Cuando a Carlos Vives lo obligaban a atender a Leandro Díaz
Hoy el juglar estaría cumpliendo 95 años. El Espectador habló con uno de sus hijos, Ivo Díaz, quien contó varias anécdotas e incluso reveló una canción inédita del maestro vallenato.
Alberto González Martínez
Carlos no estaba interesado en el vallenato. Se inclinaba más por el rock y los sonidos alternativos. Quería estudiar artes escénicas y también era un gomoso del fútbol. No tenía más de 18 años y le gustaban muchas cosas que estaban de moda.
Eran los años 80 y muchas cosas pasaban en Colombia. Él vivía en Santa Marta y a Leandro lo conoció en el patio de su misma casa. Allá formaban parrandas que duraban tres días y las que ellos les llamaban “parrandita”, nombre que después usuaria Leandro para titular una de sus canciones.
Leandro era invitado por Luis Aurelio Vives, papá de Carlos. En ese mismo patio se reunían otros juglares de peso como Alejandro Durán, Carlos Huertas, Toño Salas y Luis Enrique Martínez. A Carlos no le gustaba mucho estar allí, en cambio todo el tiempo iba a jugar a la cancha de fútbol del barrio Pescaíto.
-Hoy no vas a irte a jugar fútbol. Hoy te me quedas cuidando a Leandro- le dice en una ocasión Luis Aurelio a su hijo.
Ivo Díaz siempre estaba al lado de su papá, que como el mismo samario lo menciona en una canción, era “los ojos de Leandro”. Aún con él presente Luis Aurelio obligaba a Carlos como castigo a que ayudara a Leandro en lo que necesitara.
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“Mi papá siempre se quedaba en la casa de Luis Aurelio y Carlos era el que se encargaba de atender a Leandro, de llevarlo a su cuarto, de que se bañara, desayunara y en ese tiempo se ponía a charlar con él y ahí se nutrió de mucha cosas de mi papá”, relata Ivo y agrega que “desde muchacho lo obligaron a ‘queré' a Leandro”.
En ese ir y venir de Carlos con Leandro, en esas conversaciones obligadas, en ese roce de un viejo maltratado pero sabio con un joven interesado por cosas banales fue despertando la curiosidad por las historias y reflexiones que le contaba el juglar.
Las parrandas seguían en ese patio y duraban tres días. Cada vez que terminaba una de ellas Rodrigo Vives, el tío de Carlos, preguntaba para que todos rieran: “¿Y cuándo vamos a hacer otra parrandita?”. Era una pregunta que se respondía con cada fecha especial.
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Una parrandita en apuros
También era una época marcada por los traficantes de marihuana, que cultivaban en la Sierra Nevada de Santa Marta. Rodrigo Vives tenía un laboratorio de bacteriología y un día la Policía le hizo un allanamiento porque habían denunciando que en él se fabricaban drogas.
De esa anécdota Leandro compuso una canción que todavía está inédita y que el día que la compuso, en medio de una parranda, hizo reír a los asistentes. Ya había hecho “La parrandita” y a esta la llamó “La parrandita en apuros”.
“Tengo esta composición pa’ decir en estos días /en Colombia ocurren casos que parecen increíbles /como esta que le pasó al doctor Rodrigo Vives /que su hogar que quiere tanto lo allanó la Policía. /La ley estaba creída que el golpe sería efectivo /pero resultó Rodrigo marimbero sin marimba.”
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Esa jocosidad, ese repentísmo y ese sentimiento de ese señor ciego que sorprendía con sus letras y que mucha gente aún no creía que él podría componerlas, fue lo que tocó a Carlos y años más tarde llevó una de las composiciones de Leandro, Matilde Lina, al primer álbum de vallenato mezclado con rock, “Clásicos de la Provincia”.
