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Aquella noche de julio Kaztro rompió su coraza. Él, siempre tan medido en sus palabras y movimientos sobre el escenario, estaba poseso, con el ceño fruncido, elocuente y desatado. Invadido por un demonio rapero que sacó sus garras con Aranjuez, la canción escrita desde una loma en la que la muerte va una DT. Cantó con furia, pero una furia llena de amor y orgullo por el barrio en el que se inició todo.
Mientras miraba al balcón en el que estaba su gente, familiares y amigos cercanos presentes en el Movistar Arena, el peludo escupió esas barras con la garganta en llamas. Jamás lo vi así.
Barrio bajo, gente altanera. / La calle no es pa todos te recomiendo la acera. / La virgen de la B nos deja jurar en vano. / Las estatuas no creen en los humanos. / Dejen quieto al sano, respete la vieja escuela. Y así siguió rapeando. Con los ojos desorbitados. Manoteando. Desencajado. Fuera de sí. Si pisas esta escala de valores se resbalan. / Espérame despierta porque voy a volver. / Yo sé que me extrañas en la esquina donde te amé. / Huele a rimas, huele a ron, problemas, brandy Domecq. / Crecen espinas en cada jardín en donde oriné.
Aquella catarsis tuvo algo más de 14 testigos. Fieles fanáticos al rap de una agrupación que burló la idea del éxito sin tomar atajos. Su música es el testimonio de un tridente que logró un concierto histórico para el género y la industria, pero ya vamos con esa reflexión, sigamos con el demonio del afro y el recuerdo de un canto onírico.
Solares sin paneles, aquí el que no tiene alias, / Es por que no lo quiere nadie. / Esclavos del Éxito arruinando mercaderes. / Apoye la economía del barrio, no se duerma en los laureles. Es el barrio de la A a la Z./ Moriremos con las Timberland puestas./ Estado mental, me da y me quita me quita y me da, mi fafá.
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La canción se acaba y el abrazó empieza. Gambeta, siempre más dado a la elocuencia, se le acercó a su primo. Parecía no reconocerlo, pero luego de cerciorarse que era el mismo con el que en los años noventa formó Arnez, un primer esbozo de lo que hoy es un grupo de rap de culto, lo abrazó con fuerza.
Imposible no conmoverse con el abrazo de los pilares de un grupo que, según Billboard Latino, es parte de los 50 esenciales para el rap de Latinoamérica. Y ese es solo un premio a la honestidad, que no es una panacea. No es una cualidad gaseosa en la música de los AZ . (Alcolirykoz).
Se siente en sus letras y se evidencia en el proceso. Tuvieron que pasar 24 años para llenar un gran escenario, pero es que como dicen y cantan, “Todo lo bueno tarda”.
Gambeta, quien pocas veces habla con los medios, le dijo a El Espectador: “No somos de tomar atajos. Somos los del camino largo y lo disfrutamos. Disfrutamos el paseo, la caminata que hay que afrontar para hacer lo que hacemos. No somos de sacar discos cada año solo porque sí, porque si no lo hacemos se van a olvidar de nosotros. Somos un grupo de trayectoria que quiere sostener lo que hace en años, pero cuando uno tiene afán no puede lograr eso”. Como Romario, porque el que corre es el balón.
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Con el camino corto, el Movistar o cualquier otro escenario quizá lo hubieran podido conquistar hace años, pero eligieron la independencia. El camino largo. Rechazaron firmar con disqueras, tranzar con medios o grabar con el artista de moda para aumentar los likes.
Ser independiente. Esa cualidad, en un género como el rap, es algo que los raperos repiten sin la suficiente conciencia de lo que significa serlo. En un género como este ser independiente es algo así como una virtud de la que ninguno se quiere desprender, pero al tiempo puede ser una excusa. Una gigante para culpar a otros del fracaso. Escribo esto mientras escucho unas líneas de Gambeta en la canción Hoy es tu día: No te excuses como los demás diciendo que eres underground. /Y que solo haces rap para raperos, hum, ¡qué conveniente! /No eres exclusivo, eres excluyente.
Le pregunto a Gambeta por lo que significa ser independiente. “Es crear tu propia industria. Tomar las decisiones para poder hacer lo que nace desde la creatividad sin que nadie manipule el proceso. Crear las propias reglas. Controlar el producto y controlar lo que hacemos. No seguir los lineamientos que impone la industria que dice cómo se debe hacer y con quién se tiene que hacer para que la música sea exitosa”.
El hijo de Luz no suena pretensioso. Se escucha orgulloso. “Nuestra independencia es lo que más amamos y es de las cosas que más cuidamos, porque es la única manera de poder hacer algo como lo que hacemos, sin eso no podríamos haber hecho lo que hicimos y estaríamos preocupados por cosas que no tienen que ver con el arte y con la música. Aquí estamos dándole toda la importancia a la música, a lo que nos toca, nos apasiona y nos enamora. Ahora estamos en la capacidad de capitalizar todo eso para que sea sostenible. Ni la plata ni el reconocimiento nos han hecho sentir ese afán”.
El afán ha sido por lograr una alquimia. Ellos todo lo convierten en rap. En la canción Házmelo rap Gambeta recuerda que la cumbia y el tango pasaron por su cocina de beats. En La típica, Fa-Zeta, el dj de la agrupación de Medellín, hizo que el intro de Cariñito -himno de diciembre que canta Rodolfo Aicardi- vibrara acompasado con los sonidos del bombo y la caja. En Todo lo bueno tarda Kaztro, bajo el manto nostálgico de un soul rapero, insiste en que una cosa es descansar y otra es hacer pereza, que la muerte pasa como un bólido, que a cada día le llega su hora y que por eso es incumplido.
Un viaje por los siete álbumes de esta agrupación es, a su vez, un repaso por los sonidos del mundo. De su mundo. Desde el mismo que hicieron que Aranjuez pasara de ser simplemente la Comuna 4 de Medellín a un lugar de culto para los amantes del rap en Colombia.