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Colombia Canta y Encanta, ahora en formato virtual

La artista, pedagoga y directora de la Red de Festivales de Música Andina Colombiana (Festiandina), Dora Corita Rojas, habla del desafío de un encuentro para niños y jóvenes en época de pandemia.

Luisa Fernanda Varón Romero
14 de julio de 2020 - 02:00 a. m.
Colombia Canta y Encanta, ahora en formato virtual
Foto: DilmaGelvezFoto
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Hasta el 19 de julio se realizará virtualmente el XVIII Festival Colombia Canta y Encanta, que anualmente se hace de manera presencial en Medellín, en medio de las actividades de las fiestas patrias y cuenta con la presencia de niños, niñas y jóvenes de todos los territorios y diversidades que existen en el país.

Su directora, la maestra Silvia Zapata, dice que la idea del evento es llevar un mensaje a la infancia y a la juventud de que los sueños sí se pueden realizar, una máxima que cobra fuerza ahora más que nunca en estos días de pandemia.

Colombia Canta y Encanta logró consolidar una estructura de franjas de conversación académica, pedagogía en danza, canto e interpretación de instrumentos, así como presentaciones artísticas como la Serenata Bambuquera, el Encuentro Infantil de Danza, el concierto Colombia y sus regiones, el Encuentro del Niño y el Compositor, entre otras actividades.

Se trata de todo un calendario de acceso gratuito y abierto, del que serán parte más de 40 agrupaciones y artistas de todo el país, desde los artistas más chicos hasta maestros pedagogos, compositores y productores musicales de larga trayectoria y reconocimiento, nacional e internacional.

Para conocer cómo ha sido el proceso de adaptación de este certamen a la virtualidad y en qué radica su más grande atractivo en esta nueva normalidad, conversamos con Dora Corita Rojas, música, pedagoga y hoy directora de Festiandina (Red de Festivales de Música Andina Colombiana) que pronto cumplirá ocho años de existencia.

¿Qué pasó con el Festival Colombia Canta y Encanta cuando se supo que el país entraría en cuarentena?

Fue un choque muy fuerte, porque los organizadores solemos pensar las cosas a futuro. Vamos en el ejercicio del presente con los procesos que hemos incubado previamente y que van marchando, pero también estamos pensando en los que van más adelante, una semana, un mes, tres meses adelante, por todo lo que significa la gestión, que es además con actores públicos y privados, y con los diferentes tipos de recursos. Al llegar la orden del “pare”, frenamos en seco y quedamos desubicados. Sin embargo, como gestores culturales estamos acostumbrados a creer que las cosas son posibles y a trabajar para que sean posibles, aun cuando no tengamos la total certeza, y por eso construimos una capacidad que nos permite manejar la incertidumbre y más cuando los recursos no son fijos.

¿Cuáles son los principales retos que empezaron a identificar?

Este ha sido un proceso progresivo de apropiar la tecnología, no solo de parte de nosotros como organizadores, sino también por parte de los artistas y los procesos de formación, que también tuvieron que volcarse a tratar de entender cómo hacer videos, cómo grabar, cómo mezclar. Y en este proceso es que hemos asimilado la idea de que nos tocó pensarnos a más tiempo, siendo realistas, un año y medio al menos para volver a la normalidad de la presencialidad con unos básicos.

¿Qué pasa entonces con lo técnico y lo musical en un evento como este?

Ahora tenemos que centrar el foco de lo que es un festival en el valor de lo musical, pues, aunque perdimos la presencialidad del abrazo y la verbalización, y eso intangible de las relaciones humanas que es la savia de los festivales, ganamos en la mejora de la calidad técnica, artística y musical de los artistas, y de los mismos eventos. Entonces ahora hay más conciencia de la necesidad de abrir esas ventanas de comunicación, que para la música colombiana ha sido difícil.

Además de las dificultades técnicas a partir del distanciamiento social, ¿qué exigencia particular tiene un festival virtual hecho por niños y para niños?

Colombia Canta y Encanta son muchas cosas. Primera, es una gran familia, una fraternidad que se ha tejido a base de valores, y en el centro está la música. Ha desarrollado varios frentes de trabajo que conectan todos con su filosofía, eso es una coherencia y una potencia grandísima. Ese festival es un ejemplo, por ese núcleo de personas y colaboradores cercanos que tiene. Como evento, ha logrado entender el valor de la imagen y la importancia de construir una identidad.

¿Cuál es, entonces, el principal reto?

Es un festival que, si bien se piensa como un show para captar atención y manejar los ritmos de la audiencia, está fundamentalmente diseñado desde ser un auténtico espacio formativo musical y cultural. Cuando un festival tiene ese contenido, ponerlo en cualquier formato es lo de menos, además de contar con un equipo humano muy comprometido en cada frente. Colombia Canta y Encanta es una de esas familias que se han construido a pulso.

Por Luisa Fernanda Varón Romero

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