Depeche Mode y su segundo concierto en Colombia
Todas las preocupaciones se fueron bien lejos cuando empezaron a tocar "It’s no good" del álbum "Ultra", el disco con más presencia durante el recital de la banda inglesa. Desde ese momento el público se rindió ante los movimientos de Gahan.
Pedro Vergara
Lo que me encanta de este tipo de conciertos es que uno ve diferentes generaciones, canosos e imberbes, padres e hijos, “cuchos y pelados” aguantando cualquier adversidad climática, desde el inclemente sol de mediodía hasta la violenta brisa de la noche –con el temor eterno hacia la posibilidad de que llueva– para saltar, sudar y gozar un espectáculo de poco menos de dos horas.
Anoche, con el trío pionero del synth-pop, aquellos cuarentones-cincuentones volvieron a ser adolescentes raros e incomprendidos y los jóvenes de ahora pudieron encontrar su escape del cada vez más feroz reggaetón. Dave Gahan, Martin Gore y Andy Fletcher, respaldados por el percusionista Christian Eigner y Peter Gordeno, en los teclados, volvieron luego de nueve años de su debut para cachetearnos a todos, viejos y jóvenes, y reclamarnos que dónde está nuestra revolución, que estamos en contravía a cien por hora, dónde está nuestra indignación.
No, tampoco es que le sigan el juego a Roger Waters de ser un activista político intenso con algunas intervenciones musicales. Es que precisamente el Spirit, su más reciente trabajo discográfico que están promocionando con la gira, es quizá su trabajo más político hasta ahora. ¿Y qué mejor que promocionar el disco a vísperas de las elecciones presidenciales colombianas? No me malinterpreten, no estoy tratando de descubrir algún complot secreto de los ingleses. No soy como aquellos fanáticos de implantar miedos en mentes ajenas para ganar adeptos y crezca mi poder político.
¿O quizás Depeche Mode solo se estaba burlando de nosotros por ser un país con realidades sociales y políticas absurdas? A ver: apenas el escenario apagó sus luces para preparar a los asistentes, ellos mandaron por los parlantes Revolution de los Beatles, una canción explícitamente política que demanda cambios sin tener que recurrir a los mismos de siempre que están ahí arriba, decidiendo con odio, rencor y sobre todo con amor al dinero, el futuro de un pueblo. Luego sale la banda ante una estampida de aplausos y tocan Going Backwards, también del Spirit, y nos dice que literalmente estamos en contravía.
Todas estas preocupaciones se fueron bien lejos cuando empezaron a tocar It’s no good del Ultra, el disco con más presencia en el recital. Desde ese momento todos se rindieron ante los movimientos de Gahan. Se fueron mandando éxito tras éxito y cada vez más el público ansioso vibraba y gritaba con los puños en el cielo las letras de las canciones. Eso sí, lo triste es que no se vio mucha gente bailando desenfrenadamente, mas sí se vio un mar de pantallitas brillantes apuntadas hacia la banda. Había gente, y de eso soy testigo, que hasta explotó de la rabia por un grupo de jóvenes amantes de Depeche que saltaban y bailaban sin ninguna preocupación.
Quizás los colombianos somos así, medio aburridos y estáticos en los conciertos, pero nos la gozamos y gritamos todas las canciones.
¿Y qué decir cuando Martin tímidamente dejó su guitarra, se aproximó al centro del escenario y cantó Insight seguida de Home? ¿Cuántas personas no habrán llorado en ese momento?
Ya hacia el falso final la banda quería ver gente enloqueciendo, por lo que tocaron los temas más movidos de su repertorio –Everything counts, Never let me down y Enjoy the silence–. Era cuestión de tiempo. La banda se despidió pero el público se quedó inmóvil, pues ese viejo truco ya nos lo sabemos. Al cabo de unos minutos salen Peter y Martin. El teclista toca algunas notas para luego enloquecernos con la melodía de Strangelove. Sin duda alguna, fue una de las baladas mejor interpretadas en ese escenario. Al término de esta versión, sale el resto de la banda para despedirse con tres canciones más.
Ya que les dije lo bueno de este tipo de conciertos, ahora les diré lo malo. Al ser una banda tan legendaria, ellos pueden tocar seis horas seguidas… y aún así les faltarán canciones cruciales por tocar. ¿O qué pasó con Policy of truth? ¿Masters and servants? ¿People are people? ¿Las de su elepé debut Speak and spell que, en mi opinión, es su mejor disco? ¡Es que ni siqueira tocaron Just can’t get enough!
Por una noche inolvidable, mil y mil gracias a los de Essex, Inglaterra y a los representantes del new wave y post punk colombiano, Estados Alterados, por dar uno de los pocos shows de telonero que en verdad gustan en el público. Y de antemano, en el nombre de los que enloquecen en los conciertos, les pido mil disculpas por la frialdad del público que al parecer prefieren grabar medio concierto que saltar.
