otros ha sido muy mala. La fama te atrapa porque te puede dar todo, pero cuando menos te das cuenta, estás completamente solo. La fama es muy celosa y absorbente. Si tú te apartas de ella, te la cobra y muy duro. Hubo cinco años en que no quise saber nada de ella y entré en conflicto con ella porque espiritualmente me quitó todo. Creo que se puede ser famoso, pero no soberbio.

¿Cómo ha logrado manejar la envidia que despierta?, ¿se ha sentido acosada alguna vez?

Referente al acoso, tengo que decir que no. Yo comencé muy chiquita y era muy flaca, entonces creo que no despertaba el deseo de nadie. A la que sí debían acosar era a mi mamá, una mujer muy guapa. A ella le decían: “¿y tú qué me vas a dar para poner a tu hija allá?”. A mí nunca me pasó y si hubiera sucedido, tengo la plena seguridad de que no me hubiera quedado callada. Además, mi mamá cargaba una pistola en la cartera, así que nadie se metía conmigo. En cuanto a la envidia, tengo que decir que cuando el árbol da muchos frutos, pues hay que tirarle piedras. Las mujeres somos inseguras por lo general y claro que he sentido envidia por lo que tienen otras, pero desde hace 22 años no me pasa.

Por El Espectador

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