Candelaria Beltrán y Brayan Minota: el nuevo sentir del bullerengue
Brayan Minota y Candelaria Beltrán: el antioqueño y la bogotana fueron los ‘Mejores cantadores’ en el reciente 35 Festival Nacional de Bullerengue de Puerto Escondido, Córdoba.
Valeskha de la Hoz*
El bullerengue es “creación instantánea”. En eso coinciden Candelaria Beltrán y Brayan Minota al hablar de las razones por las que aman este “baile cantao”. Aunque llegó a sus vidas en momentos y lugares muy diferentes, ambos han encontrado en él la forma de expresar y drenar lo que viven y sienten día tras día.
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Brayan Minota empezó a cantar bullerengue a los seis años en San Juan de Urabá, y Candelaria Beltrán conoció este ritmo en medio del frío bogotano hace seis años. Hoy, desde sus agrupaciones, se proyectan como notables cantadores de este ritmo en el país.
Brayan Minota
A sus 20 años, Minota ha ganado por cinco años consecutivos como mejor cantador en festivales de bullerengue. Sorprende a su edad escucharlo cantar con tanta potencia y melancolía. “Dicen que canto como si fuese un maestro con muchos años de experiencia”, asegura.
Pero su experimentada entonación no tiene que ver con la academia o clases de canto, sino más bien con el empirismo del que se ha rodeado desde que era muy niño. El bullerengue llegó a su vida a través de su familia materna. Abuela cantadora, abuelo machero, tíos tamboleros y él, que además de cantar con fuerza y sentimiento, compone.
A los seis años se inició como bailador en el grupo infantil Sembradores de Paz, en el corregimiento de El Uvero, pero también le gustaba cantar. “Me empecé a formar como cantador con ayuda de un tío”, relata. De ese primer grupo pasó a Renacer Ancestral, con quienes ha seguido durante 12 años y donde ha podido explorar su faceta como compositor.
“La primera vez que escribí un bullerengue, todavía muy niño, le compuse al desamor”, explica Brayan Minota, “pues era lo que estaba viviendo en ese momento”. “Me dije a mí mismo: ‘Tú puedes cantar tus propias canciones, tienes con qué’”.
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Tiene el don de componer. A él, a diferencia de otros compositores, le “llega la tonada y la letra a la vez”. Cuenta que una vez se sentó, e inspirado por la cotidianidad de su pueblo, compuso cinco bullerengues.
No lo ha logrado solo. Brayan Minota señala con orgullo a un maestro que le ha enseñado, “más allá de lo académico, a sentir el bullerengue”. Su nombre es Haroum Valencia, un tambolero tradicional de San Juan de Urabá que enseña a niños y jóvenes como él a “conectarse con el tambolero, con las bailadoras, con tu tonada, a la hora de cantar”.
Fue quien impulsó a Minota a seguir escribiendo sus propias canciones. “Él me dijo que tenía talento, fue el primero que confió en mí”, asevera Brayan.
A pasito vengo, Vamos ya, La gallina ciega, Ojalá y pegue un aguacero, Búsquenme un tambó y La casa del agua son algunas de las composiciones de este antioqueño que los bullerengueros cantan y bailan en las ruedas.
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Apaga el foco fue su primera canción grabada en estudio. La oportunidad se dio tras ganar con esta canción inédita el concurso I Love Bullerengue en 2020.
Espera seguir escribiendo sobre los dichos, sus abuelos, las aventuras, sus vivencias, el río, la brisa y la tierra, y, por encima de todo, seguir cantando sus propias canciones.
Candelaria Beltrán
Desde hace seis años Candelaria Beltrán se enamoró a primera vista. En medio de una crisis personal, buscando nuevos rumbos y queriendo crear otra versión de sí misma, se encontró con una rueda de bullerengue.
La niña interior que se había formado por varios años en música y técnica vocal se enfrentaba a este nuevo reto llamado bullerengue, que no conoce tanto de academia, sino de sentimientos y pasión.
La mujer que solía cantar salsa, bolero y rancheras le dio un giro a su vida y se inclinó por algo novedoso.
“Mis conocidos me decían: ‘¿Música tradicional? Tú estás loca”, recuerda Candelaria Beltrán. Pero fueron mucho más fuertes las emociones que sintió en esa rueda de bullerengue que la llevaron a experimentar.
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Esta bogotana de 31 años afirma que hoy es una nueva Candelaria. “El bullerengue me ha mostrado lo que es el trabajo colectivo y la unión”. De ese ideal nació Guineo verde hace dos años, una agrupación de bullerengue con integrantes nativos del interior de Colombia que se esfuerzan todos los días por acabar con el estigma de la música tradicional en la capital.
“No debería ser sorpresa que en Bogotá u otras ciudades del interior se escuchen y canten ritmos tradicionales del país, pues aquí llega gente de muchas partes a nutrir con su cultura”, explica Beltrán.
Guineo verde es así. Un espacio multicultural que se formó con resiliencia y apoyo entre amigos durante la pandemia por covid-19. Una rueda de bullerengue donde todos son importantes y cada uno cumple un papel fundamental. Han encontrado en este ritmo una forma de libertad para expresar lo que sienten justo en el momento en que lo sienten y para mostrar que se puede cantar con base en la cotidianidad citadina.
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Desde el campo, inspirado por los árboles, los ríos, la brisa y el mar, o desde la ciudad, anhelando tener cerca esos paisajes, Brayan y Candelaria, con diferentes edades y caminos, quieren seguir cantando sus alegrías y tristezas al instante.
