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                                                                                                                                Cuando Kurt Cobain conoció a su ídolo: William S. Burroughs

                                                                                                                                Un ensayo recrea la visita del músico al escritor 'beat' en su casa de Kansas en 1993.

                                                                                                                                Elsa Fernández-Santos / El País de España.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                "Fue Courtney Love quien después de la muerte de su marido empezó a filtrar la documentación de su archivo. Es ahí donde están las cuatro fotos que me movieron a empezar este libro", rememora Rocha. "Pese a que Burroughs conoció a mucha gente del rock&roll durante toda su vida, aquellas fotos eran reveladoras". Quizá porque en ellas se concentra toda la mística de un tiempo sediento de respuestas.

                                                                                                                                Cuando Cobain murió, Burroughs fue parco: "Lo que recuerdo es la expresión moribunda de sus mejillas. Él no tenía intención de suicidarse. Por lo que yo sé, ya estaba muerto". Como recuerda en su libro Rocha, Burroughs reparó en el tormento del líder de Nirvana: "Poco después, cuando Cobain se hubo marchado, Burroughs le confesó a su ayudante que había 'algo raro en aquel chico', advirtiendo que su invitado 'fruncía el ceño continuamente y sin razón aparente', como si estuviese librando una batalla secreta, una feroz y despiadada guerra interna".

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                El autor recibió a Cobain por la mañana, rodeado de su gato y de sus publicaciones sobre "armas, supervivencia y artes marciales". Cobain llegó junto a su mánager, Alex McLeod, y un disco de Leadbelly, viejo cantante de blues que había descubierto gracias a una entrevista del escritor y que se había convertido, a sus ojos, en "el primer punk rocker". "Estos nuevos chicos del rock&roll deberían dejar a un lado todas esas guitarras y escuchar algo que tenga realmente alma, como Leadbelly", había dicho Burroughs. El ensayo nos recuerda que a través de Leadbelly, Burroughs y Cobain se puede trazar la otra historia del siglo XX.

                                                                                                                                El primer contacto de Cobain con el autor de "El almuerzo desnudo" había sido en la biblioteca de Aberdeen, cuando el primero era un adolescente marcado por la separación de sus padres, la mala relación con su madre y la desolación de su propia incomunicación. Burroughs, a diferencia de otros escritores, había resistido todas las pruebas del idealismo de Cobain, estaba a la altura de la misantropía y el nihilismo que marcaban su personalidad. Al referirse a los diarios de Kurt Cobain, Rocha apunta: "En última instancia, su autor perseguía cumplir la frase que Nietszche dejó escrita para que centenares de poetas, punks y enfants terribles la hicieran suya y se movieran al dictado de su ritmo: 'El que ha perdido el mundo quiere ganar su propio mundo".

                                                                                                                                En el encuentro Cobain-Burroughs nadie bebió, fumó o se drogó. Unos años antes, Burroughs había participado en una de las películas de la era grunge, "Drugstore cowboy" (1989), de Gus van Sant, interpretando a un personaje, apodado El Cura, a cuyo encuentro acude Matt Dillon, el protagonista, en busca de una respuesta sobre su destino. Hay cierto paralelismo entre ambos momentos. En la ficción, Burroughs responde: 'Mi predicción para un futuro próximo es que los derechistas usarán la histeria de las drogas como pretexto para crear un aparato policial internacional, pero ya soy un hombre viejo y puede que no viva lo suficiente para ver la solución final al problema de la droga'.

                                                                                                                                Pocos días antes de morir, en 1997, escribió la última entrada en su diario. "No hay nada. No hay sabiduría final ni experiencia reveladora; ninguna jodida cosa. No hay Santo Grial. No hay Satori definitivo ni solución final. Solo conflicto. La única cosa que puede resolver este conflicto es el amor. Amor puro. Lo que yo siento ahora y sentí siempre por mis gatos. ¿Amor? ¿Qué es eso? El calmante más natural para el dolor que existe. Amor". Su editor, James Grauerholz, aseguró que había muerto tranquilo y sereno. Al parecer, quería ser incinerado en Tánger y que luego esparcieran sus cenizas en Gibraltar. No hay Santo Grial. Solo un gato. Quizá Kurt Cobain no soportó la respuesta.
                                                                                                                                 

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                "Fue Courtney Love quien después de la muerte de su marido empezó a filtrar la documentación de su archivo. Es ahí donde están las cuatro fotos que me movieron a empezar este libro", rememora Rocha. "Pese a que Burroughs conoció a mucha gente del rock&roll durante toda su vida, aquellas fotos eran reveladoras". Quizá porque en ellas se concentra toda la mística de un tiempo sediento de respuestas.

