El ADN combativo del reguetón puertorriqueño

Parecía imposible, impensable, que este género tantas veces tachado de elemental, vulgar y superficial terminara marcando el ritmo de las protestas que se tomaron las calles de Puerto Rico y marcaron la renuncia del exgobernador Ricardo Rosselló.

Sara Kapkin
09 de agosto de 2019 - 02:00 a. m.
Bad Bunny sí que sabe lo que sienten los puertorriqueños de a pie, pues antes trabajaba como empacador en un supermercado de la isla. / AFP
Bad Bunny sí que sabe lo que sienten los puertorriqueños de a pie, pues antes trabajaba como empacador en un supermercado de la isla. / AFP
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Con la mano arriba y la bandera en alto los reguetoneros, encabezados por Residente (Calle 13) y Bad Bunny, convocaron a las marchas y salieron a presidirlas. Ellos fueron la cara más visible de este acontecimiento sin precedentes, pues Ricardo Rosselló es el primer gobernador puertorriqueño que dimite durante su mandato y cede a la presión del pueblo. (Puede escuchar: "Bellacoso", la canción de Residente y Bad Bunny tras renuncia de gobernador de Puerto Rico).

Los puertorriqueños se tomaron las calles en señal de rechazo a un chat de Telegram de 889 páginas que filtró al Centro de Periodismo Investigativo (CPI) una fuente anónima, en el que el gobernador y sus colaboradores insultaban y se burlaban de la oposición, de las mujeres, de los periodistas, de miembros de la comunidad LGBTI, de las víctimas del huracán María y del manejo de las finanzas de la isla. (Le recomendamos leer: La primavera puertorriqueña).

En palabras de la periodista puertorriqueña Ana Teresa Toro, “la gente se había indignado, pero nada nos había hecho salir a la calle de esta manera. Lo que sucede es que lo que vimos en la conversación de Rosselló, además de ser una entrada al cuarto oscuro del poder, fue también un golpe muy duro al espíritu de los puertorriqueños. Para todos y todas en la isla, esto es personal”. Y para los reguetoneros sí que lo es.

Desde que empezó a gestarse, incluso antes de ser bautizado como reguetón, este género fue perseguido y estigmatizado, sobre todo por el gobierno de la isla, que quiso declararlo culpable de males que ya existían.

Según el texto Nación reguetón, publicado en 2009 por las investigadoras Raquel Z. Rivera y Frances Negrón-Muntaner, “debido a que el reguetón se asociaba con los ciudadanos más pobres y negros del país y su supuesta predisposición hacia la violencia y la depravación sexual, fue hostigado oficialmente como un vehículo criminal. En 1995, el Escuadrón de Control del Vicio de la Policía de Puerto Rico, con la ayuda de la Guardia Nacional, tomó la iniciativa sin precedentes de confiscar grabaciones de tiendas de música, alegando que las letras de reguetón eran obscenas y promovían el uso de drogas y el crimen. El Departamento de Educación de la isla se unió a estos esfuerzos y prohibió la música underground y la ropa holgada, en un intento de eliminar la plaga de la cultura hip-hop de las escuelas”.

En ese mismo texto las investigadoras puertorriqueñas incluyen unas declaraciones de uno de los más importantes exponentes del género, Daddy Yankee, recordando como “muchos trataron de detenernos (…) Como pionero que soy, creo que puedo hablar sobre eso, sobre cómo el gobierno trató de pararnos, sobre cómo personas de otros estratos sociales (…) miraban por encima del hombro a los jóvenes de los barrios, subestimándonos y viéndonos como marginados”.

Por eso para ellos esto también es personal. Y el mismo Daddy Yankee, que durante las protestas recibió el galardón a mejor cantante, escritor y compositor en los Premios Juventud, aprovechó la ocasión para decirle al mundo: “… el gobernador de Puerto Rico: que renuncie a su cargo, que entregue el poder pacífica, razonable y diplomáticamente y que les dé paso a nuevos líderes para que dirijan nuestra nación de la forma correcta. Puerto Rico está cansado de la corrupción, del maltrato por décadas, del cuento chino (…) Óyeme, sigamos manifestándonos con coraje, pero con sabiduría. Exige tus derechos, pero con inteligencia, pasivos, sin miedo. Estamos heridos, pero con valentía. Vamos pa’lante Puerto Rico”. (Le puede interesar: Lo que faltaba en la crisis de Puerto Rico: nuevo gobernador debe abandonar el cargo).

Los reguetoneros no solo han revolucionado la industria musical, y para ver la influencia de este género, hay que leerlo desde otras perspectivas no precisamente musicales. El reguetón es, según Rivera y Negrón-Muntaner, el más importante producto de exportación cultural puertorriqueño y representa una de las historias más impresionantes de triunfo económico y cultural puertorriqueño. “Un fenómeno que ha sido recibido con beneplácito quizá porque surge en un momento en el que muchas personas en Puerto Rico han perdido confianza en el gobierno y no creen que la isla pueda recuperarse de la corrupción rampante, la incompetencia de los liderazgos y el faccionalismo de los partidos políticos. La historia del reguetón, entonces, alimenta la esperanza de que, aun bajo condiciones adversas, los puertorriqueños pueden encontrar maneras creativas de generar un impacto en la economía global. Y a la vez que nutre la imaginación, también nos dice mucho sobre qué tipo de nación los puertorriqueños están imaginando y habitando en la era global”.

Entonces, eso que parecía imposible, impensable, que los reguetoneros estuvieran al frente de las protestas en Puerto Rico, no lo era tanto. Calle 13 ha mantenido un discurso de protesta y reivindicación en sus canciones; Daddy Yankee, como pionero del género, vivió en carne propia la represión que el gobierno le plantó al estilo musical, y se mantuvo firme hasta convertirse en un referente contundente. Y Bad Bunny sí que sabe lo que sienten los puertorriqueños de a pie, pues hace apenas tres años, antes de convertirse en la súper estrella que es en la escena actual, trabajaba como empacador en un supermercado de la isla. No es para nada extraño que estén ahí.

Pero esa es la historia del reguetón en Puerto Rico. No la de Colombia ni la de otros países que lo han asumido como propio y se han convertido en capitales del género.

Por Sara Kapkin

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