Diana Burco: una juglar del siglo XXI
La artista, que es compositora, intérprete del acordeón y cantante, acaba de publicar el sencillo “Alta Marea”, con el que sigue su exploración musical.
Giancarlo Calderón
“Me di un tiempo con él. Igual él va a volver, y yo nunca me voy a separar, pero sí quería darme ese espacio, ese respiro”. Así se refirió la cantante Diana Burco, en un tono desenfadado, a una relación muy importante, estrecha, no con una persona, sino con el instrumento musical que la ha acompañado a lo largo de su carrera artística: el acordeón. Ella contó, en entrevista con El Espectador, cómo “se convirtió no solo en mi compañero musical, sino que ha sido como un maestro que me ha enseñado a valorar y a amar otras culturas”.
Diana Burco, también compositora, es una consagrada estudiosa de la música, en dos sentidos. Uno literal, pues cursó la carrera de estudios musicales en la Universidad Javeriana, en Bogotá. Y, alterno a esto, se propuso vivir de cerca los fenómenos culturales que le permitieran enriquecer su conocimiento en esta materia.
“Me he dejado encontrar de muchas músicas que tiene el país. Creo que para nadie es un secreto la riqueza y el mar de música que tenemos. Ahora soy una estudiosa de los viajes, o una mochilera profesional, y me la paso yendo a los pueblos porque ahí encuentro mucha magia”.
Alta marea, su más reciente sencillo, fue una oportunidad ideal para que se diera esta separación temporal. Al respecto comentó: “Siento que hace tiempo quería encontrarme con la mujer: con el canto, con la voz de la cantadora que tenemos en el país. Venía encontrándome con el mar, y pienso que para todos este es un espacio donde se limpian muchas energías. Me encontré con él, y sentía que era un momento para quitarme el acordeón y dejarme flotar a través de la música y de mis propias emociones”.
“No tengas miedo muchacho / mi corazón es sincero. No tengas miedo muchacho / mi corazón es sincero. Pero el hombre de esta era / ¡qué pena me da! / el hombre de esta era / ¡qué pena me da!”. Así empieza Alta marea, compuesta por ella. Esta, sin duda, es otra faceta que hace de Burco una artista completa: la composición. Una de sus mayores obsesiones a nivel musical.
“Me he empeñado muchísimo en la composición. Hay un trabajo detrás de todo lo mío, y es ser compositora, me lo exijo constantemente, porque me parece que es muy importante empezar a generar esa voz de la mujer en la composición”. Y con respecto a esa pena, la que menciona en estos primeros versos, puntualizó: “Esta canción la hice a finales de 2019, estábamos en época de paro y me sentí aturdida, todos los días me levantaba, había mucha información, lo que me generó esa sensación de pena, me di la libertad de expresar ese dolor porque es muy humano sentirse decepcionado”.
Esta canción, por supuesto, tiene más que ese auténtico lamento por el hombre. Para Diana Burco era importante explorar otros terrenos creativos, ya que estaba dejando de lado al acordeón, que es el que marca en términos sonoros sus creaciones. Así que en este tema construyó otras sonoridades, otros acompañamientos instrumentales, con los que logró otro color musical.
Se establece, entre esa voz desnuda, una conversación con el piano y los tambores ancestrales: “Empecé a sentir qué era necesario. Con este sentir de las cantadoras creo que el tambor era el oportuno para esa comunicación, y sentía que el piano, a pesar de que realmente nunca lo había usado, era el que podía conectarnos con el mar y las olas, y ese tipo de sensaciones. Me encantaba esa sensibilidad que se le puede encontrar a ese instrumento. Hoy me siento muy feliz de haber llevado mi arte a un espacio diferente, eso me alegra, encontrarme en otro lugar”.
