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Nacida el 16 de junio de 1934, Leonor González Mina empezó su carrera como bailarina para el grupo de Ballet Folclórico de Delia y Manuel Zapata Olivella. Durante una presentación en el Teatro Olympia de París, cantó por primera vez. “A mí me tocó cantar ahí porque Manuel Zapata Olivella hacía la presentación de los temas, pero no nos dejaron hacer eso, así que era necesario hacer la presentación continua sin intervenciones de voz, y me pusieron a ser el hilo conductor del espectáculo del grupo”, mencionó en una entrevista que se publicó en El Espectador en mayo de 2016.
En su casa en Robles, población perteneciente al municipio de Jamundí (Valle del Cauca), las aves fueron sus primeras maestras en el canto. De niña imitaba sus sonidos y trataba de multiplicar, a veces con más talento que disciplina, todos sus registros naturales. Una mirla, de su mismo color, la visitaba todas las mañanas y, tal y como si le estuviera tomando la lección, cantaba una tonalidad distinta cada día para que Leonor González Mina repitiera el ejercicio. Esos sonidos de la naturaleza le ayudaron a entender, después sobre el escenario, la manera en la que podía diversificar su oficio artístico.
Decidió escapar de casa a los dieciséis años, “porque mi familia no quería que yo fuera cantante, pero desde pequeña siempre supe que eso era lo que yo quería. Mis papás y hermanos se opusieron y fueron enemigos de que lo fuera”, dijo para El Espectador en 2013. Estudió música en el Conservatorio de Cali y actuación con Enrique Buenaventura, lo que le ayudó a consolidar su primer álbum, “Cantos de mi tierra y raza”, grabado en 1964 a petición de Hernán Restrepo Duque, director de la discográfica Sonolux, quien también la bautizó como la Negra Grande de Colombia.
Según el investigador José I. Pinilla, la artista “ocupó un primer puesto entre las vocalistas colombianas que más han obtenido popularidad en el exterior mediante sus giras por Venezuela, Chile, Costa Rica, México, Estados Unidos y varios países de Europa”.
Participó en el Festival de la OTI (Organización de Televisión Iberoamericana) en 1975, ganando el primer premio en la categoría “Interprete” con la canción “Campesino de ciudad”, de Eduardo Cabas y Alfonso de la Espriella.
También interpretó versiones de piezas que la posicionaron en la cultura colombiana como “Mi Buenaventura”, “El pescador”, “Yo me llamo cumbia” o “Tío Guachupecito”, entre muchas otras, que cimentaron su trayectoria con una presencia fuerte de “la divulgación que ha hecho de las canciones del litoral del Atlántico y del Pacífico, de donde es ella”, resaltó Jaime Rico Salazar para la Radio Nacional de Colombia.
Su carrera artística no estuvo solo en la música, fue actriz de varias producciones para televisión y cine, como “Azúcar”, “Crónica de una muerte anunciada” o “Del amor y otros demonios”, entre muchos otros. Leonor González Mina destacó, en una entrevista para El Espectador en 2016, que sus personajes más queridos fueron Hipólita, la nana del libertador Simón Bolívar en la serie “Revivamos nuestra historia”, y Zenobia, en la versión original de “Azúcar”, dirigida por Carlos Mayolo.
Recibió múltiples distinciones, entre las que se encuentran el Mejor Artista de Colombia, 1975 del diario El Tiempo, la Orden Simón Bolívar en 1980 y la condecoración Andrés Bello de Venezuela en 1978. El pasado 25 de mayo recibió la Medalla de Oro en las Artes 2024 del Centro John F. Kennedy para las Artes Escénicas.
Tuvo un breve retiro de la escena artística, en el que se desempeñó como representante a la Cámara, sobre lo cual mencionó que “fue la peor experiencia de mi vida, no sé por qué me metí en eso. A mí me convenció Piedad Córdoba, pero me di cuenta de que la política es muy corrupta y entendí por qué el país está como está”, en entrevista con este diario en 2013. Regresó a los escenarios en 2004, luego de la petición de Chavela Vargas para que la acompañara en su concierto en Bogotá ese año, reportó la Radio Nacional de Colombia.
“Desde el primer disco hasta el más reciente —y ya he perdido la cuenta de cuántos he hecho— nunca he entendido por qué en mi espíritu se conectan el bolero, las músicas del Caribe y las manifestaciones del Pacífico. Para mí eso es un misterio todavía”, dijo para El Espectador en 2016.