Egidio Cuadrado quería vivir hasta los 150 años tocando el acordeón
El rey vallenato de 1985 le puso la música de acordeón al “Rock de mi pueblo”, el álbum que rompió los paradigmas del vallenato.
Joseph Casañas Angulo
Después de salvarse de morir por covid, Egidio Cuadrado se inventó un cuento. Decía que cuando golpeó las puertas del cielo tuvo una charla con San Pedro.
-Compadre, dígale a su jefe que aquí está Egidio Cuadrado. Acordeonero de Colombia, el que trabaja con Carlos Vives. Pregúntele que cuándo me voy a morir.
San Pedro hizo la tarea. Pidió una audiencia con el barbado y volvió al rato.
-Compadre Egidio, manda a decir el jefe que todavía no es su hora. Que se muera cuando usted quiera.
Egidio Cuadrado Hinojosa planeaba morirse a los 150 años. No cumplió. El músico falleció ayer en la Clínica Colombia de Bogotá, a los 71 años. En ese centro médico estuvo en la unidad de cuidados intensivos desde el pasado 18 de octubre como consecuencia de un cuadro de neumonía.
Lo que vivirá 150 años o más será su música. Esa que les interpretó a ministros, reyes y presidentes durante más de 60 años. Cuadrado, quien era poco pretencioso, era consciente de lo que generaba con los sonidos que salían del instrumento que apoyaba en su corazón. “Si no se hubiera muerto Michael Jackson, hubiera grabado con él”, dijo alguna vez.
El destino no dejó que el rey vallenato de 1985 cruzara sus destinos con el rey del pop; sin embargo, no fue necesaria tal cita para que el acordeonero que nació en Villanueva, La Guajira, en 1953, se convirtiera en una suerte de rockstar de dos mundos. El del folclor vallenato, tan arraigado, convencido y orgulloso de sus tradiciones, y el del mainstream, tan camaleónico, voraz e implacable. Cuadrado rompió esos techos de cristal.
“Su conocimiento sobre el pasado de la música vallenata le permitió con su acordeón bendito poner en presente las liras y los bajos de nuestro movimiento artístico. Se fue con sus acordeones a tocar toda esa musicalidad al infinito. Se marchó un hombre sencillo y noble. Nunca dijo ser el mejor ni tocaba su instrumento para ganarles a los de su profesión. Su sentido musical terminaba generando una supremacía que se percibía cada vez que se ponía el acordeón al pecho y acompañaba a Carlos Vives, su hermano de lucha musical”, afirmó Félix Carrillo Hinojosa, gestor cultural y primo del acordeonero.
Es difícil hablar de Egidio Cuadrado sin hacer referencia a Carlos Vives. La compositora y arreglista Josefina Severino, quien conformó la agrupación vallenata que le puso la música a “Escalona” (1991), la serie de televisión protagonizada por Carlos Vives y Florina Lemaitre, que recreó la vida y obra del cantautor vallenato Rafael Escalona, cuenta que “meter en cintura a Egidio fue difícil”, pues el Egidio de aquel entonces, que cinco años atrás se había coronado rey vallenato, “era cuadriculado”.
Había razones para ser testarudo. Tocar el ‘arrugado’ le costó, además de mucho esfuerzo, algunos soplamocos de su hermano Hugues, quien cuando se iba a la sierra dejaba guardado como un tesoro su acordeón de dos hileras. Egidio burlaba la seguridad y sin instrucción alguna imaginaba enfrentar al diablo.
“Mientras escuchaba la radio que ponía música vallenata, él se parapetaba a la usanza de un juglar y empezaba su sonsonete de siempre. Así aprendió a repetir las melodías hasta el cansancio de ‘La múcura’, ‘La piña madura’ y ‘Así soy yo’”, cuenta Félix Carrillo Hinojosa.
Sin embargo, no siempre pudo tomar prestado el acordeón de su hermano mayor, por eso muchas veces fabricó el suyo. Con hojas de papel, una cabuya de plátano y unos rotos que le hacía al papel, fantaseó ser Francisco El hombre.
Así, medio a escondidas y medio con golpes, aprendió los aires del vallenato. Por eso no fue fácil que aceptara que el peseo podía convivir con una guitarra eléctrica, o el merengue con una batería. No obstante, tuvo la inteligencia y el talento para ponerle música de acordeón al “Rock de mi pueblo” (2004), el álbum que rompió los paradigmas del vallenato en el mundo.
