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Aunque la protagonista por naturaleza, tanto en la realidad como en la ficción, siempre ha sido la reina Isabel II, la serie The Crown permitió que sus espectadores se acercaran un poco más a la vida del duque de Edimburgo, quien falleció este viernes a sus 99 años.
Para nadie es un secreto que la serie incomodó a la corona y al gobierno británico, pues en varias ocasiones pidieron a Netflix que aclarara que la producción no era nada más que mera ficción, y sí, pero es una ficción que se basa en una realidad sólida y en hechos concretos, algunos de ellos televisados.
La serie, escrita por el guionista británico Peter Morgan, muestra en sus primeros minutos el nombramiento que el rey Jorge VI hace al príncipe Felipe como duque de Edimburgo, conde de Merioneth y barón Greenwich en 1947.
“Creo que habrían preferido un marqués simpático de cara rosada, alguien con un gran título, antes que a un extranjero sin hogar”, comenta Felipe a Isabel cuando ella le pregunta sobre el tema.
La primera impresión que da The Crown sobre el duque de Edimburgo es la de un hombre inconforme que carga con su pasado, pues tuvo que huir con su familia de su hogar en Grecia después de que su padre, el príncipe Andrés de Grecia y Dinamarca, fuera desterrado para siempre.
Además del nombramiento, esta temporada muestra la boda entre el duque y la princesa Isabel, y aunque estaba realmente enamorado de ella, algo era claro: no esperaba convertirse en el consorte de su esposa en un tiempo próximo.
Casarse con Isabel representó varios sacrificios para el duque, pues tuvo que renunciar a su religión, dejar la Marina y aceptar la pérdida de su título como príncipe de Grecia y Dinamarca, eso lo conflictuaba, y The Crown lo retrató bien, sobre todo después de la muerte del rey Jorge VI en 1952, cuando su esposa se convirtió en la reina Isabel II.
Los problemas entre ambos empezaron después de que el primer ministro en ese entonces, Winston Churchill, le negara a la reina Isabel las únicas dos condiciones que Felipe había pedido, tanto en la ficción como en la vida real: que sus hijos llevaran su apellido y que no tuvieran que mudarse al palacio de Buckingham, él quería quedarse en Clarence House.
A pesar de no estar de acuerdo con varias cosas, la serie retrata lo incondicional que fue el duque de Edimburgo con la reina Isabel en la realidad, aconsejándola y recordándole constantemente cuál era su rol, no solo en el Reino Unido, sino en todo el mundo.
Aunque en la segunda temporada la serie muestra una relación tensionante entre el duque de Edimburgo y su esposa, los conflictos entre ellos son claves para entender su postura ante la vida, pero sobre todo lo que significaba ser consorte. Siempre a la sombra de su esposa, sin ser escuchado y ahora siendo parte de un segundo plano en la vida de todos los que lo rodeaban.
En la vida real fue así. La prensa británica, que vivía de cada paso que daban los miembros de la Familia Real, no descansaba hasta encontrar algún escándalo que los implicara. En el punto más vulnerable de Felipe, encabezó varias portadas que lo acusaban de estar tomando “conductas inapropiadas” en compañía del que fue su mejor amigo y secretario privado Michael Parker. La serie también aborda lo difícil que fue para Felipe ser juzgado al mismo tiempo que su matrimonio se debilitaba más y más por sus infidelidades.
La tercera y la cuarta temporadas de The Crown muestran a un duque de Edimburgo mayor, más maduro, esta vez interpretado por Tobias Menzies. En esa etapa de su vida Felipe sigue siendo el mismo hombre inconforme y radical, siempre lo fue. En la realidad era conocido por sus comentarios, que causaban gran polémica alrededor del mundo, algunos divertidos, otros inapropiados y ofensivos. Esa faceta no se explota en la serie, pues al parecer Netflix decidió enfocarse más en su vida en familia.
La relación con sus hijos en la propuesta audiovisual también es clave, en especial con Ana y Carlos. Con su hija tenía una gran conexión, fueron siempre muy cercanos, tanto en la realidad como en la ficción, pero con Carlos la historia fue distinta. Tenían una relación complicada, sobre todo por sus diferencia radicales, tanto así, que Carlos llegó a considerar a su tío como su padre.
Con una familia ya consolidada, Felipe no dejó de sentir que algo hacía falta en su vida. Siempre pensó que no había logrado hacer lo que había querido, y desde que se vio obligado a dejar la marina, se llenó de vacío frustración, tal y como lo muestra la serie.
Aunque la cuarta temporada deja a un lado la historia de Felipe para enfocarse en la princesa Diana, el príncipe Carlos y la historia de la ministra Margaret Thatcher, el duque de Edimburgo siempre fue representado en The Crown como un hombre inconforme, aunque entregado a su familia.
La quinta entrega no tiene fecha de estreno oficial, pero sin duda dejará ver otra etapa de la vida del duque de Edimburgo, en una faceta mayor en la que los espectadores verán otros sucesos importantes de su historia en la Familia Real.