Para esta producción la artista contó con el trabajo del sello discográfico Somos más, una filial inglesa interesada en apoyar propuestas musicales provenientes de Latinoamérica. Sobre esto dijo: “Fue fundamental la libertad creativa que le dieron. Me sentí más libre que nunca. Con ellos (Somos más) me sentí más ligera, más libre de poder ser yo misma. Siento que este sello tiene muchas ganas de conocer a Latinoamérica y a Colombia, y tengo muchas ganas de contarle al mundo sobre estos lugares. De pronto el público, extrañado, dirá: ‘Esta es otra Diana’. Porque realmente estoy llevándolos a un lado B mío, pues venía con mi acordeón, con unos ritmos mucho más marcados”.
Diana Burco es una juglar contemporánea que, con su talento y mucha disciplina, se propuso desde muy temprano reunir el canto, la composición y la ejecución del acordeón. Un mérito profesional y artístico. Así lo definió: “Implica un trabajo triple que no todo el mundo se toma la tarea de hacer. Lo valoro mucho, pues fue una decisión muy consciente. Desde niña fui tomando esta decisión al darme cuenta de que no había mujeres en ese ámbito. Así comencé a trabajar en el acordeón, el canto y la composición. Y luego a juntarlos”.
Sin desconocer el trabajo que hacen otras agrupaciones en las que una pareja conformada por un cantante y un acordeonero son quienes representan un colectivo musical, ella coincide con la versión más clásica de este tipo de música, donde una misma persona canta (la mayoría composiciones propias) y ejecuta el acordeón.
“Me parece que cuando eres una juglar puedes trascender muchísimo más. La carencia de la voz femenina en la música vallenata no es la de la cantante, pues hay muchas talentosas, sino la de la compositora. Cuando uno escribe sus canciones empieza a trazar una historia, a darle al mundo lo que eres, a mostrar tus emociones”.
En su búsqueda creativa permanente quiso también que este nuevo álbum, próximo a lanzar, incluyera la idea de interpretar canciones en otros idiomas. Por ahora, en inglés, según dijo, pues considera que es primordial “contarle más al mundo a través de otros idiomas lo maravilloso que hay aquí, y pues estoy dispuesta a hacerlo”.
Una mirada a los inicios: una niña enamorada del acordeón
Diana Burco tiene un gusto por el vallenato tradicional. Y no titubea en mencionar a quien ella considera el primer responsable de que se alimentara desde muy pequeña con las melodías y letras de grandes exponentes de este genero musical: “Mi influencia mayor es mi papá. El me ponía vallenatos. Recuerdo que los domingos me ponía a Alfredo Gutiérrez, a Calixto Ochoa, a Alejo Durán. Es un parrandero natural, santandereano. Él me mostró toda esa música y creo que es por eso que me gusta todo lo viejo, porque él se empeñó en mostrármelo”. Con él viajó a muchos lugares vinculados a este folclor (Valledupar, El Paso-Cesar, Villanueva-La Guajira, entre otros) y con su apoyo pudo dar sus primeros pasos en una agrupación musical: “Los Niños del Vallenato fue un espacio súper importante, crucial, tal como lo fue tener de maestra a Rita Fernández, que es una juglar, y que fue realmente muy importante. Luego ya empecé, por medio de estos viajes, a identificar muy bien los sonidos del Cesar, los sonidos de La Guajira, también los de la Sabana y el Atlántico; he ido a todos esos mares a ‘nadar profundamente’, y puedo decir que a veces como colombianos nos estamos perdiendo de un tesoro que tenemos en todo este universo”.
“Diana Burco”, una entrada triunfal en la industria
Así, con su nombre y apellido, tituló su primer trabajo discográfico, lanzado en el 2018. Una producción independiente, donde se destacaron canciones como “Viejo amor del valle”, “Deja”, “Juan”, entre otras, y que le dio una nominación al premio Grammy. Esa vez compitió con reconocidos referentes del vallenato: Juan Piña, Silvestre Dangond, y Jean Carlos Centeno. Un logro que recuerda con gratitud: “Encontrarme al lado de estos artistas importantes, con disqueras grandes detrás, lo tomé con mucha alegría y como algo muy natural, pues creo que la música vuela por sí sola y termina siendo el lente más importante y maravilloso. Y agradezco mucho que me pasara de esa manera, porque eso me ha permitido llevar un camino en mi carrera muy tranquilo, y sin defraudarme”.
