La Mirilla: 2024 (Opinión)
Al pisar la segunda quincena del primer mes de este año 2024, les envío saludos, deseándoles mucho éxito en todos los propósitos que los animan.
Jenniffer Steffens*
Al pisar la segunda quincena del primer mes de este año 2024, les envío saludos, deseándoles mucho éxito en todos los propósitos que los animan. Mi pasión sigue siendo la misma y va en aumento: el arte y la cultura a través de historias, imaginación y hechos, contando en imágenes y formatos, con fotografías cuidadosamente seleccionadas que resalten diferentes voces y sonidos. Recurro a la estética que nos ofrece el diseño de arte y todo lo concerniente, posible en los medios audiovisuales.
Quiero hacer una especial mención al artista, quien, aunque mencionado habitualmente en último lugar, es y será primordial frente a la máquina y la técnica. El artista hace posible que todo cobre vida y emoción.
Este año, mis anhelos son sencillos pero exigentes en cuanto a lo que me gustaría que todos los colombianos, y seguramente muchos otros también, quisieran. Aquellos que nos ven desde otras latitudes, desde otras culturas, deberían apreciar lo que en esencia somos, lo que nos identifica y representa en el hermoso y diverso país en el que vivimos. Esto no implica ignorar el claro oscuro de nuestra realidad. No creo necesario negar ni sobreactuar. Busco reconocimiento, orgullo, amor propio y aprecio por lo que somos y tenemos, con objetividad.
Le invitamos a leer: La Mirilla: La realidad de los ‘realities’
Dentro de todo esto, sería hermoso darle el lugar que merece a nuestro idioma y nuestras lenguas, a nuestros modismos y costumbres. No veo razón para alejarnos de cierto “costumbrismo” que revive la cuna y recuerda de dónde venimos. Revivir esas nostalgias puede edificar un buen futuro y hacer en el presente un camino sensible, recuperando tantos intangibles, tesoros de nuestra colombianidad, como la música y otras expresiones y valores.
No quiero ser reiterativa, pero tal vez, no, corrijo, seguro lo hago porque, al ciudadano televidente, corriente, a la familia que busca qué ver y necesariamente se le repite qué marca de jabón usar, qué bebida tomar, en cuál banco depositar su confianza, se le repite, es por eso, en la fórmula de repetición en la que insisto.
¿Por qué no hacer gala de lo invaluable que tenemos e invertir en lo positivo, desde lo positivo? Mostrar esta realidad culta que también nos representa y de la que en otros escenarios nos enorgullece. Invertir en la imagen grandiosa que podríamos transmitir de manera fácil, siendo verdad.
Exaltemos la vida del ciudadano honesto, decente. Recordemos que los hay, mujeres y hombres, familias enteras, una comunidad, una sociedad que hace esfuerzos en tantos campos, con historias de vida basadas en el amor, a pesar de las dificultades, cimentado en la superación. No exaltemos más los hechos violentos ni el desmoronamiento moral y ético que nos abraza y asfixia como la boa.
Hay referentes en la producción extranjera, como China, que inculcan valores, exaltan el amor, la amistad, el respeto y hablan de sus necesidades y logros con humor. Aunque tendrán productos con otras temáticas que nos resulten “violentas”, estoy convencida de que nunca alcanzarán nuestro nivel, dedicado a exaltar y vivir de la narco-miseria, de la traquetización de todo ser, espacio y valor. También está el producto turco, con gran aceptación y muy buenas audiencias en la televisión colombiana, observando dentro de su cultura y mostrando vivencias, modos y exaltando sus convicciones. Claro, pueden resultarnos violentas, pero nos narran dentro de unos valores donde el delincuente es condenado por la ley, no convertido en héroe. Bajo ninguna situación. Es un delincuente en la categoría que le corresponda. No un héroe. A diferencia de lo que ha ocurrido en Colombia, donde la historia ha sido contada con omisión y un tinte de amarillismo, también con complacencia, refiriéndome a la necesidad de pauta en el prurito de que eso vende, y lo que es peor, lo único que vende.
Además: La Mirilla: El malhumor
La televisión que narra violencia en otros países tal vez no suscita ni motiva el deseo de hacer comercio a través de camisetas en ciudades icónos, en ciudades históricas representativas a nivel internacional como Cartagena, donde de alguna manera se hace apología del delito. Esto distorsiona valores que se acuñan en la necesidad de personas que buscan el pan diario y sin distinción plasman en sus artículos esas imágenes nefastas encomendando en manos y cabeza de esos personajillos perversos un posible mejor futuro. ¡Qué ironía! Claro, inconscientes del terrible daño que le han hecho al país, ignorando que ese flagelo los incluye. Esto es avalado por la repetición de un mensaje de la televisión que opta por un camino existiendo otros edificantes, favorables a nuestro país.
Esto nos lleva a otra reflexión. ¿Es que solo podemos vender hampones y sicarios? ¿Escobares y Griseldas? ¿Eso es lo único que nos identifica en Colombia? ¿Es lo único que nos caracteriza? Miremos hacia otros horizontes, los de la literatura, la poesía. La cultura extensa en su significado. A la diversidad rica extensa que nos hace. Hagámoslo ameno y vendible. Ese es nuestro gran potencial y ahí está la fortuna también. Contemos sin vergüenza, con seguridad y orgullo, quiénes somos en verdad. Ayudemos a desprendernos de esa época sangrienta que le hizo y sigue haciéndole flaco favor a Colombia. Desde la verdadera dramaturgia es mejor, más fácil, ya que permite la poesía y la exaltación de la belleza y la vida. Mostremos al mundo quiénes somos y cómo somos.
