Discos Fuentes: 85 años siendo la memoria tropical colombiana
El sello discográfico creado en Cartagena en 1934 por Antonio Fuentes tiene un catálogo envidiable por el que desfilan algunas de las voces más memorables de la música del país.Los “14 cañonazos bailables” siguen siendo un producto estrella.
Juan Carlos Piedrahíta B.
Discos Fuentes no es un sello discográfico, es una forma de sobrevivir aferrado a la música. La firma, creada el 28 de octubre de 1934, se ha puesto el atuendo guerrero en varias oportunidades y ha librado batallas contra diversos estilos foráneos que han llegado para quedarse, sin desplazar al sonido propio.
Desde la ventana y con el oído bien certero, Antonio Fuentes vio cómo el formato de las big bands se imponía en el universo, fue testigo de la consolidación del rock y supo de primera mano que la salsa se expandía desde Nueva York con la fuerza de un inmigrante y el carácter adaptable del latino.
Antonio, hijo de José María Fuentes, hombre de la industria farmacéutica en Colombia, siempre supo que su labor no estaría relacionada con su legado familiar, sino que él estaba en el planeta para abrirse camino en un espectro poco explorado, como la grabación fonográfica.
“Don Antonio sembró una semilla y, sin darles la espalda a los fenómenos culturales ni a las tecnologías, hizo lo posible por hacerse a un nombre, y lo más valioso es que abrió camino sin mirar atrás”, dice Ángel Villanueva, gerente artístico del sello y quien desde niño y de la mano de su padre, Isaac Villanueva Mendoza, recorría los rincones de la empresa desempeñando en juego el rol que años después asumiría muy en serio.
El antecedente más importante de la gestación del sello fue la emisora de los Laboratorios Fuentes, la empresa familiar. En un viaje por Estados Unidos, Antonio Fuentes, en lugar de dedicarse a recorrer empresas farmacéuticas, se adentró en los estudios de grabación y en las emisoras. De ese viaje trajo la idea de reforzar un canal incipiente de comunicación que funcionó entre 1932 y 1934.
“Desde 1934 podemos decir que uno de los grandes aportes desde Discos Fuentes es que se logró redefinir el género tropical, lo que en algún momento se empezó a llamar de manera despectiva chucuchucu o la raspa. Ahí me pongo a pensar que somos un patrimonio”, cuenta Tony Peñarredonda, gerente general de la compañía, quien se sigue sorprendiendo al saber que una emisora en Eslovenia dedica una hora semanal al catálogo de Discos Fuentes.
La firma se sumó a la modernidad sin olvidar su esencia, y lo sigue haciendo. De las grandes bodegas quedan algunos anaqueles con cintas magnéticas que hoy, en pleno siglo XXI, se someten a procesos de digitalización interesantes para seguir imponiendo su sonido.
Piezas de Los Corraleros de Majagual, obras de Lucho Bermúdez y descargas de La Sonora Dinamita hacen parte de los 60.000 fonogramas del catálogo de la empresa que hoy reposan en cintas, acetatos, DAT, CD y en una parte importante de las teras de unos discos duros custodiados y valorados, según los directivos, más por fuera que dentro de Colombia.
Ángel Villanueva y Tony Peñarredonda se sienten orgullosos de portar la camiseta de una firma que se ha dedicado a la divulgación de la música en Colombia. Ambos rescatan todos los sellos filiales de Discos Fuentes, pero están absolutamente convencidos de que pocos nombres generan tanta recordación como los 14 cañonazos bailables, uno de los productos consentidos de la compañía.
El mercado no estaba acostumbrado a recibir discos variados y ese fue uno de los logros de Antonio Fuentes, quien vio en los registros compilados un potencial inmenso por explorar. Hoy, esa exploración lleva 59 volúmenes marcando el final de una temporada y el comienzo del año siguiente.
“Somos el sello latinoamericano independiente más grande del mundo”, dicen con convencimiento Peñarredonda y Villanueva, sabiendo también que trabajan al lado de Calixto Ochoa, Alejo Durán, Gustavo El Loco Quintero y Rodolfo Aicardi, entre muchas otras figuras inmortales del sonido latino. Discos Fuentes, a los 85 años recién cumplidos, sigue renovándose, crece en intencionalidades y se fortalece como la memoria tropical de Colombia.