“Él, con el tiempo, entendió que así como llegó el acordeón, también llegaban con nosotros la guitarra eléctrica, la batería, unas nuevas formas de poner los teclados y tocar las guitarras”, le dijo Carlos Vives a “Los Informantes” hace un par de años.
La ternura la acompañó con una apertura mental tan grande como la hamaca de Adolfo Pacheco.
“En mi pueblo me decían: ¿cómo va a ser posible? Esa es una falta de respeto para la música vallenata. Haga vallenato con alguien que sepa, no con ese mechudo. Solo les decía, ¿y es que él va a cantar con el pelo?”.
Y Vives no cantó con el pelo, pero Egidio sí tocó con el corazón. Aprendió a tocar ese instrumento mucho antes que aprender a hablar.
“Todas sus conquistas artísticas nos llevan a mirar hacia el 26 de febrero de 1953, cuando la vida de Cristina Hinojosa estaba en peligro y fue llevada de urgencia al hospital de Villanueva. Los médicos determinaron que el tifo en grado extremo que padecía ponía en riesgo ambas vidas. Los especialistas estaban en la disyuntiva de salvarla a ella y no al bebé. Al final, corrieron el riesgo de salvarlos a los dos. La fragilidad del recién nacido y el tratamiento al que fue sometida hicieron de la madre y el hijo una sola vida”, agrega Carrillo Hinojosa.
Aunque no se hizo célebre por sus composiciones, algunas canciones tuvo en su repertorio Egidio Cuadrado. Una de ellas, “Me estoy volviendo rockero”, se la dedicó a los malquerientes. A aquellos que no aceptaron nunca que un rey vallenato se juntara con plebeyos.
“Que me estoy volviendo rockero, muchas personas me dicen, la culpa es de Carlos Vives que me está descomponiendo”.
A Egidio Cuadrado el covid no lo mató, aunque le dejó el aliento corto. La vida de villanuevero que le gustaba la malanga con bocachico se alargó por culpa del acordeón. Por sus aires. Vaya paradoja.
“Ese, el acordeón, es mi desayuno, mi almuerzo y mi cena. Es mi vida. Sin él sería imposible vivir”.
Después de salvarse de morir por covid, Egidio Cuadrado se inventó un cuento. Decía que cuando golpeó las puertas del cielo tuvo una charla con San Pedro.
-Compadre, dígale a su jefe que aquí está Egidio Cuadrado. Acordeonero de Colombia, el que trabaja con Carlos Vives. Pregúntele que cuándo me voy a morir.
San Pedro hizo la tarea. Pidió una audiencia con el barbado y volvió al rato.
-Compadre Egidio, manda a decir el jefe que todavía no es su hora. Que se muera cuando usted quiera.
Egidio Cuadrado Hinojosa planeaba morirse a los 150 años. No cumplió. El músico falleció ayer en la Clínica Colombia de Bogotá, a los 71 años. En ese centro médico estuvo en la unidad de cuidados intensivos desde el pasado 18 de octubre como consecuencia de un cuadro de neumonía.
Lo que vivirá 150 años o más será su música. Esa que les interpretó a ministros, reyes y presidentes durante más de 60 años. Cuadrado, quien era poco pretencioso, era consciente de lo que generaba con los sonidos que salían del instrumento que apoyaba en su corazón. “Si no se hubiera muerto Michael Jackson, hubiera grabado con él”, dijo alguna vez.
El destino no dejó que el rey vallenato de 1985 cruzara sus destinos con el rey del pop; sin embargo, no fue necesaria tal cita para que el acordeonero que nació en Villanueva, La Guajira, en 1953, se convirtiera en una suerte de rockstar de dos mundos. El del folclor vallenato, tan arraigado, convencido y orgulloso de sus tradiciones, y el del mainstream, tan camaleónico, voraz e implacable. Cuadrado rompió esos techos de cristal.
“Su conocimiento sobre el pasado de la música vallenata le permitió con su acordeón bendito poner en presente las liras y los bajos de nuestro movimiento artístico. Se fue con sus acordeones a tocar toda esa musicalidad al infinito. Se marchó un hombre sencillo y noble. Nunca dijo ser el mejor ni tocaba su instrumento para ganarles a los de su profesión. Su sentido musical terminaba generando una supremacía que se percibía cada vez que se ponía el acordeón al pecho y acompañaba a Carlos Vives, su hermano de lucha musical”, afirmó Félix Carrillo Hinojosa, gestor cultural y primo del acordeonero.
