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Uno de los deleites de asistir a conciertos es tener la oportunidad de vivir la música en el lugar y el instante mismo en que se está creando. La música, escribió Jorge Luis Borges, es una “misteriosa forma del tiempo”. Y por tiempo se refería, muy seguramente, al presente: no hay otra forma de escucharla sino en tiempo real, que es como se vive la vida.
Durante muchos meses, la pandemia nos arrebató la música en vivo. Varios festivales a nivel mundial experimentaron con la virtualidad. Los resultados fueron disímiles. A decir verdad, algunos de ellos fueron interesantes, empleando drones y cámaras voladoras que nos mostraron la creación sonora desde ángulos inusuales. Pero esas imágenes, quizá sin quererlo, enfatizaron en la soledad del músico. Siempre prevaleció la esperanza de que los intérpretes volvieran a encontrarse con su público en auténticos conciertos.
La apuesta actual del Cartagena Festival de Música es, en primer lugar, la presencialidad. El ejercicio de la música siempre ha tenido dos elementos vitales: el músico y el oyente. El intérprete recibe la energía directamente de su público, y a la vez dirige su creación hacia ese público. No hay una experiencia sonora más completa.
En segundo lugar, esta edición del festival se enfoca en la ópera. Esto resulta poderosamente llamativo porque justamente en la ópera (ese lenguaje que vincula lo musical y lo escénico) se hallan muchos componentes de la experiencia humana. Hay enamoramiento, drama, misterio, incluso humor. La curaduría de esta edición del festival ha sido muy cuidadosa y ha ubicado toda esa gama de sentimientos en un orden cronológico estricto. Ello nos permitirá ser testigos, día tras día, de tres siglos de evolución estética en este género. La selección comenzará en el año 1607 con la que se considera la primera ópera de la historia, el Orfeo de Claudio Monteverdi, y llegará hasta La bohème de Giacomo Puccini, estrenada al mismo tiempo que el mundo conocía el cinematógrafo y se abrían nuevas posibilidades de entretenimiento.
En todo este periplo por la historia de la ópera italiana (o mejor, de la ópera cantada en italiano, porque también escucharemos composiciones de Gluck y Mozart) ha sido invaluable el aporte de la Embajada de Italia. En una entrevista reciente, el embajador reflexionó sobre el nexo musical que une a nuestros dos países desde que un compositor italiano, Oreste Sindici, se encargara de ponerle música a nuestro himno nacional. Las dos culturas se siguen encontrando, y lo harán incluso hasta el Festival del año 2022, que será una continuidad natural de éste.
Los músicos
Los responsables de revivir este repertorio histórico y sus respectivas emociones son músicos de Colombia e Italia que se han preparado arduamente en los últimos meses. El público los irá conociendo en estos cinco días y con seguridad notará las fortalezas interpretativas de cada uno. Los cantantes son todos jóvenes y tienen en el escenario de Cartagena una oportunidad de mostrar su talento. No sería extraño que, de aquí a unos años, varios de estos nombres tengan resonancia internacional.
En cuanto a los instrumentistas, también es invaluable su aporte. El Ensamble Barroco de Bogotá acompañará las interpretaciones del primer día, dedicado precisamente al repertorio del siglo XVII. Esta agrupación nació con la idea de investigar la manera en que se ejecutaba la música previa al período clásico. Su sonido está profundamente basado en el conocimiento histórico y ello los convierte en una especie de “máquina del tiempo” en la que viajan sus oyentes.
En los días siguientes, la parte orquestal recaerá en la Orquesta Filarmónica Juvenil de Cámara, conformada por cuarenta jóvenes que están plenamente familiarizados con la música del clasicismo y el romanticismo. Y en la última jornada escucharemos un recital que lleva por título “Ópera sin fronteras” a cargo de la Orquesta Filarmónica de Bogotá. Se trata, por decirlo así, de una colección de postales. Son algunos de los momentos más memorables de este género, partiendo de una curaduría musical muy esmerada, que resalta el legado de compositores como Mozart, Rossini, Donizetti, Verdi y Puccini.
Mención aparte merece la Orquesta Sinfónica de Cartagena, cuya creación es uno de los legados que el Festival de Música le quiere dejar a la ciudad de forma permanente. La orquesta, que es a la vez escuela, reúne a jóvenes instrumentistas de la ciudad de Cartagena para ofrecerles la experiencia de la interpretación grupal y todo lo que ello implica no solamente a nivel artístico sino social: la construcción de armonía entre diferentes voces es una metáfora de la comunidad. El repertorio que presentará la Sinfónica de Cartagena en esta ocasión se enfoca hacia la música cinematográfica y promete una velada muy emotiva.
En resumen, nos esperan cinco días de acercamiento al lenguaje de la ópera y su manera particular de enfocar la vida. Como dice el musicólogo Ramón Gener, “la ópera habla de quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos”. Pero, sobre todo, nos espera la experiencia compartida de la música en vivo como una esperanza, una forma de la capacidad redentora del arte frente a las recientes dificultades.