Alberto Fernández Mindiola, un patriarca del vallenato

Personajes como Rafael Escalona, Julio Bovea, Guillermo Buitrago y Abel Antonio Villa rodearon su existencia y lo llevaron a ser una de las primeras figuras en internacionalizar el folclor colombiano. Su talento llegó a países como Argentina, Chile, Uruguay y España.

Félix Carrillo Hinojosa*
19 de marzo de 2018 - 04:49 p. m.
Alberto Fernández Mindiola tiene el proyecto de grabar con Silvestre Dangond, Peter Manjarrés, Jorge Celedón y Jean Carlos Centeno. / Cortesía
Alberto Fernández Mindiola tiene el proyecto de grabar con Silvestre Dangond, Peter Manjarrés, Jorge Celedón y Jean Carlos Centeno. / Cortesía

Su canto está inmerso en la vallenatía, y allí todos los valores de nuestra música no dudan en señar a Alberto Fernández Mindiola como uno de los más grandes.

El tiempo ha pasado y las más de nueve décadas que entre pecho y espalda lleva consigo, hecho que lo mantiene como un vivo ejemplo a seguir, le han permitido que el color de su voz esté intacto, como si fuera un joven cantor de los actuales.

Sin lugar a dudas, él es el rodstar del vallenato, una figura preponderante que conoció de primera mano los cantos de Rafael Escalona y que luego, unidos, terminaron por ser inmortales en la defensa del folclor.

¿Dónde nació Alberto Fernández Mindiola?

Nací en Atanquez, Cesar, a una hora de Valledupar, en las estribaciones de la Sierra Nevada, el 7 de Abril de 1927. Mi abuelo materno era holandés. Llegó a Riohacha y allí se casó, tuvo varios hijos, entre ellos, mi mamá Beatriz Mindiola, quien tenía una hermosa voz y se fue a vivir a Atanquez, donde puso una tienda. Por ahí pasan los ríos Guatapurí y Candela. Mi padre Luis Fernández, un Villanuevero quiso que fuera vendedor de joyas, oficio que desarrolló desde muy joven, pero que además, tocaba la trompeta, el redoblante y el bombo.

¿Cómo fue su infancia?

Desde niño escuchaba ranchera, corridos, vals, polka, tango y la música alegre que se tocaba con acordeón, no tenía como acompañante a la caja y la guacharaca, sino que se hacia con platillos, redoblantes y bombo. Aprendí a cantar y tocar la guacharaca desde niño, influenciado por los músicos que iban a mi tierra a las fiestas de San Isidro Labrador. Estudiando la primaria en mi pueblo, fui escuchado por Arturo Molina y Nel Martínez, quienes me vieron futuro y me insistieron que me fuera para Valledupar. De niño escuchaba que la gente hablaba de José León Carrillo Mindiola, acordeonero y creador en 1838 del paseo El amor amor, y de El desaire en 1840.

¿Cómo fue ese encuentro con Rafael Escalona?

Vivía en el Barrio el Cañaguate y me conocí con Escalona en el Colegio Loperena, en un recreo. Al pie de ese colegio quedaba una finca de los Pitre, gente guajira reconocida por ser músicos. Había cultivos de patilla. Escalona un día me dijo: “Beto, quiero que te vayas a vivir a mi casa, para que te aprendas mis canciones”. Me quisieron tanto en esa casa que Margarita Martínez, la popular Aló, fue mi madrina de confirmación. La primera canción que me aprendí fue una que hizo de su negocio de cerdos en Maracaibo. Él la silbada porque no sabía cantar. Él me hizo un canto que nunca terminó, que dice, “yo tengo un amigo, noble y grande que andaba conmigo a toda hora”.

¿Cómo se conoce con Julio Bovea?

