Aterciopelados, engañar tiene su ciencia
La pareja musical conformada por Andrea Echeverry y Héctor Buitrago, que puso las primeras piedras del edificio del rock colombiano celebra los 28 años de “El Dorado”, el álbum que los catapultó dentro y fuera de las fronteras del país donde el bien germina ya. Este sábado se presentan en el Palacio de los Deportes de Bogotá.
Joseph Casañas Angulo
Andrea Echeverry y Héctor Buitrago están en contravía. Ella hace unos años pretendía ser más hippie. No tenía televisor en la casa, quería irse a vivir al campo y eliminar el azúcar de la dieta de Milagros, su hija. Él, en cambio, se movía como pez en el agua por las calles de una ciudad dura. Las cosas han cambiado. Ella volvió a la ciudad y tiene televisor en casa. Él se fue para el campo, no tiene televisor y es vegetariano.
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Andrea Echeverry y Héctor Buitrago están en contravía. Ella hace unos años pretendía ser más hippie. No tenía televisor en la casa, quería irse a vivir al campo y eliminar el azúcar de la dieta de Milagros, su hija. Él, en cambio, se movía como pez en el agua por las calles de una ciudad dura. Las cosas han cambiado. Ella volvió a la ciudad y tiene televisor en casa. Él se fue para el campo, no tiene televisor y es vegetariano.
“Somos como dos personajes de cómic. Él es positivo y todo chévere, yo soy como toda depresiva, y dramática”, dice Andrea Echeverry. Esa dualidad le dio el nombre a un álbum reciente: Clarooscura.
Buitrago matiza. “Hay momentos en los que se muestran más esas personalidades. Y con el tiempo todo ha variado. También está presente la energía femenina y la energía masculina, que son rasgos característicos que cuando nos encontramos empezaron a fusionarse. Esa energía femenina con la que entré en contacto, con la parte artística y espiritual, es una de las cosas con las que me relacioné y crecí”, afirma.
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Ella lo interrumpe con sutileza: “Es que cuando nos conocimos él era muy punk y tenía La Pestilencia. Yo, en cambio, era una gomelita que había estudiado arte en los Andes y le gustaba el Art Nouveau. Lo conocí a él y la estética punk me sedujo totalmente. El Art Nouveau se fue y llegó el rock”. Y el rock llegó para quedarse. Aterciopelados celebra 30 años de carrera, y El Dorado, el álbum más importante en la historia del grupo y uno de los pilares del rock colombiano, cumple 28. “Era el momento de romper estereotipos y convenciones”, asegura Echeverry.
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El disco abrió la ventana y trajo aire fresco. Combinó los sonidos más tradicionales, como bambuco, bolero… falaz. “Buscas en mis bolsillos pruebas de otro cariño. / Pelos en la solapa, esta sonrisa me delata. / Labial en la camisa, mi coartada está hecha trizas. / Estoy en evidencia, engañar tiene su ciencia”.
A los Atercio hay mucho que los tiene hasta la coronilla y eso, explican, los mantiene del lado alternativo. “Nosotros tenemos un repertorio feminista y ecológico que en su momento era como extraño, pero está sospechosamente de moda. Ahora lo del feminismo es como tan enredado, a veces digo: ‘Uy, Dios mío, está un poco muy subdividido, especializado, no sé, y al final es una cosa muy de sentido común, es la defensa de los derechos de las mujeres”, asevera ella.
“Coca-Cola, por ejemplo, estaba patrocinando el encuentro por el clima de la ONU, la COP26, qué activismo puede existir si el que está manejando el evento lo hace para lavar la cara de las multinacionales”, señala él.
Muchas cosas han cambiado y les han cambiado en 30 años, sin embargo, hay algo que dicen que no cambiarán: abandonar el inconformismo. Con sus sonidos y con alguna parte del sistema.
“No somos masivos, pero sí tenemos el reconocimiento y el respeto del gran público, y eso es porque hemos sido auténticos, arriesgados, críticos y eso es porque somos incómodos. Es la celebración de El Dorado plateado, porque estamos cuchos”, dice ella.
¿Sus letras han cambiado en algo o siguen reflejando el mismo país de hace 30 años?
Andrea Echeverry: Digamos que hay unas canciones viejísimas de Atercios que siguen muy vigentes como “Quemarropa”. Es más, nosotros tenemos un repertorio feminista, ecológico que en su momento era como extraño, ahora está sospechosamente de moda.
