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                                                                                                                                La raza latina de Larry Harlow

                                                                                                                                Un experto revisa el legado musical, en especial para la historia de la salsa, del “judío maravilloso”, fallecido esta semana.

                                                                                                                                Petrit Baquero * / Especial para El Espectador

                                                                                                                                Un disco fundamental de Larry Harlow (1939-2021) fue “La raza latina”, una “suite” que pretendió realizar un recorrido por la música afrocaribe.
                                                                                                                                Foto: 2016 Getty Images - Gustavo Caballero
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Mejor dicho, Harlow simboliza (claro, como tantos otros) lo que era —¿es?— la “salsa”, esa amalgama sabrosa, agresiva y potente, entre la tradición y la modernidad, de ritmos y sonoridades que, en la cocina multicultural de Nueva York, supo hermanar la tradición y la vanguardia, lo rural y lo urbano, lo “latino” y lo gringo, lo caribeño y lo de muchas otras partes, para regarse, como un virus benigno, primero por el Caribe urbano en español y luego por todo el mundo.

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                Nacido como Lawrence Ira Kahn-Sherman, el 20 de marzo de 1939, en una familia judía (madre ucraniana y padre de origen austríaco) asentada en Brooklyn, Nueva York, Harlow se destacó en la música desde muy joven, cautivándose por la música afrocubana que su padre, un melómano consumado y cantante profesional, coleccionaba. A esto, le siguió el aprendizaje callejero en el South Bronx y el Spanish Harlem (el “Viejo Barrio”) donde sonaban por todas partes Machito, Tito Puente, Tito Rodríguez, Noro Morales y Joe Valle y su orquesta, al tiempo que tomaba clases en la High School Music and Art, en Manhattan, donde aprendió gran técnica, aunque aún sin el tumba’o que después lo caracterizó.

                                                                                                                                Pero, claro, todo es un proceso, y luego de una audición en la que le dijeron que le faltaba “clave, sabor” y conocimiento del “guajeo” del piano (mejor dicho, que tocaba como “gringo”), compró varios discos y se encerró a estudiar a los mejores pianistas “latinos” de la época, de los cuales aprendió tumba’os, solos y armonizaciones. Posteriormente, viajó a Cuba, la mata de casi toda esta música, y se maravilló con los universos sonoros de la Orquesta Aragón y, sobre todo, del “ciego maravilloso” Arsenio Rodríguez, uno de esos nombres fundamentales en la música del Caribe, pues, además de sus canciones y gran capacidad interpretativa, estableció formatos instrumentales y estructuras temáticas, que muchos, sin saberlo (o sin darle crédito deliberadamente), continúan utilizando.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Con esto, vale decir que el aporte de los judíos neoyorquinos a la salsa va mucho más allá de lo que han hecho los grandes empresarios que creaban y dirigían sellos disqueros y emisoras, pues jamás se podrá olvidar a músicos y arreglistas como Lewis Kahn (mis respetos por ese sonido en el trombón y el violín), Barry Rogers (para muchos, el ejemplo del sonido salsero del trombón), Andy Harlow (para algunos, mejor que su hermano Larry) y, por supuesto, el gran Larry Harlow, entre muchos más. Mejor dicho, no sobra decir que, si bien la salsa en Nueva York fue construida principalmente por latinoamericanos o descendientes de estos, el aporte de muchos más es evidente y fundamental.

                                                                                                                                Siempre me gustó Larry Harlow por su concepto musical, con una banda (la legendaria Orquesta Harlow) que mezclaba trompetas y trombones (tocadas, por cierto, por “gringos” que venían del soul y el rock con vientos) y que sonaba sabrosa y agresiva, con sus excelentes cantantes (en su momento, pasaron por ahí Felo Brito, Monguito, Ismael Miranda, Júnior González…) y novedosos arreglos. Sobre todo, me gustó Larry Harlow por sus propuestas de avanzada, que dejaban ver que se podía pensar en álbumes conceptuales, fusiones progresivas y temáticas con reivindicaciones sociales que aún son urgentes y necesarias.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Y, claro, si se habla de Harlow jamás se podrá olvidar su papel en las grabaciones de la legendaria Fania All-Stars, con la cual viajó por casi todo el mundo llevando la bandera de una música que a muchos nos identifica, acompaña y, por supuesto, hace felices.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                * Petrit Baquero es historiador, politólogo, músico y melómano. Autor de El ABC de la mafia: radiografía del Cartel de Medellín (Planeta, 2012), La nueva guerra verde (Planeta, 2017) y Manual de derechos humanos y paz (CINEP/PPP, 2014).