Lo que me encanta de este tipo de conciertos es que uno ve diferentes generaciones, canosos e imberbes, padres e hijos, “cuchos y pelados” aguantando cualquier adversidad climática, desde el inclemente sol de mediodía hasta la violenta brisa de la noche –con el temor eterno hacia la posibilidad de que llueva– para saltar, sudar y gozar un espectáculo de poco menos de dos horas.
Anoche, con el trío pionero del synth-pop, aquellos cuarentones-cincuentones volvieron a ser adolescentes raros e incomprendidos y los jóvenes de ahora pudieron encontrar su escape del cada vez más feroz reggaetón. Dave Gahan, Martin Gore y Andy Fletcher, respaldados por el percusionista Christian Eigner y Peter Gordeno, en los teclados, volvieron luego de nueve años de su debut para cachetearnos a todos, viejos y jóvenes, y reclamarnos que dónde está nuestra revolución, que estamos en contravía a cien por hora, dónde está nuestra indignación.
No, tampoco es que le sigan el juego a Roger Waters de ser un activista político intenso con algunas intervenciones musicales. Es que precisamente el Spirit, su más reciente trabajo discográfico que están promocionando con la gira, es quizá su trabajo más político hasta ahora. ¿Y qué mejor que promocionar el disco a vísperas de las elecciones presidenciales colombianas? No me malinterpreten, no estoy tratando de descubrir algún complot secreto de los ingleses. No soy como aquellos fanáticos de implantar miedos en mentes ajenas para ganar adeptos y crezca mi poder político.
¿O quizás Depeche Mode solo se estaba burlando de nosotros por ser un país con realidades sociales y políticas absurdas? A ver: apenas el escenario apagó sus luces para preparar a los asistentes, ellos mandaron por los parlantes Revolution de los Beatles, una canción explícitamente política que demanda cambios sin tener que recurrir a los mismos de siempre que están ahí arriba, decidiendo con odio, rencor y sobre todo con amor al dinero, el futuro de un pueblo. Luego sale la banda ante una estampida de aplausos y tocan Going Backwards, también del Spirit, y nos dice que literalmente estamos en contravía.
Todas estas preocupaciones se fueron bien lejos cuando empezaron a tocar It’s no good del Ultra, el disco con más presencia en el recital. Desde ese momento todos se rindieron ante los movimientos de Gahan. Se fueron mandando éxito tras éxito y cada vez más el público ansioso vibraba y gritaba con los puños en el cielo las letras de las canciones. Eso sí, lo triste es que no se vio mucha gente bailando desenfrenadamente, mas sí se vio un mar de pantallitas brillantes apuntadas hacia la banda. Había gente, y de eso soy testigo, que hasta explotó de la rabia por un grupo de jóvenes amantes de Depeche que saltaban y bailaban sin ninguna preocupación.
Quizás los colombianos somos así, medio aburridos y estáticos en los conciertos, pero nos la gozamos y gritamos todas las canciones.
¿Y qué decir cuando Martin tímidamente dejó su guitarra, se aproximó al centro del escenario y cantó Insight seguida de Home? ¿Cuántas personas no habrán llorado en ese momento?
Ya hacia el falso final la banda quería ver gente enloqueciendo, por lo que tocaron los temas más movidos de su repertorio –Everything counts, Never let me down y Enjoy the silence–. Era cuestión de tiempo. La banda se despidió pero el público se quedó inmóvil, pues ese viejo truco ya nos lo sabemos. Al cabo de unos minutos salen Peter y Martin. El teclista toca algunas notas para luego enloquecernos con la melodía de Strangelove. Sin duda alguna, fue una de las baladas mejor interpretadas en ese escenario. Al término de esta versión, sale el resto de la banda para despedirse con tres canciones más.
Ya que les dije lo bueno de este tipo de conciertos, ahora les diré lo malo. Al ser una banda tan legendaria, ellos pueden tocar seis horas seguidas… y aún así les faltarán canciones cruciales por tocar. ¿O qué pasó con Policy of truth? ¿Masters and servants? ¿People are people? ¿Las de su elepé debut Speak and spell que, en mi opinión, es su mejor disco? ¡Es que ni siqueira tocaron Just can’t get enough!
Por una noche inolvidable, mil y mil gracias a los de Essex, Inglaterra y a los representantes del new wave y post punk colombiano, Estados Alterados, por dar uno de los pocos shows de telonero que en verdad gustan en el público. Y de antemano, en el nombre de los que enloquecen en los conciertos, les pido mil disculpas por la frialdad del público que al parecer prefieren grabar medio concierto que saltar.