Héctor Buitrago: Coca-Cola, por ejemplo, estaba patrocinando el encuentro por el clima de la ONU, la COP26, ¿qué activismo puede existir sí el que se está manejando es para lavar la cara de las multinacionales a través de ese tipo de eventos?, Llegaron los ponentes en jets privados a hablar del cambio climático y a decirle a las personas que tienen que andar en bicicleta, que tiene que comer menos carne, eso no tiene sentido.
Andrea Echeverry: Creo que por eso Aterciopelados es tan chévere porque si fuéramos todos edificantes todo el tiempo, seriamos como aburridos, pero como que entran todas las emociones y todos los matices, pero definitivamente han cambiado mucho las letras, ¿no?, pienso yo.
¿Andrea ya tiene televisor en su casa?
Sí, es que cuando uno tiene el primer hijo todo cambia. Al principio decía: no voy a tener televisión, no le voy a dar azúcar, me voy a ir a vivir al campo. Después nos dimos cuenta de que cuando mi hija pasaba por el lado de un televisor se quedaba viendo, o sea, era una atracción así que dijimos no, pues televisión en la casa para que se calme. Volvimos a la ciudad, a la contaminación.
Héctor Buitrago: Yo vivo en el campo, pero es que ya no necesito televisor, pues cada uno tiene su pantalla, su plataforma y puede ver lo que quiera cuando quiera, incluso no hay posibilidad de tener control sobre lo que se ve. Antes había tres canales y ahora lo que se ve con el internet y las posibilidades ilimitadas de acceder a lo que uno quiere.
En los medios se suele leer más de temas de farándula que de cultura, ¿por qué creen que pasa eso?
AE: Porque vende. Todo es liviano, comestible, desechable.
HB: El chisme, la sexualización como que atrae más que la cultura, que una cosa profunda.
¿A ustedes la fama les ha servido para algo?
AE: Pues llevamos 30 años viviendo de la música, entonces digamos que vivir de la música tiene su reconocimiento y tiene que ver con fama.
HB: Tiene que ver también con que se ha validado lo que decimos, lo que significamos, todo porque hay un prestigio, ¿no?, entonces eso ha validado muchas cosas para poder decir, para tener credibilidad, para poder seguir.
AE: Hemos construido un lugar bastante interesante, porque no somos masivos, pero si tenemos un reconocimiento y un respeto, porque yo creo que hemos sido críticos, auténticos, arriesgados, y uno paga un precio por eso y creo que por eso mismo no somos masivos, porque somos incomodos.
Estamos en plena Feria del Libro, lo que me invita a preguntarles por la relación de su música con lo que leen. ¿La hay?
HB: Ahora que estamos con lo de “El Dorado”, estamos metidos mucho en los ensayos de la gira que la vamos a empezar ahorita el 22 de abril en el Palacio de los Deportes, hemos estado oyendo todas las canciones otra vez y nos hemos reencontrado con esos temas y ahí hay una canción que nos ha movido mucho estos días que es “Siervo sin tierra”, por la letra, por todo, es como que ¡wow!, fue como volvernos a encontrar con una canción que teníamos por allá guardada, pero que cuando tocamos nos gusta mucho, la letra, lo que dice, el significado, la realidad de un país como Colombia, la realidad de nuestra sociedad y que todavía, 30 años después, es lo mismo.
Esa canción es basada en un libro de Eduardo Caballero Calderón, que leí cuando estaba en bachillerato y que me impresionó muchísimo y de ahí sale esa canción, “Siervo sin tierra”, y que esa frase, que canta al final que dice, ‘Juepuerca vida, mano Ciervo que se quedó sin su tierra’ es muy duro, muy fuerte, porque es lo mismo. Esa frase describe la problemática de un país, de Colombia
AE: Yo escribí una canción que se llama “Florence”, luego de leer el libro de Florence Thomas “Conversaciones con Violeta, historia de una revolución inacabada”, esa es una buena canción y es un buen libro, porque es una mujer madura explicándole a una mujer joven el porqué del feminismo.
Me parece muy lindo, además de que ahora lo del feminismo es como tan enredado, yo a veces digo, uy, dios mío, está un poco muy subdividido, especializado, no sé, y al final es una cosa muy de sentido común, es la defensa de los derechos de las mujeres, que por mucho tiempo han sido pisados, atropellados e ignorados.