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El ensamble musical internacional de la Gangbé Brass Band (Brasil), la Hot 8 Brass Band (EE. UU.) y la agrupación chocoana Rancho Aparte dejó la energía arriba. Pasada la medianoche, la presentadora del evento invitó a los cerca de 80 mil asistentes a la Unidad Deportiva Alberto Galindo al remate de la cuarta noche del Petronio Álvarez. La cita, como los es hace 9 años, fue en el barrio Ciudad Córdoba, en el oriente de Cali. Allí, durante la madrugada del domingo 20 de agosto, fue asesinado el músico Lizandro Vallecilla, miembro de la agrupación Canalón de Timbiquí. En el evento, horas antes de la balacera, estuvo presente un equipo de reporteros de El Espectador.
Según informó el coronel William Quintero Salazar, comandante encargado de la Policía Metropolitana Santiago de Cali, al remate asistieron 6 mil personas. Y aunque por cuenta del asesinato de Vallecilla la fiesta en el Barrio Ciudad Córdoba hoy quema tintas en las noticias judiciales de los medios, aquel encuentro tiene su origen en lo más arraigado de la cultura negra. A la fiesta se le conoce “Arrullo”, un concepto que forma parte de la vida en sociedad y las tradiciones del Pacífico. Le invitamos a leer: En medio de una balacera, murió el músico Lizandro Vallecilla en Cali
Según se lee en la página oficial de la Alcaldía de Cali, la iniciativa “Arrullo en el Barrio”, remate oficial del Petronio Álvarez, busca preservar y festejar las expresiones culturales del litoral.”Esto es una fiesta, un mini festival donde todo el mundo demuestra lo que tiene adentro en el corazón. Que vivamos el mundo sin color de piel, todos somos iguales”, nos dijo Eduard Mosquera, uno de los turistas.
La fiesta no tiene lugar en una discoteca o punto comercial. Son los vecinos del barrio que se ponen de acuerdo para recibir en la sala de su propia casa a los miles de turistas. Así, en simultánea, varias fiestas se desarrollan mientras la misma comunidad vende empanadas de camarón, pinchos de carne, papas rellenas, viche, arrechón, tumbacatre, entre otras bebidas ancestrales del Pacífico.
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Los días de Petronio Álvarez en la calle del Arrullo desde las 9:00 p.m. no suena algo diferente a la marimba, cununo o el bombo. Música en vivo para cuerpos que proyectan postergar la rumba hasta al amanecer y lo que sigue.
Hacía las 1:00 a.m. aún había gente entrando a la “Calle del Arrullo”. Muchos son turistas que están en Cali por cuenta del Petronio y llegan al oriente de la ciudad seducidos por los sonidos africanos, pero muchos también son caleños que están viviendo una nueva experiencia en su propia ciudad.
Horas antes, en la tarima principal del Petronio la vicepresidente Francia Márquez estuvo ofreciendo un discurso y después, en aquel callejón, en la madrugada y mientras un rio de cuerpos navega por aquella callecita en busca de viche y música, se ven miembros del equipo de seguridad de la Casa de Nariño. Hombres altos, de cara dura con intercomunicadores vigilan celosamente el paso de los marchantes de pasos cortos. Con gritos y señas autorizan el paso de unos y niegan el de otros que buscan entrar a la casa desde la que emana el sonido del piano de la selva.
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Este texto transita una delgada línea. Una que fácilmente puede llevar a la estigmatización de una comunidad que lidera unos procesos sociales valientes de la mano de la cultura y la música. Por eso nos toca echar mano de un texto que se escribió en 2019, algunos atrás, cuando la muerte estaba lejana y no tenía intención de asomar. Son letras escritas por Simona Sánchez publicadas en Radiónica.
“Todo empieza después del festival. Donde todo termina, justo ahí inicia. A través del voz a voz, atravesando Cali, los ríos del Petronio terminan desembocando en las cuadras de Ciudad Córdoba para recibir el alba en la casa de la maestra Nidia Góngora, la voz femenina más representativa del Pacífico Colombiano para nuestra generación.
El corazón del Festival Petronio Álvarez tiene su centro, su vida y su palpitar en el Arrullo del Barrio. Él no es un simple remate, él es la manifestación de una cultura viva y rica culturalmente que se relaciona con la vida a punta de música. La fiesta ahí no decae, todo lo contrario, se eleva y sana cualquier pena en el alma. Todo radica en observar, bailar, escuchar, cantar, recibir, dar, compartir y sonreír cuando el amanecer se asoma y la música no para de retumbar. Una comunión entre muchos que cada vez son más, entrando y saliendo, subiendo y bajando por las casas que han replicado y expandido el arrullo que inicia en casa de Nidia. El Petronio se niega a acabar mientras el arrullo permanezca en pie. Alabaos, arrullos, cantos tradicionales que conectan con lo más fundamental, con la ancestralidad, se amplifican desde el barrio”.
