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El 19 de abril de 2012, a las 8:48 de la noche, justo después de tocar Junior Farm, de su época de Wings, el exbeatle Paul McCartney tomó un sorbo de agua y saludó al público colombiano en su idioma.
“¡Buenas noches, parceros!”.
Con más de 60 años de carrera musical, McCartney se convertía en el primer exbeatle en visitar a Colombia. Lo más cerca que los fans de los Beatles habían estado de un recital de relacionado con la banda de Liverpool fue en los años 70 cuando Billy Preston, tecladista que participó en la grabación del álbum Let It Be, se presentó en Bogotá. La deuda estaba saldada.
Los gritos de los más de 30.000 asistentes que fueron al estadio El Campín esa noche no solo expresaban alegría, sino que también fueron de desahogo. En las semanas previas al concierto las noticias de una posible cancelación del evento circulaban casi a diario en los noticieros y periódicos. Solo hasta que McCartney entonó Magical Mystery Tour, al comienzo del espectáculo, se supo que no había marcha atrás.
Lograr que el concierto del exbeatle se hiciera en Colombia fue toda “una proeza” en palabras de Fernán Martínez, mánager de artistas y empresario que gestionó el concierto. “Lo más difícil no fue contratar a Paul McCartney, sino lo que vino después aquí en Colombia”, recuerda ahora entre risas.
Hoy, en Colombia estamos acostumbrados a la visita de artistas internacionales como los Red Hot Chili Peppers, Foo Fighters o Guns and Roses. Por eso, parece mentira que en marzo de 2012 eran más bien pocos los grandes nombres que venían a presentarse a Colombia. Sin escenarios idóneos para organizar conciertos, y con las presiones de los dirigentes del fútbol, pensar en ver a “artistas de estadio” como lo eran U2, AC-DC o el mismo McCartney era en ese entonces algo impensado para el público colombiano. Había una especie de resignación.
De ese modo, cuando en marzo comenzó a circular el rumor de que Paul McCartney podría venir a tocar a Colombia hubo una gran sorpresa. El exbeatle se encontraba de gira por Sudamérica y había un espacio disponible entre sus conciertos de Brasil y Perú en el que se podía concretar una visita. Fernán Martínez se movió rápido, giró un anticipo, y acordó verbalmente que McCartney vendría a tocar a Bogotá. Pero había una condición: el concierto debía realizarse en un estadio.
Para ese entonces, el estadio El Campín, recientemente remodelado por el Mundial Sub-20 de 2011, llevaba casi tres años sin ser utilizado para espectáculos diferentes al fútbol. El debate sobre si se debía o no prestar el recinto para un concierto parecía haber terminado hace un tiempo a favor de quienes se resistían a los conciertos. El argumento era que hace poco se había invertido en una costosa gramilla que podía dañarse.
“El tema del estadio fue un verdadero dolor de cabeza”, comenta Fernán Martínez. “Parecía increíble que mientras en Brasil, Argentina, España y Perú se prestaban los estadios sin problemas, aquí en Colombia tocaba resignarse a que no se podía porque solo se podían prestar para el fútbol”.
A pesar de que ya se había invertido una plata importante, y que había un riesgo de que el concierto se pudiera caer, la discusión sobre si el exbeatle debía o no tocar en Bogotá pasó a las emisoras, noticieros y diarios del país. “Toda la discusión sobre si el concierto debía hacerse o no la usamos a nuestro favor como una especie de campaña de expectativa”, cuenta Martínez a El Espectador.
Por un lado periodistas deportivos, dirigentes del fútbol e incluso políticos se oponían a que el Distrito prestara El Campín, pero también estaban quienes decían que el estadio era un bien público de la ciudad y que debía prestarse para cualquier propósito. La discusión llegó a las esferas políticas hasta el punto en que la Procuraduría General solicitó a la Alcaldía de Bogotá a que no prestara el escenario deportivo para conciertos. Pero el entonces alcalde Gustavo Petro estaba empecinado en que se hiciera.
“Cuando estábamos por tirar la toalla se metió Petro y la Alcaldía de Bogotá. Acordamos que la Alcaldía nos apoyaría con todo siempre y cuando lográramos la transmisión del concierto en televisión”, explicó Fernán Martínez, quien cuenta que el concierto estuvo en riesgo por la caída de su principal patrocinador. “Contamos con la mala suerte de que el principal sponsor estaba en un proceso de cambio de imagen y la alcaldía nos ayudó con el tema de la transmisión por televisión. Tanto a ellos como a nosotros nos convenía que se hiciera el concierto”.
La Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte, en conjunto con el Instituto de Recreación y Deporte (IDRD), se pusieron en la tarea de realizar pruebas técnicas para probar que se pudiera realizar un concierto de tal magnitud en la gramilla de El Campín. El objetivo era simular una situación similar a la de un espectáculo con asistencia masiva. La prueba duró cerca de 36 horas. 400 auxiliares bachilleres de la Policía se ubicaron sobre los elementos de protección de la gramilla, saltaron, caminaron y, en general, reprodujeron el comportamiento del público en un concierto masivo. La cancha superó la prueba y la Alcaldía dio luz verde para el concierto. El Campín fue alquilado por 416 millones de pesos, según Martínez, muy costoso en comparación con el arrendamiento de otros escenarios en Latinoamérica.
Superados los obstáculos administrativos, al terminar el primer día de expendio de boletería se vendieron el 90% de las entradas por un valor cercano a los US$5 millones. El concierto del exbeatle rompió el récord impuesto por Aerosmith en el 2010, que vendió todas sus localidades en 120 minutos.
Y sobre el concierto quedaron varias anécdotas para la historia. McCartney y su banda tocaron 38 canciones, la mayoría de su época en los Beatles. En el concierto Paul aprovechó para recordar a sus amigos John Lennon y George Harrison e interpretó dos canciones para homenajearlos. Luego, más de 30.000 almas cantaron al unísono Hey Jude, siguiendo las instrucciones de un Paul al que los 2.600 metros de altura parecieron no afectarle.
McCartney hizo algo en Bogotá que no había hecho en el resto de la gira: cantar la canción Hope of Deliverance, de su álbum solista Off the Ground de 1993. A pesar de ser una de las canciones más populares de su repertorio como solista, el exbeatle no la tocaba en vivo desde el 16 de diciembre de 1993. El momento fue particularmente especial porque antes de comenzar, el exbeatle advirtió que esto era un regalo especial para los colombianos. Su amigo Chucho Merchán, bajista bogotano, se lo había sugerido unas horas antes.
Y así como con “Hope”, canciones de su época de Wings como Maybe I’m Amazed, Band on The Run o Live and Let Die (la cual le significó una fuerte multa a Martínez por “exceso de ruido”) iluminaron a El Campín. El concierto no solo lo vieron los 30.000 asistentes en el estadio, sino que fue transmitido por televisión abierta para toda la ciudad y el país. McCartney se despidió de Bogotá con el medley final de Abbey Road no sin antes decir “nos vemos a la próxima”, sin saber que sería la última vez que se vería con el público colombiano.
Lo que vino después del concierto es historia conocida. La gramilla no sufrió mayores daños y la Alcaldía accedió a prestar el estadio para grandes eventos. En agosto de 2012 Lady Gaga se presentó en El Campín y dos meses después Madonna llenó en dos ocasiones el Atanasio Girardot de Medellín. El debate entre el fútbol versus conciertos quedó sepultado y Colombia volvió a ser una plaza importante para los espectáculos musicales en Latinoamérica. Y todo gracias a sir Paul.