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A Alexis Play la música nunca lo desampara. Ni siquiera cuando decidió irse a estudiar ingeniería de sistemas a Medellín, a pesar de que ya había empezado a rapear en su natal Quibdó y de que rapear, desde el primer momento, había sido una especie de mandato en su vida. Eso era lo que quería hacer, estaba claro, pero no creía que el rap le fuera a dar algo más que satisfacción, entonces siguió los pasos de su familia y se fue a estudiar.
En Medellín se encontró el rap por todas partes, allá adonde iba sonaba rap, y él, que se había llevado sus equipos de producción, llegó hasta el último semestre rompiéndose la cabeza entre las matemáticas y la música, entre los parciales y las canciones, entre las tarimas y los salones, yendo y viniendo entre Quibdó y Medellín. Porque cuando Alexis más parecía alejarse de la música, realmente más se acercaba.
“Cuando reaccioné ya estaba haciendo conciertos en todo Chocó, ya había grabado y estaba haciendo conciertos con ChocQuibTown… Ahí en el andar me di cuenta de que mi música estaba sonando, que estaba haciendo eco, que ya había salido de Quibdó, que estaba sonando en las colonias chocoanas en las ciudades y ya como en el último semestre fue que dije: ‘me voy a dedicar a la música. En el último semestre’”.
Aunque se devolvió a Quibdó con la idea de terminar la ingeniería mientras seguía afianzando su carrera musical, ya no fue posible, la música copó cada espacio, cada ilusión y casi cada día, porque la música siempre ha estado ahí, como su sombra, desde ese primer regalo que recuerda de niño, el acordeón y las maracas que le compró su mamá en un viaje a Cartagena; hasta en su vecindario, en el barrio Nicolás Medrano, al frente de su casa tenía un grupo de salsa y son, detrás uno de los maestros más antiguos de la chirimía, Mario Becerra, más abajo Dino Manuelle (de Rancho Aparte), más arriba el maestro Pacho Conto, y como si fuera poco, la música le viene hasta en la sangre, pues Jairo Varela, el mítico creador del Grupo Niche, era primo de su mamá. La música estaba en todas partes, menos en la academia.
Y entonces arrancó formalmente su carrera en la música. Por un tiempo como parte de ChocQuibTown y después como solista. Y para cada aprendizaje fueron apareciendo los maestros.
“Cuando ya me dediqué a la música, creo que tuve el mejor mentor que me pudo haber tocado, el maestro Constantino Herrera Lewis y su padre, Constantino Herrera, quien me introdujo en la música popular. También tuve muy cerca a otros maestros”, recuerda Alexis, mientras los va nombrando uno por uno: Alexis Lozano, Zully Murillo, Alfonso Córdoba el Brujo, Cecilio Lozano y Yassir Parra Murillo, solo por mencionar algunos. Y con ellos se fue acercando a la música tradicional, al folclor, pero también a lo social.
Y a partir de todas esas lecciones y aprendizajes fue dando forma a la Chirimía Beat, un concepto musical que viene desarrollando a partir de la exploración y los encuentros entre la chirimía y otras músicas afrocaribeñas como el dance hall, el reggae, la ragga, la champeta, el calipso y, como no, el rap.
“Fui consciente de la cantidad de recursos que tenemos acá para crear desde la música tradicional y de las muchísimas músicas tradicionales que tiene el país, entonces decidí basarme directamente en lo que tenía ahí del folclor a la mano”.
Y Rebulú, su más reciente trabajo discográfico, es una muestra de eso, de la Chirimía Beat y toda la idea que tiene detrás, pues este concepto trasciende lo musical. La palabra “rebulú”, dice Alexis Play, tiene dos significados o, mejor dicho, implica dos cosas, es una manifestación social en la que se baila, pero también se demanda, es alegría y revolución. Y eso es también su disco, y su creación, Chirimía Beat, una propuesta revolucionaria con la que busca refrescar una industria de sonidos que se parecen tanto como maniquíes, a la vez que saca pecho por su amado Chocó.
“Estamos llenos de los mismos acordes, de las mismas progresiones, de los mismos ritmos, vamos a poner la opción para que la gente escuche otra cosa, y que sienta que tiene que explorar que es eso que hay ahí, porque mi música es también una forma de promocionar eso que del Chocó que no se dice, mostrar lo positivo y denunciar también lo que hay que denunciar. Pero sobre todo mostrar lo que no muestran y decir lo que no dicen”.
Rebulú (2020) es el tercer trabajo discográfico que publica Alexis Play como solista. Antes estaban Llegó la lírica (2019) y Lírica satírica (2016). Tiene varias colaboraciones con ChocQuibTown y forma parte de La Pacifican Power, una superbanda que reúne algunos de los exponentes más talentosos de la música del Pacífico (una especia de Fania All-Stars con músicos de ese lado del país). Por ahora, la música le sigue dando más satisfacción que otra cosa, pero él se mantiene firme.
“He desligado mi pensamiento del pretender ser parte de la industria de los que llamo los de allá, los del mainstream. Nosotros somos el otro lado, la otra orilla de la música, y creo que el sostenerse ahí es olvidarse de premios, de que Billboard y esas otras cosas. Es concentrarse, hacer camino, construir una identidad. No quiero una sala de conciertos llena de boletas regaladas, quisiera que si vamos 100, sean 100 que quieren pagar. Todavía soy un muchacho que contiene mucho pueblo dentro del cuerpo y quizás eso ha servido para que me sostenga en mis creencias y en mis convicciones, y trate de mantenerme firme en mi propuesta musical”.
Al final, Alexis Play siempre se sale con la suya. Ya trazó su camino y todos los caminos van adelante. Además, una de las cosas que ha aprendido a hacer mejor es a convertir los momentos de miedo y de ansiedad en gasolina, por eso Rebulú, el disco más potente, explosivo y enérgico de su carrera, lo hizo durante la pandemia, el momento de mayor quietud de la historia reciente. La revolución, en sus manos, será una fiesta.