“Me di un tiempo con él. Igual él va a volver, y yo nunca me voy a separar, pero sí quería darme ese espacio, ese respiro”. Así se refirió la cantante Diana Burco, en un tono desenfadado, a una relación muy importante, estrecha, no con una persona, sino con el instrumento musical que la ha acompañado a lo largo de su carrera artística: el acordeón. Ella contó, en entrevista con El Espectador, cómo “se convirtió no solo en mi compañero musical, sino que ha sido como un maestro que me ha enseñado a valorar y a amar otras culturas”.
Diana Burco, también compositora, es una consagrada estudiosa de la música, en dos sentidos. Uno literal, pues cursó la carrera de estudios musicales en la Universidad Javeriana, en Bogotá. Y, alterno a esto, se propuso vivir de cerca los fenómenos culturales que le permitieran enriquecer su conocimiento en esta materia.
“Me he dejado encontrar de muchas músicas que tiene el país. Creo que para nadie es un secreto la riqueza y el mar de música que tenemos. Ahora soy una estudiosa de los viajes, o una mochilera profesional, y me la paso yendo a los pueblos porque ahí encuentro mucha magia”.
Alta marea, su más reciente sencillo, fue una oportunidad ideal para que se diera esta separación temporal. Al respecto comentó: “Siento que hace tiempo quería encontrarme con la mujer: con el canto, con la voz de la cantadora que tenemos en el país. Venía encontrándome con el mar, y pienso que para todos este es un espacio donde se limpian muchas energías. Me encontré con él, y sentía que era un momento para quitarme el acordeón y dejarme flotar a través de la música y de mis propias emociones”.
“No tengas miedo muchacho / mi corazón es sincero. No tengas miedo muchacho / mi corazón es sincero. Pero el hombre de esta era / ¡qué pena me da! / el hombre de esta era / ¡qué pena me da!”. Así empieza Alta marea, compuesta por ella. Esta, sin duda, es otra faceta que hace de Burco una artista completa: la composición. Una de sus mayores obsesiones a nivel musical.
“Me he empeñado muchísimo en la composición. Hay un trabajo detrás de todo lo mío, y es ser compositora, me lo exijo constantemente, porque me parece que es muy importante empezar a generar esa voz de la mujer en la composición”. Y con respecto a esa pena, la que menciona en estos primeros versos, puntualizó: “Esta canción la hice a finales de 2019, estábamos en época de paro y me sentí aturdida, todos los días me levantaba, había mucha información, lo que me generó esa sensación de pena, me di la libertad de expresar ese dolor porque es muy humano sentirse decepcionado”.
Esta canción, por supuesto, tiene más que ese auténtico lamento por el hombre. Para Diana Burco era importante explorar otros terrenos creativos, ya que estaba dejando de lado al acordeón, que es el que marca en términos sonoros sus creaciones. Así que en este tema construyó otras sonoridades, otros acompañamientos instrumentales, con los que logró otro color musical.
Se establece, entre esa voz desnuda, una conversación con el piano y los tambores ancestrales: “Empecé a sentir qué era necesario. Con este sentir de las cantadoras creo que el tambor era el oportuno para esa comunicación, y sentía que el piano, a pesar de que realmente nunca lo había usado, era el que podía conectarnos con el mar y las olas, y ese tipo de sensaciones. Me encantaba esa sensibilidad que se le puede encontrar a ese instrumento. Hoy me siento muy feliz de haber llevado mi arte a un espacio diferente, eso me alegra, encontrarme en otro lugar”.
Para esta producción la artista contó con el trabajo del sello discográfico Somos más, una filial inglesa interesada en apoyar propuestas musicales provenientes de Latinoamérica. Sobre esto dijo: “Fue fundamental la libertad creativa que le dieron. Me sentí más libre que nunca. Con ellos (Somos más) me sentí más ligera, más libre de poder ser yo misma. Siento que este sello tiene muchas ganas de conocer a Latinoamérica y a Colombia, y tengo muchas ganas de contarle al mundo sobre estos lugares. De pronto el público, extrañado, dirá: ‘Esta es otra Diana’. Porque realmente estoy llevándolos a un lado B mío, pues venía con mi acordeón, con unos ritmos mucho más marcados”.