                                                                                                                                Un disco fundamental de Larry Harlow (1939-2021) fue “La raza latina”, una “suite” que pretendió realizar un recorrido por la música afrocaribe.
                                                                                                                                Foto: 2016 Getty Images - Gustavo Caballero
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Mejor dicho, Harlow simboliza (claro, como tantos otros) lo que era —¿es?— la “salsa”, esa amalgama sabrosa, agresiva y potente, entre la tradición y la modernidad, de ritmos y sonoridades que, en la cocina multicultural de Nueva York, supo hermanar la tradición y la vanguardia, lo rural y lo urbano, lo “latino” y lo gringo, lo caribeño y lo de muchas otras partes, para regarse, como un virus benigno, primero por el Caribe urbano en español y luego por todo el mundo.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Pero, claro, todo es un proceso, y luego de una audición en la que le dijeron que le faltaba “clave, sabor” y conocimiento del “guajeo” del piano (mejor dicho, que tocaba como “gringo”), compró varios discos y se encerró a estudiar a los mejores pianistas “latinos” de la época, de los cuales aprendió tumba’os, solos y armonizaciones. Posteriormente, viajó a Cuba, la mata de casi toda esta música, y se maravilló con los universos sonoros de la Orquesta Aragón y, sobre todo, del “ciego maravilloso” Arsenio Rodríguez, uno de esos nombres fundamentales en la música del Caribe, pues, además de sus canciones y gran capacidad interpretativa, estableció formatos instrumentales y estructuras temáticas, que muchos, sin saberlo (o sin darle crédito deliberadamente), continúan utilizando.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Con esto, vale decir que el aporte de los judíos neoyorquinos a la salsa va mucho más allá de lo que han hecho los grandes empresarios que creaban y dirigían sellos disqueros y emisoras, pues jamás se podrá olvidar a músicos y arreglistas como Lewis Kahn (mis respetos por ese sonido en el trombón y el violín), Barry Rogers (para muchos, el ejemplo del sonido salsero del trombón), Andy Harlow (para algunos, mejor que su hermano Larry) y, por supuesto, el gran Larry Harlow, entre muchos más. Mejor dicho, no sobra decir que, si bien la salsa en Nueva York fue construida principalmente por latinoamericanos o descendientes de estos, el aporte de muchos más es evidente y fundamental.

                                                                                                                                Siempre me gustó Larry Harlow por su concepto musical, con una banda (la legendaria Orquesta Harlow) que mezclaba trompetas y trombones (tocadas, por cierto, por “gringos” que venían del soul y el rock con vientos) y que sonaba sabrosa y agresiva, con sus excelentes cantantes (en su momento, pasaron por ahí Felo Brito, Monguito, Ismael Miranda, Júnior González…) y novedosos arreglos. Sobre todo, me gustó Larry Harlow por sus propuestas de avanzada, que dejaban ver que se podía pensar en álbumes conceptuales, fusiones progresivas y temáticas con reivindicaciones sociales que aún son urgentes y necesarias.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Y, claro, si se habla de Harlow jamás se podrá olvidar su papel en las grabaciones de la legendaria Fania All-Stars, con la cual viajó por casi todo el mundo llevando la bandera de una música que a muchos nos identifica, acompaña y, por supuesto, hace felices.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Otro disco fundamental de Harlow, es La raza latina, una suite que pretendió realizar un recorrido por la música afrocaribe del pasado, el presente y el futuro (que, por cierto, puede sonar timbera, porque creo que la vanguardia de esta música volvió a Cuba), que, si bien no tuvo gran éxito comercial, es apreciado por melómanos y coleccionistas, como una obra fundamental (o, bueno, por lo menos para mí). Y es que Harlow hablaba de la “raza latina”, una idea que todavía se reivindica y que el pianista asumió como suya, siendo diciente que aquel judío hijo de inmigrantes de Europa del este, bautizara a uno de sus discos como Soy latino (que, a veces, es una clara idea anglocéntrica de otredad), porque así se sentía cuando llegaba al “barrio” o a cualquier lugar en donde se gozara su música. Eso sí, tampoco dejó de lado el rock y hay grabaciones que lo corroboran (para la muestra, busquen las grabaciones de la banda Ambergris en las que tocaba con el otro “judío maravilloso”: Lewis Kahn. Les recomiendo el tema “Something Happened To Me”, que recomienda el melómano José Alfredo Romero).

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Con la partida de Larry Harlow, otro monstruo se nos mudó a ese “otro barrio” al que alguna vez llegaremos todos. Mientras tanto, que bien valga volver a apreciar su maravillosa obra, pues este gran artista representa a la salsa, con su profunda y larga tradición, pero también con su mirada, sonoridad y expresividad urbana contemporánea, que no niega la raíz afrocubana, pero comprende que, en nuevos escenarios, nuevas realidades y distintas influencias (incluso, de un pianista judío de padres europeos), la música identifica a una sociedad, pero también puede marcar nuevas pautas para lo que viene después.

                                                                                                                                * Petrit Baquero es historiador, politólogo, músico y melómano. Autor de El ABC de la mafia: radiografía del Cartel de Medellín (Planeta, 2012), La nueva guerra verde (Planeta, 2017) y Manual de derechos humanos y paz (CINEP/PPP, 2014).

                                                                                                                                Por Petrit Baquero * / Especial para El Espectador

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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