Es difícil hablar de Egidio Cuadrado sin hacer referencia a Carlos Vives. La compositora y arreglista Josefina Severino, quien conformó la agrupación vallenata que le puso la música a “Escalona” (1991), la serie de televisión protagonizada por Carlos Vives y Florina Lemaitre, que recreó la vida y obra del cantautor vallenato Rafael Escalona, cuenta que “meter en cintura a Egidio fue difícil”, pues el Egidio de aquel entonces, que cinco años atrás se había coronado rey vallenato, “era cuadriculado”.
Había razones para ser testarudo. Tocar el ‘arrugado’ le costó, además de mucho esfuerzo, algunos soplamocos de su hermano Hugues, quien cuando se iba a la sierra dejaba guardado como un tesoro su acordeón de dos hileras. Egidio burlaba la seguridad y sin instrucción alguna imaginaba enfrentar al diablo.
“Mientras escuchaba la radio que ponía música vallenata, él se parapetaba a la usanza de un juglar y empezaba su sonsonete de siempre. Así aprendió a repetir las melodías hasta el cansancio de ‘La múcura’, ‘La piña madura’ y ‘Así soy yo’”, cuenta Félix Carrillo Hinojosa.
Sin embargo, no siempre pudo tomar prestado el acordeón de su hermano mayor, por eso muchas veces fabricó el suyo. Con hojas de papel, una cabuya de plátano y unos rotos que le hacía al papel, fantaseó ser Francisco El hombre.
Así, medio a escondidas y medio con golpes, aprendió los aires del vallenato. Por eso no fue fácil que aceptara que el peseo podía convivir con una guitarra eléctrica, o el merengue con una batería. No obstante, tuvo la inteligencia y el talento para ponerle música de acordeón al “Rock de mi pueblo” (2004), el álbum que rompió los paradigmas del vallenato en el mundo.
“Él, con el tiempo, entendió que así como llegó el acordeón, también llegaban con nosotros la guitarra eléctrica, la batería, unas nuevas formas de poner los teclados y tocar las guitarras”, le dijo Carlos Vives a “Los Informantes” hace un par de años.
La ternura la acompañó con una apertura mental tan grande como la hamaca de Adolfo Pacheco.
“En mi pueblo me decían: ¿cómo va a ser posible? Esa es una falta de respeto para la música vallenata. Haga vallenato con alguien que sepa, no con ese mechudo. Solo les decía, ¿y es que él va a cantar con el pelo?”.
Y Vives no cantó con el pelo, pero Egidio sí tocó con el corazón. Aprendió a tocar ese instrumento mucho antes que aprender a hablar.
“Todas sus conquistas artísticas nos llevan a mirar hacia el 26 de febrero de 1953, cuando la vida de Cristina Hinojosa estaba en peligro y fue llevada de urgencia al hospital de Villanueva. Los médicos determinaron que el tifo en grado extremo que padecía ponía en riesgo ambas vidas. Los especialistas estaban en la disyuntiva de salvarla a ella y no al bebé. Al final, corrieron el riesgo de salvarlos a los dos. La fragilidad del recién nacido y el tratamiento al que fue sometida hicieron de la madre y el hijo una sola vida”, agrega Carrillo Hinojosa.
Aunque no se hizo célebre por sus composiciones, algunas canciones tuvo en su repertorio Egidio Cuadrado. Una de ellas, “Me estoy volviendo rockero”, se la dedicó a los malquerientes. A aquellos que no aceptaron nunca que un rey vallenato se juntara con plebeyos.
“Que me estoy volviendo rockero, muchas personas me dicen, la culpa es de Carlos Vives que me está descomponiendo”.
A Egidio Cuadrado el covid no lo mató, aunque le dejó el aliento corto. La vida de villanuevero que le gustaba la malanga con bocachico se alargó por culpa del acordeón. Por sus aires. Vaya paradoja.
“Ese, el acordeón, es mi desayuno, mi almuerzo y mi cena. Es mi vida. Sin él sería imposible vivir”.