Mis deseos para el 2024 y siempre.
Al pisar la segunda quincena del primer mes de este año 2024, les envío saludos, deseándoles mucho éxito en todos los propósitos que los animan. Mi pasión sigue siendo la misma y va en aumento: el arte y la cultura a través de historias, imaginación y hechos, contando en imágenes y formatos, con fotografías cuidadosamente seleccionadas que resalten diferentes voces y sonidos. Recurro a la estética que nos ofrece el diseño de arte y todo lo concerniente, posible en los medios audiovisuales.
Quiero hacer una especial mención al artista, quien, aunque mencionado habitualmente en último lugar, es y será primordial frente a la máquina y la técnica. El artista hace posible que todo cobre vida y emoción.
Este año, mis anhelos son sencillos pero exigentes en cuanto a lo que me gustaría que todos los colombianos, y seguramente muchos otros también, quisieran. Aquellos que nos ven desde otras latitudes, desde otras culturas, deberían apreciar lo que en esencia somos, lo que nos identifica y representa en el hermoso y diverso país en el que vivimos. Esto no implica ignorar el claro oscuro de nuestra realidad. No creo necesario negar ni sobreactuar. Busco reconocimiento, orgullo, amor propio y aprecio por lo que somos y tenemos, con objetividad.
Le invitamos a leer: La Mirilla: La realidad de los ‘realities’
Dentro de todo esto, sería hermoso darle el lugar que merece a nuestro idioma y nuestras lenguas, a nuestros modismos y costumbres. No veo razón para alejarnos de cierto “costumbrismo” que revive la cuna y recuerda de dónde venimos. Revivir esas nostalgias puede edificar un buen futuro y hacer en el presente un camino sensible, recuperando tantos intangibles, tesoros de nuestra colombianidad, como la música y otras expresiones y valores.
No quiero ser reiterativa, pero tal vez, no, corrijo, seguro lo hago porque, al ciudadano televidente, corriente, a la familia que busca qué ver y necesariamente se le repite qué marca de jabón usar, qué bebida tomar, en cuál banco depositar su confianza, se le repite, es por eso, en la fórmula de repetición en la que insisto.
¿Por qué no hacer gala de lo invaluable que tenemos e invertir en lo positivo, desde lo positivo? Mostrar esta realidad culta que también nos representa y de la que en otros escenarios nos enorgullece. Invertir en la imagen grandiosa que podríamos transmitir de manera fácil, siendo verdad.
Exaltemos la vida del ciudadano honesto, decente. Recordemos que los hay, mujeres y hombres, familias enteras, una comunidad, una sociedad que hace esfuerzos en tantos campos, con historias de vida basadas en el amor, a pesar de las dificultades, cimentado en la superación. No exaltemos más los hechos violentos ni el desmoronamiento moral y ético que nos abraza y asfixia como la boa.
Hay referentes en la producción extranjera, como China, que inculcan valores, exaltan el amor, la amistad, el respeto y hablan de sus necesidades y logros con humor. Aunque tendrán productos con otras temáticas que nos resulten “violentas”, estoy convencida de que nunca alcanzarán nuestro nivel, dedicado a exaltar y vivir de la narco-miseria, de la traquetización de todo ser, espacio y valor. También está el producto turco, con gran aceptación y muy buenas audiencias en la televisión colombiana, observando dentro de su cultura y mostrando vivencias, modos y exaltando sus convicciones. Claro, pueden resultarnos violentas, pero nos narran dentro de unos valores donde el delincuente es condenado por la ley, no convertido en héroe. Bajo ninguna situación. Es un delincuente en la categoría que le corresponda. No un héroe. A diferencia de lo que ha ocurrido en Colombia, donde la historia ha sido contada con omisión y un tinte de amarillismo, también con complacencia, refiriéndome a la necesidad de pauta en el prurito de que eso vende, y lo que es peor, lo único que vende.
Además: La Mirilla: El malhumor
La televisión que narra violencia en otros países tal vez no suscita ni motiva el deseo de hacer comercio a través de camisetas en ciudades icónos, en ciudades históricas representativas a nivel internacional como Cartagena, donde de alguna manera se hace apología del delito. Esto distorsiona valores que se acuñan en la necesidad de personas que buscan el pan diario y sin distinción plasman en sus artículos esas imágenes nefastas encomendando en manos y cabeza de esos personajillos perversos un posible mejor futuro. ¡Qué ironía! Claro, inconscientes del terrible daño que le han hecho al país, ignorando que ese flagelo los incluye. Esto es avalado por la repetición de un mensaje de la televisión que opta por un camino existiendo otros edificantes, favorables a nuestro país.
Esto nos lleva a otra reflexión. ¿Es que solo podemos vender hampones y sicarios? ¿Escobares y Griseldas? ¿Eso es lo único que nos identifica en Colombia? ¿Es lo único que nos caracteriza? Miremos hacia otros horizontes, los de la literatura, la poesía. La cultura extensa en su significado. A la diversidad rica extensa que nos hace. Hagámoslo ameno y vendible. Ese es nuestro gran potencial y ahí está la fortuna también. Contemos sin vergüenza, con seguridad y orgullo, quiénes somos en verdad. Ayudemos a desprendernos de esa época sangrienta que le hizo y sigue haciéndole flaco favor a Colombia. Desde la verdadera dramaturgia es mejor, más fácil, ya que permite la poesía y la exaltación de la belleza y la vida. Mostremos al mundo quiénes somos y cómo somos.
Mis deseos para el 2024 y siempre.