Discos Fuentes no es un sello discográfico, es una forma de sobrevivir aferrado a la música. La firma, creada el 28 de octubre de 1934, se ha puesto el atuendo guerrero en varias oportunidades y ha librado batallas contra diversos estilos foráneos que han llegado para quedarse, sin desplazar al sonido propio.
Desde la ventana y con el oído bien certero, Antonio Fuentes vio cómo el formato de las big bands se imponía en el universo, fue testigo de la consolidación del rock y supo de primera mano que la salsa se expandía desde Nueva York con la fuerza de un inmigrante y el carácter adaptable del latino.
Antonio, hijo de José María Fuentes, hombre de la industria farmacéutica en Colombia, siempre supo que su labor no estaría relacionada con su legado familiar, sino que él estaba en el planeta para abrirse camino en un espectro poco explorado, como la grabación fonográfica.
“Don Antonio sembró una semilla y, sin darles la espalda a los fenómenos culturales ni a las tecnologías, hizo lo posible por hacerse a un nombre, y lo más valioso es que abrió camino sin mirar atrás”, dice Ángel Villanueva, gerente artístico del sello y quien desde niño y de la mano de su padre, Isaac Villanueva Mendoza, recorría los rincones de la empresa desempeñando en juego el rol que años después asumiría muy en serio.
El antecedente más importante de la gestación del sello fue la emisora de los Laboratorios Fuentes, la empresa familiar. En un viaje por Estados Unidos, Antonio Fuentes, en lugar de dedicarse a recorrer empresas farmacéuticas, se adentró en los estudios de grabación y en las emisoras. De ese viaje trajo la idea de reforzar un canal incipiente de comunicación que funcionó entre 1932 y 1934.
“Desde 1934 podemos decir que uno de los grandes aportes desde Discos Fuentes es que se logró redefinir el género tropical, lo que en algún momento se empezó a llamar de manera despectiva chucuchucu o la raspa. Ahí me pongo a pensar que somos un patrimonio”, cuenta Tony Peñarredonda, gerente general de la compañía, quien se sigue sorprendiendo al saber que una emisora en Eslovenia dedica una hora semanal al catálogo de Discos Fuentes.
La firma se sumó a la modernidad sin olvidar su esencia, y lo sigue haciendo. De las grandes bodegas quedan algunos anaqueles con cintas magnéticas que hoy, en pleno siglo XXI, se someten a procesos de digitalización interesantes para seguir imponiendo su sonido.
Piezas de Los Corraleros de Majagual, obras de Lucho Bermúdez y descargas de La Sonora Dinamita hacen parte de los 60.000 fonogramas del catálogo de la empresa que hoy reposan en cintas, acetatos, DAT, CD y en una parte importante de las teras de unos discos duros custodiados y valorados, según los directivos, más por fuera que dentro de Colombia.
Ángel Villanueva y Tony Peñarredonda se sienten orgullosos de portar la camiseta de una firma que se ha dedicado a la divulgación de la música en Colombia. Ambos rescatan todos los sellos filiales de Discos Fuentes, pero están absolutamente convencidos de que pocos nombres generan tanta recordación como los 14 cañonazos bailables, uno de los productos consentidos de la compañía.
El mercado no estaba acostumbrado a recibir discos variados y ese fue uno de los logros de Antonio Fuentes, quien vio en los registros compilados un potencial inmenso por explorar. Hoy, esa exploración lleva 59 volúmenes marcando el final de una temporada y el comienzo del año siguiente.
“Somos el sello latinoamericano independiente más grande del mundo”, dicen con convencimiento Peñarredonda y Villanueva, sabiendo también que trabajan al lado de Calixto Ochoa, Alejo Durán, Gustavo El Loco Quintero y Rodolfo Aicardi, entre muchas otras figuras inmortales del sonido latino. Discos Fuentes, a los 85 años recién cumplidos, sigue renovándose, crece en intencionalidades y se fortalece como la memoria tropical de Colombia.