Diana Burco es una juglar contemporánea que, con su talento y mucha disciplina, se propuso desde muy temprano reunir el canto, la composición y la ejecución del acordeón. Un mérito profesional y artístico. Así lo definió: “Implica un trabajo triple que no todo el mundo se toma la tarea de hacer. Lo valoro mucho, pues fue una decisión muy consciente. Desde niña fui tomando esta decisión al darme cuenta de que no había mujeres en ese ámbito. Así comencé a trabajar en el acordeón, el canto y la composición. Y luego a juntarlos”.
Sin desconocer el trabajo que hacen otras agrupaciones en las que una pareja conformada por un cantante y un acordeonero son quienes representan un colectivo musical, ella coincide con la versión más clásica de este tipo de música, donde una misma persona canta (la mayoría composiciones propias) y ejecuta el acordeón.
“Me parece que cuando eres una juglar puedes trascender muchísimo más. La carencia de la voz femenina en la música vallenata no es la de la cantante, pues hay muchas talentosas, sino la de la compositora. Cuando uno escribe sus canciones empieza a trazar una historia, a darle al mundo lo que eres, a mostrar tus emociones”.
En su búsqueda creativa permanente quiso también que este nuevo álbum, próximo a lanzar, incluyera la idea de interpretar canciones en otros idiomas. Por ahora, en inglés, según dijo, pues considera que es primordial “contarle más al mundo a través de otros idiomas lo maravilloso que hay aquí, y pues estoy dispuesta a hacerlo”.
Una mirada a los inicios: una niña enamorada del acordeón
Diana Burco tiene un gusto por el vallenato tradicional. Y no titubea en mencionar a quien ella considera el primer responsable de que se alimentara desde muy pequeña con las melodías y letras de grandes exponentes de este genero musical: “Mi influencia mayor es mi papá. El me ponía vallenatos. Recuerdo que los domingos me ponía a Alfredo Gutiérrez, a Calixto Ochoa, a Alejo Durán. Es un parrandero natural, santandereano. Él me mostró toda esa música y creo que es por eso que me gusta todo lo viejo, porque él se empeñó en mostrármelo”. Con él viajó a muchos lugares vinculados a este folclor (Valledupar, El Paso-Cesar, Villanueva-La Guajira, entre otros) y con su apoyo pudo dar sus primeros pasos en una agrupación musical: “Los Niños del Vallenato fue un espacio súper importante, crucial, tal como lo fue tener de maestra a Rita Fernández, que es una juglar, y que fue realmente muy importante. Luego ya empecé, por medio de estos viajes, a identificar muy bien los sonidos del Cesar, los sonidos de La Guajira, también los de la Sabana y el Atlántico; he ido a todos esos mares a ‘nadar profundamente’, y puedo decir que a veces como colombianos nos estamos perdiendo de un tesoro que tenemos en todo este universo”.
“Diana Burco”, una entrada triunfal en la industria
Así, con su nombre y apellido, tituló su primer trabajo discográfico, lanzado en el 2018. Una producción independiente, donde se destacaron canciones como “Viejo amor del valle”, “Deja”, “Juan”, entre otras, y que le dio una nominación al premio Grammy. Esa vez compitió con reconocidos referentes del vallenato: Juan Piña, Silvestre Dangond, y Jean Carlos Centeno. Un logro que recuerda con gratitud: “Encontrarme al lado de estos artistas importantes, con disqueras grandes detrás, lo tomé con mucha alegría y como algo muy natural, pues creo que la música vuela por sí sola y termina siendo el lente más importante y maravilloso. Y agradezco mucho que me pasara de esa manera, porque eso me ha permitido llevar un camino en mi carrera muy tranquilo, y sin defraudarme”.