Éibar Gutiérrez, un juglar urbano
Canta con el acordeón pegado al pecho como lo hacían los viejos juglares. Además, es compositor, productor y actor. Tiene una academia de vallenato en Bogotá.
Por: Andrea Barraza Cabana*
La costumbre de tocar el acordeón y cantar al tiempo, propia de los juglares que antaño viajaban de pueblo en pueblo entonando sus canciones con el acordeón al pecho, se ha ido perdiendo. Éibar Gutiérrez es quizá uno de los últimos que lucha por conservar esta tradición.
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La costumbre de tocar el acordeón y cantar al tiempo, propia de los juglares que antaño viajaban de pueblo en pueblo entonando sus canciones con el acordeón al pecho, se ha ido perdiendo. Éibar Gutiérrez es quizá uno de los últimos que lucha por conservar esta tradición.
Fue la misma Consuelo Araújo, en la tarima de la plaza Alfonso López durante un festival vallenato, quien le dijo a Éibar que nunca dejara de cantar y tocar porque así se mantenía vivo el vallenato.
Pensando en mantener ese vallenato tradicional lanzó un nuevo EP con dos canciones Baila conmigo y Quién. El primero es un sonido más moderno con una melodía pegajosa y bailable, mientras que la segunda conserva los matices de un aire de son más tradicional.
Quien – Éibar Gutiérrez
Nació un cantor
Nacer en Valledupar lo ubicó geográficamente para estar destinado a la música. Creció con un acordeón, la guitarra, la caja y la guacharaca siempre cerca. Su papá, Rafael Gutiérrez Mojica, fue un amante de la música, compositor, acordeonero y guitarrista; aunque no fue su profesión, sus composiciones pasaron por un estudio de grabación de la mano de Andrés ‘El Turco Gil´.
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Éibar no guarda en su memoria la primera vez que tocó un acordeón. Dice que en su casa siempre hubo instrumentos y desde muy pequeño su papá se esmeró en la formación de cada uno de ellos. Más adelante la educación académica la recibió en la escuela de El Turco Gil.
El sentimiento por la música marcó el rumbo de su vida. Sin embargo, su mamá, Francisca Barranco, no deseaba para su hijo la suerte de un músico. Lo mandó a estudiar arquitectura a la Universidad Jorge Tadeo Lozano en Cartagena y le prohibió que siquiera mencionara que podía tocar el acordeón.
Una vez entregó a sus padres su título profesional, se dedicó con libertad a la música. En el año 2000 se presentó al Festival Vallenato y quedó de virrey en la categoría aficionado. Ese título lo dio a conocer en el medio y le abrió las puertas para grabar su primer disco: Eterno abril con la disquera venezolana Lideres Entertainment.
La Puya no es Buya – Éibar Gutiérrez
Con la misma disquera grabó su segunda producción discográfica, Más caribe (2002). Posteriormente grabó Juglar Urbano (2004), Siempre (2007), Ojalá (2009); Vallenatos Juglares y maestros (2012), en la que estuvieron invitados Alfredo Gutiérrez, Pablo López, Beto Jamaica, Ciro y Álvaro Meza, grandes acordeoneros y reyes vallenatos; De la tempestad a la calma (2014), Tambores a soná (2016); y Te amo señor (2019) con la colaboración de Moisés Angulo y Gio de Pescao vivo.
El camino que inició hace 23 años no ha sido fácil. Con nostalgia recuerda cuando llegó a Bogotá en busca de una oportunidad.
“Dure más de tres meses buscando una disquera. Yo hacía una lista de una hoja en un cuaderno y todos los días iba y las visitaba. Me cerraron puertas, me decían aquí no hacemos vallenatos, no estamos interesados. Otras me decían sí me gusta, pero ven mañana”.
Faceta de actor
Nunca se lo imaginó, pero la vida tiene caminos inusuales que lo llevaron a la actuación. En el 2010, Caracol lo contrató para hacer la música de la telenovela Tierra de Cantores, y el director Juan Camilo Pinzón le pidió que asistiera a las grabaciones para trabajar de la mano de los actores. Así fue como terminó haciendo casting y actuando.
De ahí en adelante ha participado en todas (o casi todas) las telenovelas colombianas relacionadas con la música vallenata. Interpretó a Juancho Rois en “Diomedes, el cacique de ja Junta”; a Emilio Oviedo en “El Ídolo”, la telenovela en honor a Rafael Orozco. A Alejo Durán en “La Cacica”, telenovela en honor a Consuelo Araújo; al comandante Oviedo en “Los Morales”. A Omar Geles en “Tarde lo conocí”, la bionovela de Patricia Teherán y en 2020 personificó a Elver Díaz en “El hijo del cacique”, telenovela dedicada a Martín Elías.
Jocosamente dice que todo es obra de su maestro Ramsés Ramos, que hace lo imposible para ponerlo en todas las telenovelas vallenatas.
Un abanderado en defensa del vallenato
Éibar Gutiérrez se declaró abiertamente defensor del vallenato tradicional. En sus canciones, en cada escenario, con cada micrófono, da cátedra de los grandes maestros que hicieron posible que hoy Valledupar sea conocido internacionalmente.
“Si a Valledupar Dios no le hubiera dado la música de pronto ni existiera esa ciudad, nosotros no éramos grandes por nada. Hoy por hoy todo, su economía, su sociedad y su idiosincrasia giran en torno a la música y es por lo que nos conocen en el mundo entero”.
Parranda en el Valle – Éibar Gutiérrez
Su labor lo ha llevado a involucrarse en otros proyectos paralelos a la música. A dirigir el musical Ayer, Hoy y siempre, una oda al vallenato donde se incluyo al maestro Alfredo Gutiérrez. “La idea es en una próxima temporada volver epicentro de la obra a otro de los maestros vivos”.
Protagoniza la obra de teatro Los recuerdos de ella, escrita por Víctor Hugo Ruiz, una comedia que cuenta cómo nació el folclor vallenato. Además, produjo la serie documental Al rescate del vallenato auténtico, donde entrevistó a 7 juglares.
Desde hace 11 años tiene una escuela de música en Bogotá, llamada Casa musical, donde ha formado a niños y jóvenes en el acordeón. Algunos de ellos gozan de distinción en el extranjero.
Por ahora, su sueño por cumplir es convertirse en Rey Vallenato. “En un par de años que pueda sacar el tiempo para estudiar y prepararme para presentarme al festival como se debe, voy a ir a Valledupar y a ganarme esa vaina”.
Éibar no anda en burro de pueblo en pueblo y a pie descalzo llevando noticias con su acordeón, como lo hicieron los grandes juglares. Vive en Bogotá, aprovecha los trancones de la ciudad para componer, viaja en avión, graba sus composiciones con la grabadora de su celular y aparece frecuentemente en televisión. Pero, aun así, es un enamorado de su tierra, del folclor, de su acordeón y su guitarra. Compone con sentimiento y canta sintiendo el peso del acordeón en su pecho, simple y sencillamente porque es la única manera que conoce de vivir. Todo un juglar.
*De la Fundación Color de Colombia.