Canalón de Timbiquí, un reencuentro universal con los sonidos de la tierra

La agrupación compuesta por tres generaciones de músicos busca mantener la tradición que heredaron de sus mayores. Esta es la historia del inicio de una agrupación que se consolidó a finales del milenio pasado y que llevó los ritmos colombianos a escenarios internacionales como Glastonbury.

David Guarín / @DAVIDGUARINB
05 de julio de 2019 - 12:02 a. m.
Ilustración: Daniela Vargas
Ilustración: Daniela Vargas

Canalón de Timbiquí es una agrupación que ha pasado su sabiduría ancestral de generación en generación. Como en los viejos tiempos, es producto de la reunión de familiares, amigos y vecinos que buscaban animar sus encuentros o simplemente distraerse al son de currulaos, alabados y arrullos.

La música de Canalón es un juego entre las voces altas y bajas, y los instrumentos tradicionales. Es la escenificación de la armonía. Un bombo que invita a despegar los pies del suelo y la cotidianidad de los habitantes del pacífico se mezclan con las gargantas de las cantoras mientras la marimba, los cununos, el guasá y la guitarra aparecen para acompañar la poesía.

La agrupación empezó a consolidarse cuando la profesora Elizabeth Sinisterra hizo que los jóvenes del Colegio Julio Arboleda de Timbiquí, Cauca, se apasionaran con los ritmos tradicionales. Nidia Góngora, voz líder de la agrupación, recuerda que la profesora les dejó como tarea entrevistar a las matronas del municipio para conocer sus cantos. De esa forma sus compañeros, varios de ellos miembros  de Canalón, sintieron la necesidad de acercarse a las tonadas de su tierra.

Ahí estaban, entonces, las voces de matronas como Olivia Bonilla, para dar a conocer las jugas y loas que aprendieron desde la infancia. Para transmitir esas tonadas que alguna vez recibieron de los viejos y que a partir de esa tarea de la profesora Elizabeth los jóvenes replicarían:

“María llorando

San José tendiendo

El niño llorando

Que sol que ‘ta haciendo”.

 

“Cuándo escucho esta música, me hierve la sangre. Quisiera escuchar todos los días la marimba, el bombo y el guasá. A veces siento el sonido del bombo cuando el río se crece y azota las peñas”, cuenta Olivia, madre de Nidia.

La matrona recuerda que en las alboradas, mientras los mayores cantaban, su hija gritaba desde el balcón de la casa de la abuela para que la llevaran a participar de la celebración con los mayores. De manera que, la tarea solo impulsó más lo que ya estaba ahí, una conexión con las raíces cultivada desde la casa.

El camino de Nidia ha sido un constante reencuentro con la música tradicional. “Recuerdo muchos cohetones a las cuatro de la mañana con la marimba y el bombo como protagonistas de la fiesta. Aún siento el cum…cum..cum…cum del bombo. Es la imagen más bonita que tengo de Timbiquí y desde ahí siento mucho amor por las músicas tradicionales”, cuenta la cantora.

Nidia estudio Educación Preescolar en la Universidad Santiago de Cali y enseñó durante nueve años. Pero, la música siempre estuvo ahí  y los amigos y conocidos que generaban ese espacio para mantener la conexión con su pueblo también.

La cantora hace parte de la segunda generación de músicos y se convirtió en un símbolo de la música tradicional del pacífico desde que, en 2006, Wiliam Holand el reconocido dj y productor inglés conocido como Quantic se fijó en su voz y se propuso llevarla por el mundo acompañando los ritmos tradicionales con una mezcla de notas electrónicas.

 

-  ¿Cómo hacen para que en esa interacción con nuevos sonidos no se pierda la tradición?

-  Eso depende de uno. Yo tuve un choque porque, para mí, la música tradicional era intocable. Cuando uno conoce su cultura no negocia, entre otras cosas porque, uno entiende que la tradición no le pertenece a una persona. Es un bien de todos, cuenta la cantora.

 

“En el 2009, cuando hice mi primera gira internacional con Quantic, me impacté mucho.  Me cuestioné si seguir con la música. Salir del país me ha hecho reflexionar sobre la necesidad de mantener nuestras raíces. Hay muchos lugares en el mundo donde las personas ni siquiera sabían que había una región en Colombia con personas Afro. Esa etapa con Quantic fue decisiva en mi carrera”, cuenta Nidia.

10 años después de esa gira, Nidia y Canalón de Timbiquí regresaron con De mar y río, su última producción musical. El proyecto incluye una escuela de formación musical que busca demostrar que la música tradicional no es una moda. “No somos un producto”, enfatiza Nidia, “nosotros no tenemos que crear desde la exigencia del público. Creamos desde adentro para que las personas se sensibilicen y sientan inquietud por conocer más de la cultura”.

Grabación en bloque

En la industria musical se suelen grabar los instrumentos por separado para tener un mayor control de cada sonido. Otra forma de grabar, menos usual, se denomina  en bloque y consiste en unir a todos los integrantes de la agrupación en el estudio al mismo tiempo. Canalón de Timbiquí quiso mantener el aura de la música en el territorio, por este motivo optó por grabar de la segunda forma. Así se mantiene ese contacto que tienen los músicos cuando tocan en vivo.

El resultado fue un sonido limpio que, según la misma Nidia, busca traer un espacio de descanso. Una producción que reúne las tres generaciones y que “ Representa un proceso de maduración y experiencia del grupo”, relata la voz líder del grupo.

La preparación del disco se realizó en el interior de las poblaciones durante un año. Cuatro leyendas de la música tradicional del pacífico participaron allí: Emeterio Balanta, Ninfa Ocoró, Oliva Bonilla y Modesta Torres. Por eso el disco suena distinto a las producciones de Canalón de Timbiquí.

Es, en últimas, la representación de la cultura misma, sus olores, sabores y colores plasmados en notas, sonidos y versos  que transportan a quien los escuche a un pacífico que tiene mucho por contar a través de su  gente y su folclor.

Por David Guarín / @DAVIDGUARINB

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