Alfredo Gutiérrez Vital, su infancia se volvió acordeón

Su vida de caminante entre los sellos disqueros se hizo evidente, lo que lo llevó a producir más de 120 grabaciones que lo ponen en un sitial importante de la discografía nacional. Aquí un fragmento de la historia del denominado “Rebelde del acordeón”.

Félix Carrillo Hinojosa*
25 de diciembre de 2017 - 08:57 p. m.
Con más de seis décadas de música a cuesta, Alfredo Gutiérrez ha sido homenajeado en eventos como el Festival de la Leyenda Vallenata y el Carnaval de Barranquilla.  / Archivo El Espectador
Con más de seis décadas de música a cuesta, Alfredo Gutiérrez ha sido homenajeado en eventos como el Festival de la Leyenda Vallenata y el Carnaval de Barranquilla. / Archivo El Espectador
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El niño Gutiérrez Vital no tuvo infancia. El acordeón que trajo su padre Alfredo Enrique desde su tierra natal, se apoderó de su alma y terminó siendo su más importante juguete infantil.

El sonido que le sacaba a ese instrumento, con sus diminutos dedos, alegraba la casa de bahareque que les servía de albergue y cuya música logró expandirse a varios patios de las casas vecinas, lo que llevo a todos los habitantes del caserío Paloquemao, de las Sabanas de Beltrán, Sucre, a llamarlo El niño prodigio del acordeón, en donde nació el 17 de abril de 1943.

Todos esos secretos que tenía el acordeón logró escudriñarlos mientras su padre se dedicaba a las faenas del campo, al tiempo que su madre Dioselina de Jesús se entregaba a los quehaceres del hogar. 

Cuando él recuerda esos tiempos vividos su voz se quiebra y encontramos al hombre sensible que dice: “fueron momentos duros, que no sé cómo pudo mi alma de niño, resistir. Mis hermanos fueron vitales para comprender lo que tenía en el corazón. Mi madre y padre, seres sanos y humildes, fueron un faro para mi vida, A ellos les debo todo”.

Ese niño prodigio nació de un encuentro amoroso de sus padres, en una rueda de cumbia, en donde la madrugada gestó la creación de un jovencito que luego con el tiempo, se convirtió en el Rebelde del acordeón.

A los 6 años se mete en el mundo del instrumento y sus dos primeros asomos los hace con las creaciones La Piña Madura y La Múcura. Desde ese instante, sin pensarlo dos veces, decidió recorrer Colombia de la mano de su padre. Sobre eso, Gutiérrez Vital dice: “todos los días que mi padre se iba aprovechaba para acariciar el instrumento que me atraía por responder con música, cada vez que le tocaba los pitos”.

Con solo 9 años y guiado por su padre, se encuentra en Bucaramanga con el profesor José Rodríguez, quien decide conformar Los pequeños vallenatos, del que hizo parte, entre otros, Arnulfo Briceño, Adonay Amaya y Alfonso Hernández, con quienes recorre varios países, entre ellos, Venezuela, Perú, Bolivia, Panamá y Ecuador. Al revivirle esos momentos al acordeonero se le aguan los ojos al tiempo que comenta: “eso nació tan espontáneo que nuestra inocencia de niño nos impulsó a construir lo que luego sería los primeros ladrillos de lo que hoy somos”.  

A los 13 años se retira de esa agrupación, que se convirtió en la primera propuesta infantil que presentó la música vallenata, debido a los serios quebrantos de salud que sufrió su padre.

Vuelve a su lugar de origen, al tiempo que llega un doloroso momento, el fallecimiento de quien fue su primer guía. Cuando rememora la imagen de su padre, se estremece al decir, “fue el golpe más fuerte que he recibido, junto con el de mi madre. A mi padre lo perdí siendo un niño, a Dioselina de Jesús, ya siendo un hombre, pero esos golpes siguen fresco en el alma”.  

En medio de esa tristeza, se une a los hermanos Almanza, quienes tenían un acordeón de dos hileras, el cual se daño. En esa búsqueda para hallar quién lo arreglara, se encuentra con quien sería su ángel salvador, Calixto Ochoa Campo, un músico de Valencia de Jesús-Cesar, quien además de ser un acordeonero, era el mejor técnico que operaba esos instrumentos. Así lo rememora Gutiérrez Vital: “Cuando conocí a Calixto Ochoa vi la figura de mi padre. Él, un hombre de una nobleza inmensa, que no le cabía en el cuerpo, me dio posada, alimento y, ante todo, la protección que solo un buen padre puede dar. Eso es lo que él significa para mí.

Ese encuentro a principio de los años 60, le permitió unir dos mundos creativos, lo que dio paso a construir lo que sería uno de los grupos musicales más destacados del Caribe Colombiano: “Los Corraleros del Majagual”.

En 1965 llegó a discos Sonolux, después de estar durante cuatro años en Discos Fuentes, y su aporte interpretativo dejó a La banda borracha de Wilson Sánchez Molina como la muestra más importante de su paso por esa disquera. En 1968 ingresó a Codiscos, donde realizó el aporte más significativo para la música vallenat al darle paso a Los romances, expresión que elevó a esa música a un importante grado de modernidad y siguió a través de Los Caporales del Magdalena, en la divulgación de la música de la Sabana. 

Su vida de caminante entre los sellos disqueros se hizo evidente, lo que lo llevó a producir más de 120 grabaciones, que lo ponen en un sitial importante de la discografía nacional.

En el Festival de la Leyenda vallenata ganó tres veces, 1974, 1978 y 1986. Cuando le tocan el tema del Festival manifiesta, “ya eso hace parte del pasado. Cuando participé, fui con el único anhelo de aportar al crecimiento de ese evento. Cuando gané estoy seguro de que di lo mejor de mí, para bien de una música que quiero tanto y también vi cómo ese aporte mío podía demostrarle a quienes nunca me vieron como un grande del vallenato, que podía tocar esa música como si hubiera nacido en Valledupar”.

Ha ganado tres congos de oro del carnaval de Barranquilla, dos tréboles de oro y un califa de oro en México, cinco guaicaipuro de oro en Venezuela, al exponer lo mejor de su creatividad musical. Nominado en el 2007 en la Categoría Cumbia-Vallenato/Álbum con el producto El más grande entre los grandes.

En 1974 se casó con Cecilia Moscote con quien tiene dos hijos, Alfredo Rolando y Neris Cecilia. Fue una relación, que tuvo muchos contratiempos, que gracias al amor pudieron ser vencidos.

Su vida está llena de música. Sin temor Alfredo de Jesús Gutiérrez Vital es un elegido para divulgar las diversas expresiones rítmicas y dancísticas que existen en los rincones más olvidados del Caribe Colombiano.

Con más de seis décadas a cuesta, en las que la música ha sido su único camino, Alfredo Gutiérrez recibió un homenaje por parte de la tierra Guajira, a través de la Gobernación y la dirección de Cultura, Juventud y Género, que lo declararon “hijo ilustre” de esta tierra, igual lo hizo el Festival Cuna de Acordeones. Lo que pasa es que, en la actualidad, Alfredo Gutiérrez, El rebelde del acordeón, es mucho más que una leyenda viva de la música. 

* Escritor, periodista, compositor, productor musical y gestor cultural.

 

 

Por Félix Carrillo Hinojosa*

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