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Un óvalo grande, dos círculos más pequeños a los lados, y una boca gigante. De esta manera se define Turcios en términos caricaturescos, el lenguaje artístico con el que mejor se expresa este hombre nacido en Corozal, Sucre, que pasó por varios medios de comunicación en Colombia y actualmente reside en España.
Para Omar Figueroa, un nombre que a decir verdad está un poco refundido gracias a su segundo apellido (Turcios) con el que ha colonizado escenarios tan complejos como el arte y el humor, la caricatura es una disciplina mágica porque carece de toda lógica matemática. En las escuelas de dibujo le dieron las bases para hacerlo mejor pero el principal componente de su trabajo ha sido siempre el instinto, lo que lleva por dentro.
Cada personaje es distinto y a Turcios le gusta jugar con el orden de las facciones, lo que no se puede hacer en el retrato, escenario en el que es obligatorio el respeto por algunos parámetros estéticos. Para él, el componente de comunicación es más importante que cualquier trazo que decida elaborar a veces sin tener conocimiento de hacia dónde se dirige lo que está plasmando en el papel.
“En la caricatura no se trata de dibujar fea a la gente, simplemente resaltamos los rasgos característicos y si esa persona es maluca, pues ahí yo no tengo la culpa.
Se miran, de manera humorística, las dos únicas partes que se mueven de la cara: los ojos y la boca. Yo nunca he escuchado que alguien diga: hoy me amaneció una oreja más triste pero sí he oído que dicen: tal persona tiene una mirada triste o que el gesto de su boca es de rabia. Con eso es que me gusta trabajar a mí”, comenta Turcios quien comenzó imitando los dibujos de Jairo Linares, pero después se inclinó por el estilo de algunos caricaturistas argentinos y brasileños. Fue hasta 1996 que encontró su propia voz para sobresalir en esta competida actividad.
Con sus primeros trabajos para medios impresos, en El Heraldo, en El Tiempo y en El Espectador, comprendió que lo que sus editores denominaban ‘abstracto’ era lo que lo hacía diferente de los demás caricaturistas y, a la postre, ha sido la faceta que más ha explorado en los concursos a los que ha enviado sus trabajos y que, gracias a esa misma condición es que sus muestran terminan ubicándose en lugares de privilegio en concursos y exposiciones de caricatura en América y Europa.
“Lo que sin duda me atrae de la caricatura es que, además de hacer nuevos planteamientos, incluye trabajos de plástica porque uno le puede poner color y se puede elaborar en diversos soportes como el lienzo o el papel. Cada vez que empiezo una caricatura no sé cómo va a acabar y eso es lo que más me seduce de este oficio. Siempre es un reto”, asegura el dibujante que acaba de obtener un reconocimiento especial en el 32º Salón Internacional de la Caricatura, Diseño de Prensa y de Humor en St. Just le Martel, en Francia, en donde participó con su muestra ‘Turcios Animal’, compuesta por cien creaciones originales.
La acuarela es su técnica favorita, el colorido le apasiona pero cuando la exigencia mediática ejerce presión sobre él, Turcios recurre a la plumilla y al escáner. De esta manera ejercita su cabeza, piensa muy bien lo que quiere decir y su mano simplemente se deja llevar por el instinto. Así construyó esta muestra exitosa, que estuvo en exhibición desde el 28 de septiembre hasta el 8 de octubre en Francia.
“A mí la política no me gusta. Yo siempre he hecho humor gráfico general pero muy blanco y hago personajes de todas las ramas de la vida pública pero nunca voy más allá y no me pongo a opinar. Eso no es conmigo y ese espacio ya está copado por los mejores”, dice entre risas mientras pinta un óvalo gigante acompañado por dos círculos más pequeños, tal y como si estuviera haciendo un autorretrato.