                                                                                                                                Cuando Cobain murió, Burroughs fue parco: "Lo que recuerdo es la expresión moribunda de sus mejillas. Él no tenía intención de suicidarse. Por lo que yo sé, ya estaba muerto". Como recuerda en su libro Rocha, Burroughs reparó en el tormento del líder de Nirvana: "Poco después, cuando Cobain se hubo marchado, Burroughs le confesó a su ayudante que había 'algo raro en aquel chico', advirtiendo que su invitado 'fruncía el ceño continuamente y sin razón aparente', como si estuviese librando una batalla secreta, una feroz y despiadada guerra interna".

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                El autor recibió a Cobain por la mañana, rodeado de su gato y de sus publicaciones sobre "armas, supervivencia y artes marciales". Cobain llegó junto a su mánager, Alex McLeod, y un disco de Leadbelly, viejo cantante de blues que había descubierto gracias a una entrevista del escritor y que se había convertido, a sus ojos, en "el primer punk rocker". "Estos nuevos chicos del rock&roll deberían dejar a un lado todas esas guitarras y escuchar algo que tenga realmente alma, como Leadbelly", había dicho Burroughs. El ensayo nos recuerda que a través de Leadbelly, Burroughs y Cobain se puede trazar la otra historia del siglo XX.

                                                                                                                                El primer contacto de Cobain con el autor de "El almuerzo desnudo" había sido en la biblioteca de Aberdeen, cuando el primero era un adolescente marcado por la separación de sus padres, la mala relación con su madre y la desolación de su propia incomunicación. Burroughs, a diferencia de otros escritores, había resistido todas las pruebas del idealismo de Cobain, estaba a la altura de la misantropía y el nihilismo que marcaban su personalidad. Al referirse a los diarios de Kurt Cobain, Rocha apunta: "En última instancia, su autor perseguía cumplir la frase que Nietszche dejó escrita para que centenares de poetas, punks y enfants terribles la hicieran suya y se movieran al dictado de su ritmo: 'El que ha perdido el mundo quiere ganar su propio mundo".

                                                                                                                                En el encuentro Cobain-Burroughs nadie bebió, fumó o se drogó. Unos años antes, Burroughs había participado en una de las películas de la era grunge, "Drugstore cowboy" (1989), de Gus van Sant, interpretando a un personaje, apodado El Cura, a cuyo encuentro acude Matt Dillon, el protagonista, en busca de una respuesta sobre su destino. Hay cierto paralelismo entre ambos momentos. En la ficción, Burroughs responde: 'Mi predicción para un futuro próximo es que los derechistas usarán la histeria de las drogas como pretexto para crear un aparato policial internacional, pero ya soy un hombre viejo y puede que no viva lo suficiente para ver la solución final al problema de la droga'.

                                                                                                                                Pocos días antes de morir, en 1997, escribió la última entrada en su diario. "No hay nada. No hay sabiduría final ni experiencia reveladora; ninguna jodida cosa. No hay Santo Grial. No hay Satori definitivo ni solución final. Solo conflicto. La única cosa que puede resolver este conflicto es el amor. Amor puro. Lo que yo siento ahora y sentí siempre por mis gatos. ¿Amor? ¿Qué es eso? El calmante más natural para el dolor que existe. Amor". Su editor, James Grauerholz, aseguró que había muerto tranquilo y sereno. Al parecer, quería ser incinerado en Tánger y que luego esparcieran sus cenizas en Gibraltar. No hay Santo Grial. Solo un gato. Quizá Kurt Cobain no soportó la respuesta.
                                                                                                                                 

                                                                                                                                Por Elsa Fernández-Santos / El País de España.

                                                                                                                                Temas recomendados:

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