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-Con Diego iría hasta el fin del mundo, pero con Maradona no daría un paso.
-Sí, pero si no hubiera sido por Maradona, todavía estaría en Villa Fiorito.
Esa fue una de las charlas que sostuvieron el preparador físico Fernando Signorini y Diego Armando Maradona en Nápoles. Allí, en esa ciudad del sur de Italia, fue donde el astro demostró todas sus facetas: rebelde, héroe, tramposo y dios. Con lo que vivió en aquel futbolero lugar se puede resumir su vida, los aspectos que la han rodeado, los valores que lo acompañan, los defectos que ha hecho notorios. El mito que formó.
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Diego es el hombre que pudo eludir desde mitad de cancha a cualquier inglés que se le atravesara, en los cuartos de final del Mundial México 1986. Maradona es el que en ese mismo partido hizo un gol con la mano, lo celebró y después dijo que no fue la suya sino la de Dios. “Para explicar todo el mito alcanza con el partido contra Inglaterra. En esos dos goles: en el primero con la mano, y en el segundo gambeteando a todo, está la explicación de por qué se le ama y por qué también se le odia. Un poco de trampa, pero también mucha genialidad”, explica el periodista Daniel Arcucci en el documental sobre el ex campeón del mundo, dirigido por Asif Kapadia y que se estrenó en On Directv (canales 201 y 1201) y Directv Go.
Diego es el niño que siempre amó la pelota. El que tiene esos ojos que sabían encontrar el mejor lugar para dirigirla. El que la considera “el juguete más lindo” y siempre la vio como la salvación suya y de su familia. Como la forma de salir de uno de los barrios más miserables de Buenos Aires: Villa Fiorito, donde debió vivir en condiciones tan duras como su carácter. El hombre que se convirtió en dios para millones de personas, presenció cómo su papá se levantaba a las cuatro de la mañana a trabajar, con el objetivo de conseguir dinero para alimentarlo a él y a sus cuatro hermanas. Escuchó a doña Tota, su mamá, mentir. “Me duele el estómago, no quiero comer”. No era cierto. Pronunciaba esas palabras porque la comida era escasa y prefería que fuera para sus hijos.
Maradona es quien, después de debutar en Argentinos Juniors y pasar por Boca, no pudo triunfar en Barcelona porque, además de sus lesiones, se dedicó a frecuentar clubes nocturnos. En ellos conoció la cocaína, su destrucción. Se despidió de España con una batalla campal en la Copa del Rey 1984 y buscó ser feliz en Nápoles, en donde, en sus propias palabras, “la droga estaba por todos lados”. Mientras Diego adentro del verde césped fue de lo mejor que ha tenido la historia del fútbol, Maradona, afuera, compartió fiestas y cenas con La Camorra, organización mafiosa de Nápoles.
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Los goles y jugadas con la camiseta celeste quedarán eternamente en la memoria de un equipo al que Diego llevó a ganar sus únicos títulos de la Serie A de Italia (1987 y 1990), una Copa Italia (1987) y una Copa de la Uefa (1989). El legendario 10, con su talento, cambió la historia del Napoli. “La rabia, la bronca y luchar contra la adversidad son sus combustibles. Combustibles que ha usado siempre”, agrega Arcucci, quien participa de la pieza audiovisual tras haber compartido con el protagonista de ella en Nápoles.
Y esa ciudad también revolucionó la vida de Maradona. Lo hizo sostener una relación con La Camorra para suplir su adicción a la cocaína. Lo llevó a tener un hijo por el cual no respondió durante mucho tiempo, aunque siempre supo que era el padre. Lo empujó a inundar su cuerpo de alcohol y trasnochos de domingo a martes y a recuperarse de miércoles a sábado para el día siguiente deleitar con su magia en los estadios italianos. Nápoles fue su gloria, su perdición, su hogar, su reino. Fue el lugar donde afrontó un juicio por tráfico de drogas y fue declarado culpable, veredicto que también le dieron por dopaje, tras el cual se confirmó a él mismo que era el momento de irse.
“Fue duro. Cuando llegué a Nápoles, me fueron a recibir 85.000 personas; cuando me fui, me quedé solo. Me fui tranquilo. Hice historia”, manifiesta el zurdo al que le destrozaron el alma cuando le impidieron jugar a la pelota. “Ya había hecho feliz a la gente. Yo quería terminar mi carrera en otro lado, tranquilo”, agrega. Y partió y cumplió su deseo de finalizarla lejos de Italia, en Boca Juniors. Luego, su lucha no volvió a ser por un resultado deportivo; fue por desarraigarse de su adicción.
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Comprendió tarde que su familia lo quería ver bien y que ya no podían hacer más. “Estoy perdiendo por nocaut”, afirmó entre lágrimas en una entrevista que concedió en 2004 y que se proyecta en el documental. Años después se levantó de la lona en su combate y se dedicó como entrenador a su amado fútbol, su salvación de siempre. “Cuando vos entrás a la cancha, se va la vida, se van los problemas, se va todo”.
Fue el propio Diego Armando Maradona Franco el que entregó más de 500 horas de material audiovisual inédito para que Asif Kapadia, director de Senna (BAFTA a Mejor Documental) y Amy (Oscar a Mejor Documental), diera a conocer detalles novedosos de la vida de uno de los mejores jugadores de todos los tiempos; el que contó con la excelencia siendo Diego y con la decadencia cuando Maradona se apoderó de sí.
@SebasArenas10 (sarenas@elespectador.com)