* De la Fundación Color de Colombia.
El bullerengue es “creación instantánea”. En eso coinciden Candelaria Beltrán y Brayan Minota al hablar de las razones por las que aman este “baile cantao”. Aunque llegó a sus vidas en momentos y lugares muy diferentes, ambos han encontrado en él la forma de expresar y drenar lo que viven y sienten día tras día.
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Brayan Minota empezó a cantar bullerengue a los seis años en San Juan de Urabá, y Candelaria Beltrán conoció este ritmo en medio del frío bogotano hace seis años. Hoy, desde sus agrupaciones, se proyectan como notables cantadores de este ritmo en el país.
Brayan Minota
A sus 20 años, Minota ha ganado por cinco años consecutivos como mejor cantador en festivales de bullerengue. Sorprende a su edad escucharlo cantar con tanta potencia y melancolía. “Dicen que canto como si fuese un maestro con muchos años de experiencia”, asegura.
Pero su experimentada entonación no tiene que ver con la academia o clases de canto, sino más bien con el empirismo del que se ha rodeado desde que era muy niño. El bullerengue llegó a su vida a través de su familia materna. Abuela cantadora, abuelo machero, tíos tamboleros y él, que además de cantar con fuerza y sentimiento, compone.
A los seis años se inició como bailador en el grupo infantil Sembradores de Paz, en el corregimiento de El Uvero, pero también le gustaba cantar. “Me empecé a formar como cantador con ayuda de un tío”, relata. De ese primer grupo pasó a Renacer Ancestral, con quienes ha seguido durante 12 años y donde ha podido explorar su faceta como compositor.
“La primera vez que escribí un bullerengue, todavía muy niño, le compuse al desamor”, explica Brayan Minota, “pues era lo que estaba viviendo en ese momento”. “Me dije a mí mismo: ‘Tú puedes cantar tus propias canciones, tienes con qué’”.
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Tiene el don de componer. A él, a diferencia de otros compositores, le “llega la tonada y la letra a la vez”. Cuenta que una vez se sentó, e inspirado por la cotidianidad de su pueblo, compuso cinco bullerengues.
No lo ha logrado solo. Brayan Minota señala con orgullo a un maestro que le ha enseñado, “más allá de lo académico, a sentir el bullerengue”. Su nombre es Haroum Valencia, un tambolero tradicional de San Juan de Urabá que enseña a niños y jóvenes como él a “conectarse con el tambolero, con las bailadoras, con tu tonada, a la hora de cantar”.
Fue quien impulsó a Minota a seguir escribiendo sus propias canciones. “Él me dijo que tenía talento, fue el primero que confió en mí”, asevera Brayan.
A pasito vengo, Vamos ya, La gallina ciega, Ojalá y pegue un aguacero, Búsquenme un tambó y La casa del agua son algunas de las composiciones de este antioqueño que los bullerengueros cantan y bailan en las ruedas.
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Apaga el foco fue su primera canción grabada en estudio. La oportunidad se dio tras ganar con esta canción inédita el concurso I Love Bullerengue en 2020.
Espera seguir escribiendo sobre los dichos, sus abuelos, las aventuras, sus vivencias, el río, la brisa y la tierra, y, por encima de todo, seguir cantando sus propias canciones.
Candelaria Beltrán
Desde hace seis años Candelaria Beltrán se enamoró a primera vista. En medio de una crisis personal, buscando nuevos rumbos y queriendo crear otra versión de sí misma, se encontró con una rueda de bullerengue.
La niña interior que se había formado por varios años en música y técnica vocal se enfrentaba a este nuevo reto llamado bullerengue, que no conoce tanto de academia, sino de sentimientos y pasión.
La mujer que solía cantar salsa, bolero y rancheras le dio un giro a su vida y se inclinó por algo novedoso.
“Mis conocidos me decían: ‘¿Música tradicional? Tú estás loca”, recuerda Candelaria Beltrán. Pero fueron mucho más fuertes las emociones que sintió en esa rueda de bullerengue que la llevaron a experimentar.
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Esta bogotana de 31 años afirma que hoy es una nueva Candelaria. “El bullerengue me ha mostrado lo que es el trabajo colectivo y la unión”. De ese ideal nació Guineo verde hace dos años, una agrupación de bullerengue con integrantes nativos del interior de Colombia que se esfuerzan todos los días por acabar con el estigma de la música tradicional en la capital.
“No debería ser sorpresa que en Bogotá u otras ciudades del interior se escuchen y canten ritmos tradicionales del país, pues aquí llega gente de muchas partes a nutrir con su cultura”, explica Beltrán.
Guineo verde es así. Un espacio multicultural que se formó con resiliencia y apoyo entre amigos durante la pandemia por covid-19. Una rueda de bullerengue donde todos son importantes y cada uno cumple un papel fundamental. Han encontrado en este ritmo una forma de libertad para expresar lo que sienten justo en el momento en que lo sienten y para mostrar que se puede cantar con base en la cotidianidad citadina.
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Desde el campo, inspirado por los árboles, los ríos, la brisa y el mar, o desde la ciudad, anhelando tener cerca esos paisajes, Brayan y Candelaria, con diferentes edades y caminos, quieren seguir cantando sus alegrías y tristezas al instante.
* De la Fundación Color de Colombia.