Una tarde salí de una iglesia, ccuando escuché una música. Me acerqué y en una esquina había una parranda en la que estaban Julio Bovea, quien tocaba la guitarra puntera, Billo en la guitarra acompañante y El Chino en la guacharaca. En 1940 hice parte de la agrupación de José María Peñaranda, quien gozaba de gran renombre por ser el autor de las obras Me voy pa’ la habana, El caimán y La cosecha de Mujeres. Todo esto me permitió conocer al músico Abel Antonio Villa, con quien grabé acompañado con la guitarra de Julio Bovea. Así se inició lo que luego sería Bovea y sus Vallenatos, bautizado así en 1946 por el periodista Rafael Roncallo, quien era amigo de Antonio Toño Fuentes y del comerciante Che Granados.

¿Cómo llegó a las primeras grabaciones?

Al conocer a Guillermo Buitrago, El Mocho Rubio, Alfonso Angarita y Julio Bovea Fandiño, eso trasformó mi mundo. Le enseñé al primero los cantos El testamento, La Maye y La despedida de Rafael Escalona. Esto me permitió grabar con Abel Antonio Villa y la guitarra de Bovea. Al fallecer Buitrago, en 1949, organizamos junto a Alfonso Angarita y Ángel Fontanilla, nuestra primera agrupación con la que fuimos artista exclusivo de La voz de Barranquilla. Luego, logramos llevar Los cantos vallenatos de Escalona para el sello tropical en Barranquilla con Bovea y sus Vallenatos convirtiéndose en el producto más vendido”.

Muchos aseguran que en sus grabaciones nunca hubo acordeón, ¿qué hay de cierto en esa afirmación?

Eso no es verdad. Soy de los primeros, sino el primero, que logró separar el acordeón del canto. Además de cantar, me hice acompañar de la guacharaca. En esa actividad, me secundaron las notas de los acordeoneros Luis Enrique Martínez, Nicolás Mendoza, Alberto Pacheco y Ramón Vargas. En el sello Vergara también interpretamos cantos de Escalona, más los diez años que vivimos en Argentina como artista exclusivo de la RCA Víctor, donde desde 1965 hasta la presente, seguimos en la memoria de esa Nación como una de las agrupaciones más reconocidas. Nosotros somos los responsables de que la Cumbia haya llegado hasta allá y hoy día tengan a la cumbia villera como un derivado de nuestro original ritmo. Nosotros somos una de las primeras agrupaciones que internacionalizó al vallenato, Nos paseamos triunfantes Julio Bovea, Ángel Fontanilla y mi persona por toda Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay y España.

¿Cómo logró un cantor vallenato grabar obras que no pertenecían al género?

Mis primeras grabaciones las desarrollé con la sonora Curro y la orquesta de Don Américo y sus Caribes, por el año de 1946, en los antiguos estudios de la Emisora Nuevo Mundo. También lo hice con orquestas como la de Pacho Galán, Lucho Bermúdez, José del Carmen Guerra y le hice coros a Celia Cruz.  A mí se me hace fácil cantar un porro, una cumbia, un chandé. Para mi fortuna, el cantante tumaqueño Tito Cortés se tomó unos tragos demás y no pudo cantar la obra Te olvidé, cuya letra es del poeta español Mariano San Ildefonso, un comentarista hípico radicado en Bogotá y director de la revista La Meta, a cuyos versos el trompetista y compositor Antonio María Peñaloza, les puso música.

¿Qué proyectos tiene Alberto Fernández Mindiola?

A pesar de mis 91 años bien vividos no he perdido la voz y quiero grabar un disco con Silvestre Dangond, Peter Manjarrés, Jorge Celedón y Jean Carlos Centeno. Había hablado con Martín Elías, para cantar un tema con él en su pasado disco, pero el infortunio no permitió eso.

Sin temor, estar al frente de Alberto Fernández Mindiola es estar ante un sabio patriarca del vallenato, alguien que con su voz y su guacharaca construyó unas bases sólidas para que la narrativa de los cantos vallenatos camine con la fortaleza hacia el futuro.  

*Escritor, periodista, compositor, productor musical y gestor cultural

 

 

Por Félix Carrillo Hinojosa*

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