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                                                                                                                                Chocquibtown: de donde vengo yo

                                                                                                                                En 2015 consolidó su propuesta musical siendo fiel a sus raíces y acaba de ganar un Grammy Latino en la categoría Mejor Álbum de Fusión Tropical.

                                                                                                                                Javier Ortiz Cassiani, Especial para El Espectador

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Pero lo verdaderamente importante del trabajo de este grupo, que nació en la ciudad de Cali en el año 2000, es que en ellos, el uso de los ritmos tradicionales del Pacífico colombiano, combinados con los beats, las músicas mundiales y la estética del hip hop, no es una apuesta forzada. No necesitan del empeño que tiene que ponerle un joven clasemediero de una de las principales ciudades de Colombia tratando de encontrar las claves para lograr una sensibilidad por los ritmos tradicionales. Tampoco necesitan de la etnografía sensible de ir cada tanto a comer a los restaurantes y pescaderías del Pacífico en la capital. Para Choquibtown, es lo que hay. Desde que nacieron en Condoto y Quibdó (Chocó), los arrullaron las chirimías, bundes, currulaos, bambazú, abozaos y aguabajos.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Quizá esto fue lo que pasó con Choquibtown, jóvenes en diáspora a las grandes ciudades con sus enseres musicales al hombro. Apenas tuvieron oportunidad, sacaron los corotos y empezaron a hacer música. Con lo suyo, lo tradicional, y con esas otras narrativas, esas otras maneras de hacer las cosas, que no tienen nada que ver con esa idea esencialista de lo que se supone que es un joven chocoano, pero que también es de ellos, porque la imaginaron, la incorporaron y la reinterpretaron.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                “Racismo inminente / mucha corrupción / Monte culebra / Máquina de guerra / Desplazamientos por intereses en la tierra”, dicen en la canción De donde vengo yo. “No me gusta tu tumbao, mucho menos tu pescao / A mí no me lo des que ya te tengo pillao / Cada cuatro años se ve venta de bacalao / Menos mal que mantengo los bolsillos apretaos”, rapean en Pescao envenenao contra los políticos abusadores.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Como si reconocieran el riesgo que existe de que el voraz consumo lo domestique todo, incluso las letras más agresivas y las propuestas más rebeldes, Choquibtown sigue fiel a sí mismo. No se sabe si tienen absoluta consciencia de que enfrentan todos los días la posibilidad de diluirse en las perversas estrategias de un mercado inestable en el que ya nada permanece. Pero por ahora siguen creciendo sin angustias, delineando su propio sello, contando “de donde vengo yo”.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                 

                                                                                                                                Lea más personajes del año:

                                                                                                                                Doris Salcedo, el reloj de arena del arte 
                                                                                                                                Pablo Montoya, otras formas del pentagrama 

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Pero lo verdaderamente importante del trabajo de este grupo, que nació en la ciudad de Cali en el año 2000, es que en ellos, el uso de los ritmos tradicionales del Pacífico colombiano, combinados con los beats, las músicas mundiales y la estética del hip hop, no es una apuesta forzada. No necesitan del empeño que tiene que ponerle un joven clasemediero de una de las principales ciudades de Colombia tratando de encontrar las claves para lograr una sensibilidad por los ritmos tradicionales. Tampoco necesitan de la etnografía sensible de ir cada tanto a comer a los restaurantes y pescaderías del Pacífico en la capital. Para Choquibtown, es lo que hay. Desde que nacieron en Condoto y Quibdó (Chocó), los arrullaron las chirimías, bundes, currulaos, bambazú, abozaos y aguabajos.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Quizá esto fue lo que pasó con Choquibtown, jóvenes en diáspora a las grandes ciudades con sus enseres musicales al hombro. Apenas tuvieron oportunidad, sacaron los corotos y empezaron a hacer música. Con lo suyo, lo tradicional, y con esas otras narrativas, esas otras maneras de hacer las cosas, que no tienen nada que ver con esa idea esencialista de lo que se supone que es un joven chocoano, pero que también es de ellos, porque la imaginaron, la incorporaron y la reinterpretaron.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                “Racismo inminente / mucha corrupción / Monte culebra / Máquina de guerra / Desplazamientos por intereses en la tierra”, dicen en la canción De donde vengo yo. “No me gusta tu tumbao, mucho menos tu pescao / A mí no me lo des que ya te tengo pillao / Cada cuatro años se ve venta de bacalao / Menos mal que mantengo los bolsillos apretaos”, rapean en Pescao envenenao contra los políticos abusadores.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Como si reconocieran el riesgo que existe de que el voraz consumo lo domestique todo, incluso las letras más agresivas y las propuestas más rebeldes, Choquibtown sigue fiel a sí mismo. No se sabe si tienen absoluta consciencia de que enfrentan todos los días la posibilidad de diluirse en las perversas estrategias de un mercado inestable en el que ya nada permanece. Pero por ahora siguen creciendo sin angustias, delineando su propio sello, contando “de donde vengo yo”.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                 

                                                                                                                                Lea más personajes del año:

                                                                                                                                Doris Salcedo, el reloj de arena del arte 
                                                                                                                                Pablo Montoya, otras formas del pentagrama 

                                                                                                                                Por Javier Ortiz Cassiani, Especial para El Espectador

                                                                                                                                Temas recomendados:

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