Días antes de la propia Nidia Góngora invitaba al remate: “Queremos movilizar a la gente que visita por estos días Cali a que conozca los destinos proceso comunitarios en el oriente de Cali, en los cuales, a través del arte y la cultura estamos contribuyendo al tejido social, a la sana convivencia, a la reafirmación de la identidad”.
“Desde el 15 de agosto ‘Arrullo por el Oriente’, desarrolló una serie de encuentros en barrios como el corregimiento de Navarro, Morichal de Comfandi, Charco Azul, Marroquín y Ciudad Córdoba. En todos se contó con una logística apoyada por la Alcaldía de Cali a través de la Secretaría de Seguridad y Justicia y la Secretaría de Cultura. En ninguno de estos escenarios hubo actos de intolerancia, por el contrario fue el espacio para hacer memoria y honrar la tradición que une al Pacífico colombiano a través de los arrullos”, afirmó la agrupación Canalón de Timbiquí este domingo.
¿Quién era Lizandro Vallecilla?
Lizandro Vallecilla era originario de Salahonda, Nariño, fue un destacado percusionista y miembro fundamental de la agrupación Canalón de Timbiquí.
Llegó a Cali hace más de 13 años y se convirtió en un ejemplo de compromiso, pasión y dedicación a la música y la cultura del Pacífico colombiano. Durante su tiempo en Canalón de Timbiquí, Lizandro se destacó por su talento y por su espíritu amable y tranquilo. A lo largo de una década, acompañó a la maestra Nidia Góngora y a la agrupación en giras internacionales, llevando la música y las tradiciones del Pacífico a escenarios de todo el mundo.
Además de su contribución a la música, Lizandro Vallecilla también regresó a su tierra natal con un firme propósito: establecer una escuela para niños de música tradicional del Pacífico, inspirado por la maestra Nidia Góngora y los procesos que ella lideró en Cali. Su compromiso con la formación y el bienestar de los niños reflejaba su carácter noble y su amor por su comunidad.
El miércoles 16 de agosto, Lizandro Vallecilla estuvo en la tarima principal de la apertura del Festival Petronio Álvarez. Abrió el festival con Canalón de Timbiquí.
“Su presencia en el escenario era una muestra de su dedicación y su legado perdurará en la música que creó y en los corazones de quienes tuvieron el honor de conocerlo”, dice un comunicado emitido por la organización del Petronio Álvarez.
“La partida de este gran hombre es una dolorosa consecuencia de un acto de intolerancia. Mientras trataba de mediar en una disputa, se convirtió en víctima de la intolerancia de otro individuo, llevando a un desenlace trágico. Hoy, el espíritu del Petronio está velado por el luto, pero es fundamental reconocer y destacar que nuestro amado Petronio Álvarez y los espacios que representan al Pacífico son y seguirán siendo refugios de paz, amor y afecto”, dice Brayan Hurtado, secretario de cultura de Cali.
“Extendemos un llamado a la justicia en este caso y exhortamos a la comunidad caleña, a todos los habitantes del Pacífico y de Colombia en general, a unirnos en torno a la paz que el festival ha promovido a lo largo de sus 27 años de historia. Queremos enviar un cálido abrazo a la familia de Lizandro Vallecilla, así como a la agrupación Canalón de Timbiquí y a su directora, la maestra Nidia Góngora. Es esencial que todos juntos respetemos y protejamos la vida de nuestros artistas y trabajemos por la paz”, agregó Ana Copete, directora del Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez.
“Era un joven poderoso, bello, sensible, comprometido con la investigación y enseñanza de las tradiciones musicales, y un proyecto de vida que buscaba contribuir a su comunidad y su territorio. Estas vidas y saberes que perdemos como sociedad producto de la violencia, causan un daño irreparable al tejido social de las comunidades”, agregó el Ministerio de Cultura en un comunicado.
“El Ministerio de Cultura hace un llamado a toda Colombia para hacer un pacto por la cultura de paz y como sociedad exigir el respeto por los líderes sociales y los espacios culturales que le permiten a los ciudadanos disfrutar, garantizar sus derechos culturales y proteger la tradición y patrimonio de sus comunidades y territorios”.
¿Qué es un arrullo?
Así lo explica el investigador César Alberto Córdoba Gutiérrez: “El arrullo gracias al Sincretismo Religioso, se convierte en un fenómeno social donde la música es su eje central y a través de ella se puede ver todo un sistema de vida, donde el habitante del Pacífico refleja el resultado de la influencia del choque cultural entre la cultura Europea y la Africana.
Es tan importante estas prácticas culturales, que el “Arrullo”; más que tratarse de un género musical o una experiencia familiar, se convierte en un motivo, por el cual las personas que participan de ello se encuentran en una conexión mística. Mostrando la celebración de vida, el valor más importante de la humanidad”. Vaya paradoja. En un arrullo Vallecilla encontró la muerte. Q.E.P.D.