Después Vives grabaría dos más. “La Diosa Coronada” en el álbum “La tierra del olvido” y “La parrandita”, que se compuso en su patio y la incluyó en Clásicos de la Provincia II. Antes de lanzar la Matildelina, la primera de las canciones que le grabó, Carlos fue a la casa de Leandro en Valledupar y le mostró la canción, a lo que de inmediato respondió.
-Vas a trascender.
-Leandro no te equivocaste- le dice Carlos años más tarde.
Carlos no estaba interesado en el vallenato. Se inclinaba más por el rock y los sonidos alternativos. Quería estudiar artes escénicas y también era un gomoso del fútbol. No tenía más de 18 años y le gustaban muchas cosas que estaban de moda.
Eran los años 80 y muchas cosas pasaban en Colombia. Él vivía en Santa Marta y a Leandro lo conoció en el patio de su misma casa. Allá formaban parrandas que duraban tres días y las que ellos les llamaban “parrandita”, nombre que después usuaria Leandro para titular una de sus canciones.
Leandro era invitado por Luis Aurelio Vives, papá de Carlos. En ese mismo patio se reunían otros juglares de peso como Alejandro Durán, Carlos Huertas, Toño Salas y Luis Enrique Martínez. A Carlos no le gustaba mucho estar allí, en cambio todo el tiempo iba a jugar a la cancha de fútbol del barrio Pescaíto.
-Hoy no vas a irte a jugar fútbol. Hoy te me quedas cuidando a Leandro- le dice en una ocasión Luis Aurelio a su hijo.
Ivo Díaz siempre estaba al lado de su papá, que como el mismo samario lo menciona en una canción, era “los ojos de Leandro”. Aún con él presente Luis Aurelio obligaba a Carlos como castigo a que ayudara a Leandro en lo que necesitara.
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“Mi papá siempre se quedaba en la casa de Luis Aurelio y Carlos era el que se encargaba de atender a Leandro, de llevarlo a su cuarto, de que se bañara, desayunara y en ese tiempo se ponía a charlar con él y ahí se nutrió de mucha cosas de mi papá”, relata Ivo y agrega que “desde muchacho lo obligaron a ‘queré' a Leandro”.
En ese ir y venir de Carlos con Leandro, en esas conversaciones obligadas, en ese roce de un viejo maltratado pero sabio con un joven interesado por cosas banales fue despertando la curiosidad por las historias y reflexiones que le contaba el juglar.
Las parrandas seguían en ese patio y duraban tres días. Cada vez que terminaba una de ellas Rodrigo Vives, el tío de Carlos, preguntaba para que todos rieran: “¿Y cuándo vamos a hacer otra parrandita?”. Era una pregunta que se respondía con cada fecha especial.
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Una parrandita en apuros
También era una época marcada por los traficantes de marihuana, que cultivaban en la Sierra Nevada de Santa Marta. Rodrigo Vives tenía un laboratorio de bacteriología y un día la Policía le hizo un allanamiento porque habían denunciando que en él se fabricaban drogas.
De esa anécdota Leandro compuso una canción que todavía está inédita y que el día que la compuso, en medio de una parranda, hizo reír a los asistentes. Ya había hecho “La parrandita” y a esta la llamó “La parrandita en apuros”.
“Tengo esta composición pa’ decir en estos días /en Colombia ocurren casos que parecen increíbles /como esta que le pasó al doctor Rodrigo Vives /que su hogar que quiere tanto lo allanó la Policía. /La ley estaba creída que el golpe sería efectivo /pero resultó Rodrigo marimbero sin marimba.”
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Después Vives grabaría dos más. “La Diosa Coronada” en el álbum “La tierra del olvido” y “La parrandita”, que se compuso en su patio y la incluyó en Clásicos de la Provincia II. Antes de lanzar la Matildelina, la primera de las canciones que le grabó, Carlos fue a la casa de Leandro en Valledupar y le mostró la canción, a lo que de inmediato respondió.
-Vas a trascender.
-Leandro no te equivocaste- le dice Carlos años más tarde.