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La instrucción de Aterciopelados es clara: ir en contra de la normalidad. A manera de súplica, Andrea Echeverri y Héctor Buitrago les dicen a sus seguidores que dejen atrás la frase “emblemática banda bogotana”, que se alejen de las nominaciones al Grammy y al Grammy Latino, y que archiven la interpretación de En la ciudad de la furia, al lado de Gustavo Cerati.
Según ellos, los dos, es hora de ampliar el panorama y permitir que nuevas y otras aguas se arrimen a su ya extensa trayectoria musical. Lo vivido por la banda en sus años de gestación estuvo muy bien, así como el ser merecedores de todos los premios y reconocimientos de los que hablan los demás, pero la realidad actual es distinta y por eso se adentraron en el estudio de grabación para, otra vez entre ellos, identificar cuál es el sonido de Aterciopelados en esta época.
La propuesta de Andrea Echeverri fue distinta a la de Héctor Buitrago, lo que los puso feliz porque establecieron que ambos habían crecido y que a partir de sus diferencias podían nutrirse para seguir imprimiéndole el combustible a ese sueño colectivo que tiene más kilómetros por venir que camino recorrido.
Dos de las principales premisas quedaron sobre el tapete desde el mismo planteamiento del álbum. La primera estaba relacionada con el carácter contradictorio que querían llevar hasta las últimas consecuencias; y la segunda hacía referencia a que tal vez era el momento de continuar con el proceso de empoderamiento femenino desde el arte y más a partir de la música como una de sus manifestaciones más importantes.
Sobre aspectos como estos, los dos Aterciopelados empezaron a fundamentar su disco Claroscura, que ellos mismos describen como “una contradicción pura, un volcán en erupción y un remanso de paz; Claroscura es alegría, esperanza y pesimismo gótico; es arcoíris, vuelo de colibrí, y es lamento de mujer, aullido de loba”. Es todo eso y mucho más, porque las doce canciones que lo integran, la mitad producida por el versado músico argentino Gerardo Horacio Cachorro López, cuentan historias reales.
La urgencia de lanzar un álbum de largo aliento, de nuevo, implicaba el navegar contra la corriente, escenario en el que se sienten Andrea Echeverri y Héctor Buitrago muy cómodos. Este tipo de industria contemporánea condicionó a los artistas a publicar sencillos y acostumbró a los fanáticos a escuchar canciones, no discos completos. Sin embargo, ellos tenían mucho por decir después de una década de ausencia discográfica desde Río (2008) y se aventuraron al proceso creativo sin más límites que su propia inspiración.
Lo primero que insinuaron de Claroscura fue la canción Play, con la que multiplicaron los significados de la expresión en inglés y en español. Asumieron el juego que representa cantar Play en serio, pero también se dieron licencia para viajar por los sonidos de América Latina y hacer del rock, una base sólida, incluyente y muy participativa.
Canciones como Cuerpo, Tu amor es, Despierta mujer y Piernas exhiben el carácter femenino del álbum, es esa “oscura” que no solamente refleja las intencionalidades de Andrea Echeverri, sino que también esboza las ideas de un músico y productor como Héctor Buitrago.
Otros temas, como Tumbao y Ay ombe, están más conectados con la idea de viaje conceptual que tanto ha defendido el dueto a raíz de la publicación de este trabajo discográfico. Son guiños al folclor colombiano, sin importar el apellido de ese aire autóctono y con la única condición de estrechar los lazos con esa característica genuina de hacer música que la gente identifica de inmediato como estilo Aterciopelado.
Dúo, otro de los temas de Claroscura, es una autobiografía generosa y divertida en la que el par de cómplices se desnudan para mostrarse imperfectos y reales. Con esa canción y con muchas otras muestran que Aterciopelados, en resumen, es la compatibilidad de los opuestos.